Kristalina en apuros (y nosotros también)
El FMI y el Banco Mundial son dos “animales” diferentes. Mientras en el Fondo la principal preocupación es preservar la estabilidad del sistema financiero internacional, en el Banco Mundial la atención se centra en la lucha contra la pobreza. Una cierta rivalidad es casi inevitable. Visto desde el Banco Mundial, el FMI parece excesivamente dogmático e inexperto para lidiar con las limitaciones del desarrollo. Desde el otro lado de la calle 19, el lenguaje del Banco Mundial se considera “poco serio” y demasiado propenso a acomodar compromisos políticos. Kristalina Georgieva proviene de esa tribu.
Ella viene de la vereda de enfrente. El personal del FMI tiene una alta calificación técnica, pero poca apreciación por el lenguaje político y algo ambiguo del Banco Mundial. En cuanto Georgieva se hizo cargo de la gerencia del FMI, el staff comprendió que su nueva jefa era alguien que se involucra directamente en el manejo de todos los temas, incluidos los más técnicos. “She is very ‘hands on’”, me decían excolegas del FMI.
Eso naturalmente generó algunos roces y frustraciones. Nada demasiado grave, nada que generara indisciplina, porque la directora gerente llegaba con autoridad moral y fuerte apoyo político de los principales países miembros. Hoy ambos están puestos en duda.
La auditoría preparada a pedido del Banco Mundial indica que Georgieva utilizó consideraciones políticas para torcer evaluaciones técnicas de alto valor económico. Siempre se supo que el “Doing Business” del Banco Mundial era un ranking permeable a subjetividades. Mientras las regulaciones eran vistas como “red tape” que creaban bolsones de discrecionalidad y oportunidades de corrupción, las “desregulaciones”, casi por definición, eran “buenas” porque facilitaban las inversiones. Ahora se ve que además de una preferencia ideológica por la desregulación, el “Doing Business” era también permeable a manipulaciones políticas.
Para colmo de males, Kristalina tocó un cable de alta tensión. Beneficiar a China es una afrenta que unifica a demócratas y republicanos en un país tan polarizado como Estados Unidos.
En síntesis, su situación está muy comprometida. Pero no sé si se llegará a destituir. Por un acuerdo no escrito con Estados Unidos, el director gerente del FMI siempre ha sido europeo y el presidente del Banco Mundial, norteamericano. El mundo ha cambiado, pero las organizaciones multilaterales surgidas de los acuerdos de Bretton Woods siguen siendo, fundamentalmente, organizaciones manejadas desde el Atlántico Norte.
Los europeos quieren mantener su privilegio, y “renunciar” a Kristalina Georgieva sin haberse puesto de acuerdo sobre un candidato suplente podría ofrecer la oportunidad de que su reemplazante sea, finalmente, elegido/a por mérito (con independencia de su nacionalidad). En lo que a nosotros nos atañe más directamente, es cada vez menos creíble la fantasía de que el próximo programa con el FMI pueda tener poca o ninguna condicionalidad porque una Kristalina supuestamente amiga de Martín Guzmán podría hacer que el staff sea más condescendiente en su evaluación técnica.
Si Kristalina sobrevive, va a tener que alinearse totalmente con Janet Yellen, léase, con David Lipton, quien habla el mismo idioma que el personal técnico del FMI.
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