Juan Pablo Nicolini: “Somos una sociedad adicta al déficit; es complicado ser optimista”
Estudió Economía en la Universidad Nacional de Tucumán y realizó el doctorado en la Universidad de Chicago; es profesor plenario de la Universidad Di Tella y fue su rector, entre 2001 y 2009; actualmente es investigador senior en la Reserva Federal de Minneapolis. Está especializado en temas de macroeconomía y en la teoría monetaria
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Juan Pablo Nicolini es economista de la Reserva Federal (Fed, banco central de Estados Unidos) de Minneapolis. La entrevista refleja su opinión personal y no la de la Fed.
–¿Por qué hay inflación en la Argentina?
–Siempre hay inflación en todas partes del mundo por la misma razón: la política monetaria es expansiva y eso genera el aumento de precios. Cuando se emite dinero más rápido de lo que la economía quiere absorber, se genera inflación. Desde el punto de vista teórico, eso ha sido establecido hace más de un siglo; desde el punto de vista empírico, solo la confirmamos esta idea cada vez que un país tiene inflación. No hay muchas dudas al respecto. Es una de las pocas cosas en la que la gran mayoría de los economistas está de acuerdo. Después, hay un segundo punto: en la Argentina se emite dinero para financiar el déficit.
–La vicepresidenta mostró un gráfico con los países que tienen déficit y no tienen inflación. ¿Es correcta esa relación?
– Tiene razón, hay montones de países que tienen déficit y no tienen inflación, entre los cuales está Estados Unidos, la mayor parte de los países europeos y Japón. En un momento hicieron una gran expansión fiscal, tuvieron déficits grandes y no tuvieron inflación. La respuesta es que pueden emitir deuda y a tasas bajas, entonces no tienen por qué generar inflación. La inflación la genera un déficit que no se puede financiar con deuda y entonces se financia con emisión del banco central. Un país puede gastar más de lo que recibe, siempre y cuando alguien le preste.
–La vicepresidenta dijo también que la inflación es causa de tener un país bimonetario. ¿Qué significa eso?
–Los esquemas bimonetarios son todos muy viejos, de la época cuando funcionaban el oro y la plata al mismo tiempo. Como no había un banco central que emitiera dinero, no había grandes inflaciones. También hubo esquemas bimonetarios como la convertibilidad, que no generó ninguna inflación. Que se use una moneda, dos o tres no implica que habrá inflación, si esas monedas son estables.
–¿Se puede formalizar este esquema que tenemos, que haya dos monedas en curso legal y las dos compitan entre sí?
–Se podría tener, aunque no ganaríamos gran cosa. Lo más razonable sería bajar la inflación en la moneda que tenemos. Pero vos podrías permitir el dólar como moneda de curso legal y obviamente en dólares no va a haber inflación, porque el dólar es una moneda estable. Pero en la medida en que el Banco Central siga emitiendo pesos para pagar su deuda, seguirá habiendo inflación en pesos.
–Hay varias propuestas de dolarizar directamente la economía. ¿Lo ve factible?
–La dolarización de la economía tiene una virtud: que elimina la inflación de cuajo, porque se pasa a tener la inflación en dólares. Después tiene un inconveniente: no te deja hacer política monetaria, que en algunas circunstancias viene bien. A juzgar por la experiencia, hay que ser razonable a la hora de usar la política monetaria, qué es lo que Argentina no ha conseguido desde principios de los 60 hasta ahora, salvo durante la convertibilidad. Si viniera alguien de afuera a decirnos que lo que nosotros deberíamos hacer es dolarizar, uno lo entendería, porque la política monetaria la hemos usado de manera perversa durante 48 de los últimos 60 años. Y la única década en donde la usamos de manera no perversa fue con la convertibilidad, que también es una manera de perder control de la política monetaria.
–¿Qué alternativas hay, que no sea la de dolarizar, para bajar la inflación?
–Hay varias alternativas, pero incluyen como condición absolutamente necesaria la reducción del déficit. Y no necesariamente tiene que ser de manera salvaje. Si se consigue que en tres años tengamos un déficit cero, es muy fácil bajar la inflación. La manera ideal en la que yo lo haría, dada la circunstancias, es con controles de la cantidad de dinero de manera explícita, con objetivos de cuánto se va a emitir por año y que sean graduales en el tiempo. Hay gente que prefiere utilizar el tipo de cambio; eso es complicado hoy porque no hay reservas.
–El modelo de agregados monetarios que usó Guido Sandleris cuando era presidente del Banco Central no mostró resultados en el corto plazo. ¿Qué pasó?
–No se bajó el déficit. El modelo de agregados monetarios que intentó Guido duró poco, pero además había sido precedido por un aumento gigantesco en la cantidad de dinero. Justo antes que él asuma, [Luis] Caputo había emitido una cantidad enorme de dinero. Guido la mantuvo constante durante unos meses, pero la relación no se ve en un mes o en un trimestre, porque hay montones de shocks en la economía que no controlamos. La economía no es una ciencia exacta, por eso digo que si hay un plan serio de bajar el déficit –que tampoco hace falta que sea un ajuste salvaje, como hizo Nicolás Dujovne, que fue bastante fuerte en poco tiempo–, hacer un plan con reducción de agregados monetarios funcionaría bastante bien.
–¿Por qué cuesta tanto en la Argentina bajar el déficit?
