Pagos digitales, claves para la inclusión financiera en barrios populares
La inclusión financiera es un tema que ingresó paulatinamente en la agenda de políticas públicas de la Argentina, hasta transformarse en una política de Estado. Dentro del amplio espectro de medidas que apuntan a promover el acceso y el uso de servicios financieros formales, los pagos digitales se presentan como protagonistas en el objetivo de expandir las finanzas entre los excluidos, por tratarse del componente básico de los demás servicios financieros (ahorro, crédito y préstamos). Es, de hecho, el tejido conectivo de las finanzas.
Cuando estudiamos la pobreza, vemos que los hogares excluidos ahorran, invierten y transfieren valor en efectivo o a través de activos físicos como bienes. Además de incrementar la inseguridad propia y delictiva relacionada con el uso de efectivo, quienes están en la pobreza no se benefician con las ventajas de los servicios del mundo financiero. Esta brecha financiera (y, cada vez más, también digital) que crea la carencia de instrumentos seguros de pago, promueve canales de desigualdad y exclusión social que se refuerzan mutuamente en la vida financiera de los hogares más pobres.
Hablar de pagos digitales en la pobreza se torna algo impensado si los comercios no aceptan estos mecanismos. En este contexto, desde la Universidad de Buenos Aires realizamos una investigación en el Barrio Padre Carlos Mujica (exvilla 31) para comprender mejor el estado, las barreras y las motivaciones que perciben los comerciantes de un asentamiento urbano a la hora de aceptar pagos digitales en sus comercios. El trabajo, que obtuvo un reconocimiento en los premios Adeba 2019, contempló entrevistas a 104 comerciantes, con un amplio cuestionario sobre pagos digitales. Se exponen a continuación algunos resultados relevantes.
En el Barrio 31 solo el 24% de los comercios relevados acepta pagos digitales. Este 24% se compone principalmente de usuarios de POS (Point of Sale) inalámbricos (94%), seguidos por usuarios de mPos para el celular (20%) y un puñado de usuarios de Código QR (8%). Del total que no acepta pagos digitales (76% de los encuestados), más de la mitad (51%) informa que estaría interesado en empezar a aceptarlos.
Como es lógico, el 96% de ellos es titular de una cuenta bancaria, mientras que entre los que no aceptan pagos, solo 25% tiene cuenta. Es de interés saber que, entre los que aceptan pagos, solo 8% declara no utilizar su cuenta bancaria, pero entre los que no aceptan, el 30% no la usa. Y el 72% de los que aceptan pagos digitales declara haber ahorrado en el último año, mientras que entre los que no, solo 42% ahorró.
De igual modo, el 32% de los comerciantes que aceptan pagos digitales recibió un préstamo formal en los últimos 12 meses; entre los que no aceptan, solo 22% tomó un crédito. En esta línea, entre los que no aceptan pago electrónico, solo el 39% aprobaría que sus proveedores les cobren de forma digital, mientras que entre los que sí aceptan, más del 90% lo haría. En otras palabras, observamos una mayor inclusión financiera amplia en el 24% de comerciantes que aceptan pagos digitales.
Sobre el uso de la telefonía celular como puerta para los pagos digitales, el 87% de los comercios tiene un teléfono móvil inteligente, siendo ese casi el único acceso al mundo digital (solo 13% posee una computadora u otro dispositivo con el cual realizan su actividad económica). Los datos muestran que no solo es importante tener un teléfono celular, sino también sentirse seguro para usarlo.
De los comerciantes que declaran que no se sienten seguros con el teléfono, solo 19% los acepta para pagos, y de los que se sienten muy seguros, 31% habilita pagos. En cuanto al interés por empezar a aceptar, entre los que no se sienten seguros, al 41% le interesa, y entre los que se sienten muy seguros, al 60% le interesa. La correlación es clara: a medida que aumenta la confianza declarada en la tecnología, se incrementa la propensión de los comerciantes a aceptar pagos digitales. Cualquier estrategia de inclusión financiera deberá contemplar la educación digital para incrementar la confianza.
Finalmente, cuando investigamos las motivaciones para aceptar pagos digitales, se destacan la seguridad y las ventas. El 83% de los interesados declaró que la posibilidad de mejorar las ventas es una razón para empezar aceptar pagos digitales. De igual modo, aunque el 92% de los que aceptan pagos digitales en sus comercios declaró que menos de 10% de sus clientes les paga actualmente con tarjeta, la totalidad afirma creer que sus ventas con tarjeta van aumentar, como mínimo, 10%.
Por su parte, 73% del total de interesados en aceptar pagos digitales eligió entre sus motivos el de mejorar la seguridad. Sucede que el 62% de los comerciantes encuestados sufrió en los últimos tres años algún delito en relación al dinero en efectivo (robos, billetes falsos, pérdidas en caja, etcétera). La mitad (49%) respondió que en general "no se sentía seguro" con dinero en efectivo, y solo 16% dijo que "se sentía muy seguro". A pesar de esto, el 100% declaró que todavía paga las compras minoristas y carga la tarjeta SUBE con efectivo; el 95%, que así le paga a sus proveedores y al supermercado, y el 87%, que así compra bienes durables. Aunque todavía prime el efectivo, la seguridad de los pagos digitales en esta población es un activo invaluable en el cual poner énfasis.
Como corolario general, una estrategia de pagos digitales en comercios de barrios vulnerables deberá atender las barreras y las bondades específicas que perciben sus potenciales usuarios, distintas a las de sus clientes tradicionales. En este contexto, es cierto que conectar a los más pobres con un sistema financiero digital no resolverá todas las barreras para llegar con otros servicios financieros, públicos o de cualquier otro tipo, pero eliminará costos sustanciales, allanando el camino para esfuerzos más robustos a la hora de servir a los vulnerados.
Por estos motivos, conectar los asentamientos a un sistema financiero digital con instrumentos de pagos generará importantes beneficios sociales y económicos. Y el primer paso es diagnosticar y comprender.
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