La agonía o el éxtasis por un detalle
Dicen que hace años, Carlos Salvador Bilardo, uno de los dos técnicos campeones del mundo que tiene la Argentina, les pedía a sus jugadores que no lustraran sus botines antes de los partidos para que el cuero –por entonces eran de ese material– no perdiera el grip al patear. Eran pequeños detalles que podían definir un partido, decía.
No sólo en el fútbol hay bilardistas, también en las corporaciones: "Son movimientos, conductas o palabras imperceptibles que pueden definir una carrera profesional", dice el Gurú de la cortada de la calle Estomba. Se le pide ejemplos y fiel a su estilo, no se niega. "El lugar donde sentarse –dice y luego agrega–. Siempre con una ventana atrás, nunca un compañero. Siempre con el jefe cerca, que vea el trabajo."
Así funciona el mundo de los detalles imperceptibles en las compañías, donde un movimiento puede determinar el futuro en la empresa. Muchas cosas se ven a simple vista. Va un experimento: cualquier planta libre tendrá espacios de trabajo vacíos. Con un simple recorrido, cualquier mortal seguramente podrá comprobar que hay muchos más puestos vacantes con el monitor a la vista que aquellos que tienen la pantalla de espaldas. La respuesta es simple: nadie quiere que vean si está o no trabajando.
Justamente el uso y abuso de las computadoras y del contenido que pasa por ellas en horario de trabajo es un tema que está lejos de saldarse. Según relata Juan Javier Negri, socio del estudio de abogados Negri & Pueyrredón, Luis tuvo la mala fortuna de ser despedido de su empleo en mayo de 2011 porque a sus superiores jerárquicos se les ocurrió la peregrina idea de buscar algunos datos en su computadora personal. "Y parece que en lugar de encontrar lo que buscaban (planillas Excel, volúmenes de ventas, detalles de compras y otra aburrida información por el estilo) detectaron "que en plena jornada laboral, Luis había almacenado en la máquina y en un servidor de uso común una gran cantidad de archivos (fotografías y videos) de contenido pornográfico", dice.
Lo cierto es que el hombre fue despedido con causa y, obviamente, no recibió indemnización alguna. Lo que vino después es conocido: un juicio laboral para demostrar que le correspondía el pago por cese de la relación laboral.
Negri cuenta que el juez de primera instancia le dio la razón a la empresa. "Acto seguido, Luis apeló", prosigue Negri. La Cámara finalmente optó por resolver que no estaba acreditado que aquel consumidor pornográfico fuera quien efectivamente coleccionó fotos y videos en la computadora corporativa. El hombre cobró, pero se quedó sin trabajo.
El Gurú terminó de leer el fallo y se imaginó que aquel personaje trabajaba en un lugar con la pantalla hacia la ventana. "Imagínese guardar 500 archivos pornográficos con la computadora expuesta a todo el que pasa por atrás. Imposible. Por eso le hablo de los detalles." Dijo y sonrió seguro que jamás le pasaría a él. Pero se dio vuelta y miró: "Eso sí, no me pida el celular".