Juan Carlos Hallak: “Sin exportar, no se puede importar, y así no se puede crecer”
Es licenciado en Economía por la UBA y PhD en Economía por la Universidad de Harvard; ejerció cargos en el Ministerio de Economía, siempre enfocado en temas de inserción internacional y comercio exterior; es docente universitario y se desempeña como investigador del Conicet en el IIEP-UBA
- 12 minutos de lectura'
“Las exportaciones argentinas están estancadas hace 10 años, más allá de variaciones en los precios que le dieron volatilidad. Y lo están básicamente por falta de orientación exportadora en la política”, dice Juan Carlos Hallak, especialista en comercio e inserción internacional, quien plantea que incrementar las ventas de la Argentina al mundo son una condición imprescindible para sostener el crecimiento económico de mediano plazo.
Los números oficiales muestran un declive en la última década. Tras el pico de 2011 (US$82.980 millones), el país no supera los US$70.000 millones en exportaciones desde 2014, en una dinámica que es consecuencia y causa de la recesión y la inestabilidad económica y cambiaria que experimenta el país en tiempo reciente. Según el economista e investigador del Conicet, el país tiene oportunidades para exportar valor agregado en múltiples sectores, pero para eso se requieren trabajos dentro de las firmas y el impulso por parte del sector público, con medidas que cubren desde la infraestructura, la financiación, la simplificación burocrática y la promoción comercial.
Además, advierte sobre el impacto de la coyuntura: “La estabilidad macroeconómica es una condición necesaria y eso no está pudiendo ser garantizado como país. Eso hace muy difícil que toda la exportación crezca como tiene que crecer”, sostiene.
-¿Por qué considera que exportar es clave para la economía?
-Es uno de los temas donde más acuerdo hay entre economistas. Cuando crecés, siempre tenés que importar más, hay calculada una elasticidad de entre 3 y 4 por cada punto del PBI. Entonces, si querés crecer, vas a importar más. Podría pensarse teóricamente que podés sustituir importaciones y crecer más porque hay cosas que las hacés acá, pero ese margen lo estamos explotando ahora, la sustitución relativamente fácil que podés hacer con restricciones, como textiles, muebles o calzado, y así tenés más producción local. Se puede hacer en poco tiempo pero tiene corto alcance, y después la situación es más difícil y ya se vio en los ’60. Se llega rápidamente al punto donde hay que importar para crecer, y para eso hay que exportar, porque si no tenés un problema de balanza de pagos. Es una restricción muy básica. Salvo que te estén prestando más.
-Eso pasó en el gobierno anterior.
-Las exportaciones crecieron un poquito, pero las importaciones mucho más y eso no fue sostenible. Y que te presten sostenidamente hoy no parece ser el horizonte de la Argentina. La capacidad de consumo de un país y el nivel de bienestar se determina según su capacidad de exportar. En el mediano y largo plazo no hay otra. Y en la Argentina vemos el camino en una dirección, pero por lidiar con la situación de corto plazo nos alejamos de ese rumbo, que impone darle absoluta prioridad a la exportación.
-¿A qué se refiere?
-Si se reconoce ese problema y ese camino, vas a pensar 10.000 veces antes de poner una medida como la restricción a la exportación de carne, por ejemplo. Y no es solo por el impacto al sector, sino la señal al resto de la economía. Esas son trabas básicas, como pasó también con el maíz hace unos meses. Después hay otras que tienen que ver con que al restringir o limitar las importaciones, perjudicás la exportación, que necesita insumos importados. Si tenés dificultad de acceso a esos insumos, se afectan las posibilidades de exportar. También si hay incertidumbre en cuanto a la remuneración que van a tener las exportaciones, porque están atadas a un dólar que tienen una volatilidad importante. Eso afecta tu decisión de apostar a la exportación. Y esa es una parte de la historia. Lo que hace falta no es solo no perjudicarlas, sino también un montón de medidas que habría que hacer para favorecerlas, y no lo estamos haciendo. Tendríamos que estar creciendo un 10% en las exportaciones todos los años para que el PBI crezca un 3% anual en el mediano y largo plazo. La pregunta que uno se hace es por qué vamos a crecer en el futuro, qué estamos haciendo distinto. Y no veo la respuesta.
-¿Qué incluye en ese planteo?