–Porque somos una sociedad adicta al déficit y en parte es una adicción que ha sido fogoneada por la mayor parte de los gobiernos, desde 2000 en adelante. Hay una sociedad que ha sido convencida, fundamentalmente por el kirchnerismo, de que podés gastar y que no tiene consecuencias. Pensemos en una familia que sistemáticamente gasta más que lo que gana, va a tener problemas todo el tiempo. Hay dos maneras de resolverlo: o manda a parte de los miembros de la familia a trabajar o se reduce el gasto. Ninguna de esas medidas son simpáticas para tomar. El mismo Gabriel Boric [presidente de Chile], que es de izquierda, tiene claro que el superávit fiscal no es una política de derecha o de izquierda, es la condición imprescindible para que el Estado pueda hacer lo que quiere hacer. Si no hay superávit fiscal, no se puede planificar; te lleva puesto la necesidad de estar juntando dinero de donde no tenés, es una sociedad en estado de desesperación. Y voy a corregirme cuando dije el kirchnerismo, porque en el gobierno de Néstor Kirchner había superávit fiscal, y lo hubo hasta que falleció.
–En 2021, la inflación fue casi 51%. Para este año se habla de una cifra de tres dígitos, cuando a comienzo de año se creía que iba a ser 60%. ¿Por qué se aceleró tanto?
–El desajuste fiscal y monetario se aceleró mucho en los primeros meses del año, la situación hoy es mucho más dramática que en diciembre pasado. Cuando hay inflaciones de 2 o 3% mensual, está atado con la política monetaria; pero cuando la inflación empieza a ser muy alta y se acerca al 10% mensual, ahí empiezan a jugar mucho las expectativas: todos los que están fijando precios están pensando que, cuando le ponen el precio a la botella de vino que están vendiendo hoy, tienen que pensar a qué precio la van a poder volver a comprar al proveedor el próximo mes. Con una inflación de hasta 7% mensual, esas cuentas están bastante automatizadas. Cuando la inflación empieza a acelerarse, la política monetaria empieza a ser menos poderosa, porque entran en juego las expectativas de inflación. Pasar del 7% al 10% mensual es relativamente sencillo sin que sea culpa del Banco Central: alcanza con dar señales ambiguas o negativas. Por ejemplo, el discurso de la nueva ministra más bien tendió a calmar los ánimos, pero qué va a pasar la semana próxima no sabemos, porque la situación es enormemente compleja, más allá de las intenciones de la ministra.
–¿Cuánto impactó la guerra en la aceleración de la inflación en la Argentina?
–Efectivamente hay inflación en el resto del mundo. Lo que está pasando es la combinación de dos cosas: problemas en la cadena de producción por los encierros al comienzo de la pandemia, que generó demoras en el comercio, y sobre eso se montaron ahora los aumentos en los precios de las commodities. En Estados Unidos, este aumento explica uno o dos puntos más de inflación, que hoy está en 8%. El resto lo explican los problemas en las cadenas de suministro.
–Entonces la inflación alta en Estados Unidos no se debe a la cantidad de dinero que se volcó a la economía, según su opinión.
–No, la evidencia que tenemos es que la mayor parte de la inflación tiene que ver con problemas de oferta de insumos para la producción, que hace que haya demoras para comprar bienes en Estados Unidos.
–¿Eso significa que la inflación podría bajar rápido?
–Sí. En la segunda mitad del año, vamos a ver una de desaceleración importante, siempre y cuando no siga habiendo cuarentenas en China, que es un proveedor importante de materiales.
–¿Cree posible que el Gobierno pueda estabilizar la economía y reducir la inflación en la Argentina?
–Me cuesta verlo, pero mi diagnóstico no es económico, porque económicamente es sencillo. El Gobierno tiene que tener la voluntad política. El Presidente dijo que van a bajar el déficit y que no hace falta mover el tipo de cambio. Pero eso lo vienen diciendo hace rato. Y además en la coalición, hay gente que durante mucho tiempo dijo todo lo contrario, entonces es difícil creerles. Aunque hoy el Presidente genuinamente quiera hacerlo, tiene el problema de que es importante que el mercado le crea. Lamentablemente veo muy negro el futuro cercano, porque se requiere un consenso político y un liderazgo que explique por qué esto es necesario. Algunos citan a Winston Churchill, con la famosa frase “sangre, sudor y lágrimas” durante la guerra. Acá no sería sangre, porque guerra no hay, pero se necesita un liderazgo que empiece con sudor, lágrimas y esperanza. La única manera de tener esperanza es con sudor y lágrimas al principio. No lo veo a este Gobierno ni con la convicción de querer hacerlo, porque veo a muchos que están obnubilados por la ideología e ignoran completamente la experiencia histórica, ni con la capacidad política para llevarlo adelante, porque hace falta un liderazgo fuerte que convenza. Es complicado ser optimista con respecto a la economía argentina en los próximos años. Y si no se hace una cirugía mayor, es difícil ser optimista para los próximos 10 años.
–El lector que llegó hasta el final de la entrevista no queda muy esperanzado...
–Justamente yo usé la palabra esperanza antes, cuando cambié las tres palabras de Churchill. Esto no es solo un problema de la clase que gobierna, esta es una sociedad adicta a que el Estado haga subsidios cruzados, como el de las tarifas energéticas, el programa PreViaje o las transferencias a Aerolíneas Argentinas. Seguro que me van a echar fuego varios si me vieran, pero las universidades públicas gratuitas también son un subsidio básicamente a la clase media, porque qué porcentaje de los que se gradúan de la UBA fueron a colegios privados en la secundaria. Muchas cosas tienen que cambiar.
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