Keynesianos perdidos de Europa
CAMBRIDGE.- No hay bala mágica para resolver los problemas de la eurozona. Pero el argumento espectacularmente confuso actual de que demasiada austeridad está matando a Europa no es sorprendente. Los comentaristas están dominados por la política, atacan cualquier blanco disponible, mientras que las masas "antiausteridad" aparentemente creen que hay soluciones cíclicas fáciles a problemas estructurales difíciles.
Las dificultades de la eurozona, lo sostengo desde hace tiempo, derivan de que la integración financiera y monetaria europea se ha adelantado demasiado a la unión política, fiscal y bancaria efectiva. Éste no es un problema con el que Keynes estuviese familiarizado y mucho menos que buscara darle respuesta.
Por sobre todo cualquier estrategia realista para responder a la crisis de la eurozona debe involucrar la reducción masiva (perdón) de la deuda de países periféricos. La masiva deuda combinada bancaria y oficial –la distinción entre ambas se ha desdibujado en toda Europa– de estos países hace que un crecimiento sostenido y rápido sea un sueño.
Ésta no es precisamente la primera vez que subrayo la necesidad de una reducción a gran escala de las deudas. Hace dos años, en un comentario titulado "The Euro’s Pig-Headed Masters" (Los amos cabeza dura del euro), escribí que "Europa está en una crisis constitucional. Nadie parece tener poder para imponer una resolución razonable de la crisis de deuda de sus países periféricos. En vez de reestructurar las cargas de deuda manifiestamente insostenibles de Portugal, Irlanda y Grecia (los PIG), los políticos y funcionarios presionan por paquetes de rescate cada vez más grandes con condiciones de austeridad cada vez menos realistas".
Carmen Reinhart, con quien he sido coautor de algunos trabajos, sostiene lo mismo, quizá con mayor claridad. En un editorial de The Washington Post de mayo de 2010 (del que fue coautora con Vincent Reinhart) describió "Cinco mitos sobre la crisis de deuda europea" (Five Myths about the European Debt Crisis"). Entre ellos: "Mito 3. La austeridad fiscal resolverá los problemas de deuda de Europa". Hemos repetido el mantra docenas de veces en varias instancias, como confirmará cualquier observador justo.
En una reestructuración de deuda, los países del norte de la zona del euro (incluyendo Francia) verán desvanecerse como humo cientos de miles de millones de euros. Los contribuyentes del Norte se verán forzados a inyectar cantidades masivas de capital en los bancos, incluso si las autoridades imponen pérdidas significativas a los acreedores grandes y mayoristas de los bancos, cosa que debieran hacer. Estos cientos de miles de millones de euros ya están perdidos, y el juego de pretender lo contrario no puede continuar indefinidamente.
Una manera más moderada de lograr una reducción modesta de la deuda pública y privada sería promover un período de inflación sostenida pero moderada, como recomendé en diciembre de 2008 en un comentario titulado "Inflation Is Now the Lesser Evil" (La inflación es ahora el mal menor). Una inflación moderada sostenida ayudaría a reducir el valor real de la propiedad inmobiliaria más rápidamente y potencialmente facilitaría un alza más acelerada de los salarios alemanes que de los países periféricos. Hubiese sido una gran idea hace cuatro años y medio. Hoy sigue siendo una buena idea.
¿Qué más tendría que suceder? Los otros pasos involucran una reestructuración económica a nivel nacional y la integración política de la zona del euro. En otro comentario, "A Centerless Euro Cannot Hold" (Un euro sin centro no puede sostenerse), concluí que "sin una mayor integración política y económica profunda –que puede terminar no incluyendo todos los actuales miembros de la zona del euro– el euro puede no llegar siquiera al final de esta década".
Aquí todas las miradas pueden estar centradas en Alemania, pero hoy en realidad es Francia la que jugará el rol central en la decisión del destino del euro. Alemania no puede cargar sola con el euro sobre sus hombros indefinidamente. Francia tiene que convertirse en una segunda ancla de crecimiento y estabilidad.
Medidas keynesianas de demanda temporarias pueden ayudar a sostener el crecimiento interno de corto plazo, pero no resolverán los problemas de competitividad de largo plazo de Francia. Al mismo tiempo, Francia y Alemania deben acordar un enfoque que lleve a una mucho mayor unión política en un par de décadas. De otro modo, la unión bancaria y las transferencias fiscales programadas no tendrán la necesaria legitimidad política.
Elites equivocadas
Como ha comentado mi colega Jeffrey Frankel, por más de 20 años las elites alemanas han insistido en que la eurozona no será una unión de transferencias. Pero al final, los alemanes comunes han demostrado estar en lo cierto, y las elites equivocadas. Por cierto, para que sobreviva la zona del euro los países del Norte tendrán que seguir ayudando a la periferia con nuevos préstamos hasta que se restaure el acceso a los mercados privados.
De modo que, dado que Alemania seguirá pagando muchas más cuentas (sobreviva o no la zona del euro), ¿cuál es la mejor manera de utilizar la fortaleza de su balance para aliviar los problemas de crecimiento de Europa? Por cierto Alemania debe aceptar un rol cada vez mayor para el Banco Central Europeo, pese a los riesgos fiscales implícitos obvios. No hay ningún camino seguro para avanzar.
Hay una cantidad de esquemas dando vueltas para apalancar los costos más bajos del crédito de los que goza Alemania para ayudar a los países socios, más allá de simplemente expandir el balance del BCE. Pero para que funcione un reparto significativo de la carga los líderes de la zona del euro deben dejar de soñar con que la moneda única puede sobrevivir otros 20 o 30 años sin una mucho mayor unión política.
Las anulaciones de deudas y las garantías inevitablemente inflarán la deuda pública alemana, al verse obligadas las autoridades a rescatar a los bancos alemanes (y probablemente a los bancos de algunos países vecinos). Pero cuanto antes se transparente la realidad subyacente y se la acepte ampliamente, tanto menor será el costo a la larga.
En mi opinión, usar el balance alemán para ayudar a sus vecinos directamente tiene muchas más probabilidades de funcionar que el supuesto efecto de "goteo" de la expansión fiscal liderada por Alemania. Lamentablemente, esto es lo que se ha perdido de vista últimamente en el debate sobre Europa. Por ruidoso y agresivo que se vuelva el movimiento antiausteridad, no habrá ninguna cura keynesiana simple para los problemas de deuda y crecimiento de la moneda única.
Project Syndicate 2013
Traducción de Gabriel Zadunaisky
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