-Es un conjunto enorme de políticas que son transversales y también sectoriales. Desde más acuerdos comerciales hasta protocolos fitosanitarios o la infraestructura para la exportación. Uno de los items más importantes en este punto es la hidrovía, y hoy tenemos incertidumbre sobre cómo se va a manejar. Si la exportación fuera un tema priorizado, eso se debería resolver de una manera más clara y eficaz para el funcionamiento de la infraestructura. Después, está todo el tema de la facilitación del comercio, para ayudar y que sean más simples todos los trámites, que en la Aduana no se traben las gestiones, todas cuestiones ligadas a la burocracia que se vino haciendo y hay que seguir. Ninguna de estas medidas hace disparar la exportación por sí sola, pero apoyan el proceso desde otros lados y hay que estar encima. También temas de financiamiento de la exportación y toda la parte de la promoción comercial.
-¿Cómo ve el nivel del dólar hoy?
-Ese es un punto a favor. Está alrededor de un 25% más alto de la etapa pre-crisis de la era Macri, y más todavía de la última época del gobierno de Cristina. Desde ese punto de vista, la rentabilidad en principio ahora es más alta.
-¿Y cómo impacta la brecha? ¿Qué refleja esa situación?
-Refleja la incertidumbre. El exportador recibe el dólar oficial, con alguna retención, que hoy es mejor del que hubo en los últimos años. Pero la incertidumbre macroeconómica, que es muy fuerte, es el gran problema. Cuando no hay seguridad de cuán rentable va a ser un negocio de exportación o hay miedo de que haya restricciones y no permitan acceder a dólares o pasan estas cosas, eso lleva a la inestabilidad. Y la imprevisibilidad es uno de los grandes temas negativos. El otro gran punto en contra es que esa inestabilidad lleva a que se vaya el foco del Gobierno en la exportación, porque la gestión se va en temas de cortísimo plazo, como el control de precios o la gestión de las divisas. Y eso lleva a una disposición a sacrificar, en aras del corto plazo, las posibilidades de crecimiento de largo.
-¿Qué tiene que hacer la Argentina para crecer en sus exportaciones?
-No es solo una cuestión de productividad, más eficiencia o más tecnología. El desafío una parte pasa por ahí, pero otra porque cuando el país sale a exportar, se demandan productos distintos a los que se consumen localmente. En general, el punto número uno es más calidad. Son exigencias de producto que van desde regulaciones técnicas que hacen a la seguridad, en el uso de elementos químicos, el diseño de bienes o máquinas, en los productos agroindustriales o los residuos de pesticidas, que hacen a la seguridad del usuario del bien o del operador si es una máquina. Son temas de procesos productivos, de requisitos respecto del cuidado del medio ambiente, que son cada vez más, o cuestiones de requisitos laborales de respeto al trabajador y sus derechos, como ocurre con el caso del limón. Muchas veces no es la empresa la que tiene que cumplir o tiene en sus manos la posibilidad de cumplir todo, y necesita de laboratorios, certificaciones. Para eso tiene que estar el Estado mirando los sectores y haciendo que eso esté disponible. Después, hay cuestiones más comerciales, de cómo salir a venderle al mundo cierto tipo de productos, eso se hace poco.
-¿Dónde están las ventajas donde se pueden encontrar oportunidades?
-Hay que competir con calidad y diferenciación, venga de donde venga. Ese es el tema central. No es una cuestión de verlo por sectores, porque esas oportunidades son generalizadas. Es un tema más vertical que horizontal. En todos los sectores siempre hay firmas que exportan o no lo hacen y no llegan a mercados por poquito. Hay márgenes para incrementar la competitividad en muchos aspectos, que tienen que ver con la calidad, el diseño o la tecnología. Veo un énfasis quizás desproporcionado en apostar a la posibilidad de nuevos sectores hoy en la gestión, como el litio, el cannabis medicinal, la electromovilidad, las energías verdes o el caso de IMPSA y su estatización. Son ejemplos de sectores nuevos y de alta tecnología que tienen oportunidades, marcos regulatorios nuevos y bienes públicos específicos y es necesario que se los ataque. Pero a la vez hay un tema general de una industria que es poco competitiva internacionalmente y le falta trabajar estos temas, más su diferenciación. En muchos casos el apoyo del Estado es insuficiente, y también es un tema no solo de las empresas sino de la organización y la acción colectiva empresarial, que no tienen la cabeza puesta en mejorar las condiciones para la exportación si todos los días, por la inestabilidad macroeconómica, pelear por un impuesto o tocar una puerta de un ministerio mueve más la aguja que trabajar en un proyecto de competitividad de mediano y largo plazo.
-Mencionaba la diferenciación como tema clave para la exportación, ¿por qué?
-En la parte industrial, la calidad, la diferenciación y la agregación de valor es casi condición necesaria para exportar, excepto en las commodities industriales. Este es un punto en la industria con el agro. Hoy Argentina no puede exportar con baja calidad, porque si el mundo compra productos de no tan alta calidad no va a buscar a la Argentina, se lo compra a China, Vietnam o India. Ese es un problema. Pero las grandes oportunidades están en miles de sectores. Perú y Chile exportan fruta por US$5000 millones, Uruguay exporta más lácteos que Argentina, y los lácteos son un agregado de valor. Y en ese punto, es clave tener una marca, un diseño original, saber respetar contratos. Ese es un problema que hoy impide exportar más. Una cosa es vender en un mercado bastante protegido como el argentino y otra es hacerlo en mercados que requieren un esfuerzo mayor. Y se puede exportar valor en frutas frescas procesándolas, agregando valor al maíz vendiendo animales vivos, con biotecnología. No es el desafío identificar dos o tres sectores con potencial, que obviamente hay dos o tres con mayor potencial, sino de la generalidad de tener una política exportadora mucho más clara.
-¿Cómo analiza el efecto de la negociación de acuerdos comerciales y el rol del Mercosur?
-La Argentina tiene un problema y es que no está decidido a tener una orientación de integración al mundo. Ese es un problema de base. Integrarse tiene beneficios y costos, y hay que hacer una evaluación. La indefinición en la que estamos se traduce en el escenario que vemos, con acuerdos comerciales que no avanzan, como fue el caso con la Unión Europea. En cualquier acuerdo, tenés que dar y recibir, y cuando tenés que dar, hay que hacerlo con un horizonte determinado, donde algunos sectores van a estar más afectados y otros menos, y tiene que haber decisión de trabajar con esos sectores para ayudarlos a hacerlos más competitivos, en acuerdos que se pueden aplicar con plazos. Y sin esa decisión va a estar trabado el Mercosur también. En el parate del bloque hay una fantasía en la gente y el discurso de profundizar el Mercosur para después salir al mundo, y eso hoy es imposible porque dentro del bloque hay fuerzas que lo buscan y otras que tienen miedo a la integración por lo que puede implicar.
-¿Cómo analiza el escenario de desarrollo económico y el potencial impacto ambiental? Se da ese debate con casos recientes como la cría de salmones en Tierra del Fuego o la minería.
-No se puede dar una respuesta general al tema. El punto es entender la especificidad de cada problema. En cada instancia hay un trade off de corto plazo, donde podés regular más a los sectores, donde reducís el daño medioambiental y tenés menos actividad o al revés. Hay un punto de discusión que es la eficiencia en la regulación, donde quizás hay forma de conseguir los mismos resultados ambientales sin el mismo perjuicio económico, o al revés el mismo beneficio económico con el menor impacto ambiental, pero es una cuestión sectorial. Hoy el mundo pide cada vez más respeto al medio ambiente, y es un tema donde hoy parece que perdemos en cuanto a lo económico, pero si se ataca bien el problema con mentalidad de exportación ganás por los lados. No solo vas a ganar porque se respeta el ambiente, sino porque se crean condiciones que garantizan el acceso a mercados que exijan el respeto al ambiente. Hay otro punto, que se está reconociendo, es el desarrollo de tecnologías y de sectores ligados a ayudar a que se respete el ambiente. No es solamente que una empresa adopte medidas, sino industrias directamente conectadas a la producción de bienes o servicios que ayuden a cumplir normas a otras empresas, y ahí tiene que haber un foco de política grande.Creo que nos tenemos que tomar en serio el respeto al ambiente, regulando, y no tengo claro que a largo plazo haya un trade off. Es un balance en cada caso específico de daño ambiental y los beneficios económicos. Hay que evaluar daños y cómo pensarlo. No es una discusión en abstracto. Los daños ambientales son claros en muchas actividades y la capacidad de no regular bien es manifiesto. Es un problema.
Otras noticias de Actualidad económica
Más leídas de Economía
Valor del día. ¿A cuánto cotiza el real este jueves 21 de noviembre?
Nuevos básicos. Cuánto ganan los empleados de farmacias en diciembre
El futuro de la educación. Cómo la inteligencia artificial pateó el tablero de los profesores y de los alumnos
Dictamen. El procurador de la Corte de Santa Fe emitió una opinión clave para el caso del millonario concurso de Vicentin