José María Donati: “Si esta es una elección de tres tercios, uno está jugando claramente a la hiperinflación”
El economista, que conduce la dirección de estadística de la Ciudad de Buenos Aires, dijo que en las mediciones se ven precios que suben tres veces en un mes; su análisis de las medidas lanzadas por el Gobierno y de los problemas en el mercado de alquileres
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Es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA); en 1993 ingresó a la AFIP, donde trabajó durante 14 años en sus equipos técnicos, dedicado a temas de impuestos, fiscalización y estudios económicos; desde 2007 es el titular de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires
“Todo indica que el cuadro se va a mantener o agravar”, dice en diálogo con LA NACION José Donati, titular de la Dirección General de Estadística y Censos porteña, al referirse a la aceleración inflacionaria que vive la Argentina tras la devaluación posPASO. En los últimos dos meses, el índice de precios al consumidor (IPC) de la ciudad acumuló un alza del 23,6% (10,4% en agosto y 12% en septiembre) y hubo un especial impacto en alimentos (28,4%). El economista, graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), advierte sobre el “descontrol de la política macroeconómica” y los efectos de la “inercia”, que hacen más complicado el proceso de estabilización.
–¿Qué efectos tiene esta aceleración inflacionaria?
–Además de medir la inflación, hacemos estudios de frecuencia. Lo que vemos es que tiempo atrás los precios aumentaban una vez por mes; luego, cada 15 días, y en las últimas series vimos que un precio se movía tres veces en el mes. Y eso se da en los precios no regulados, como los de alimentos, ropa, artículos de librería. Cuando estábamos estacionados en 4% o 5% los ajustes eran mensuales, la frecuencia se duplicó cuando pasamos al 7% y ahora es de tres veces por mes. Ahora llegamos a los dos dígitos de inflación, con un escenario que ya venía siendo complicado y de deterioro.
–¿Qué análisis hace de las medidas que lanzó el Gobierno?
–Es un ‘’plan platita dos’'. Uno podría pensar: “Hubo una devaluación, algo redistributivo hay que hacer”, pero todos veíamos que esto era pan para hoy y hambre para mañana. El problema es que el mañana llegó enseguida y no hubo casi hoy. Se anunciaron las medidas y prácticamente atrás vinieron la corrida cambiaria y la aceleración inflacionaria. Y no creemos que cambie de acá al final de la gestión. En el mejor de los casos, la inflación se puede mantener, pero todo indica que puede empeorar y derivar en una hiperinflación.
–¿Qué posibilidades ven hoy de un episodio así? ¿Es inevitable?
–Evitable es, pero esto se empezó a hablar cuando la inflación era del 5%. Todos decíamos: “Está lejos, pero si uno no hace nada, llega”. El problema es que para un candidato a presidente la hiperinflación crea las condiciones para su plan económico, porque ya lo dijo públicamente, que cuanto más alto esté el dólar más fácil es dolarizar [se refiere a Javier Milei, de La Libertad Avanza]. Pero la disparada del dólar trae hiperinflación. Si esto es una elección de tres tercios, uno está jugando claramente a la hiperinflación, porque le sirve, porque le acomoda precios relativos y le permite dolarizar, pero si uno mira un poco la historia, venimos de crisis cíclicas, y cada shock siempre te deja un escalón abajo. Hay crisis y rebote, pero sin llegar al nivel anterior. Es una curva descendente con serrucho. Entonces, la hiperinflación no acomoda. Tiene que haber un ajuste y todos le escapan, pero la economía está desajustada y hay que corregirla.
–¿Y de qué manera?
–Primero hay que blanquear la distorsión de precios relativos. No te digo que todo en un mes, pero más o menos rápido, en los primeros tres meses de gestión, porque están todos distorsionados. Hay precios congelados a un dólar de $350 que es totalmente irreal; las tarifas están totalmente desajustadas frente a otros precios. El primer trabajo es acomodar los precios relativos, y hay que hacerlo científicamente. Obviamente hay que mantener un grado de subsidios, pero mucho más racional, tras un análisis mucho más específico. Para eso se necesita un buen equipo de gestión. Porque una solución podría ser aumentar las tarifas un 2000% para todos, pero hay una situación en la cual eso no se puede aplicar. Después, hay que trabajar en la reducción del déficit fiscal, y el único camino posible es desmenuzar el presupuesto y analizar línea por línea en qué se puede ahorrar. Y trabajar en una cuestión de la que se habla poco, que es el enorme agujero de evasión impositiva. Me formé como economista en la AFIP, trabajé 15 años ahí, y veo que se podría tener mayor recaudación, incluso bajando alícuotas. También habría que trabajar en las exenciones, hay que revisarlas. Reitero, tiene que haber un buen equipo de gestión, con gente que conozca y entienda cómo funciona el Estado para revisar el gasto, y para trabajar en la parte de ingresos, con el objetivo de tener mayor recaudación, bajando alícuotas y simplificando el sistema.
–¿Cuál es su visión sobre los cambios en Ganancias?
–Si se analiza fuera de contexto, no estaría mal un cambio que implique cobrar un impuesto que se llame a los altos ingresos. Pero en este contexto, con un déficit galopante que alimenta una inflación, que es una máquina de generar pobreza y marginalidad, bajar impuestos sin contrapartida es un remedio peor que la enfermedad. Toda medida tiene que ser acorde con el contexto. Se está decidiendo bajar impuestos sin baja del gasto, y sin trabajar sobre la evasión. El efecto sobre los ingresos dura cinco minutos, porque en el minuto seis la inflación lleva todo al punto en el que estaba. Claramente la medida, en este contexto, es totalmente inconveniente.
–¿Y en cuanto a las medidas referidas al IVA?
–El IVA en general es un impuesto eficiente cuando se lo cobra en toda la en toda la línea de producción. Pero, si se desgrava la última etapa se genera un saldo a favor, un crédito fiscal que después se va a reclamar, y que muchas veces se toma como costo; la baja en los precios no se termina viendo. Yo trabajaría en una rebaja de la alícuota en toda la línea, por ejemplo, del 21% al 17%.
–¿Qué necesita un plan de estabilización?
–Algo parecido al Plan Austral, que tuvo un componente de estabilización económica, pero que al mismo tiempo que atienda a la inercia inflacionaria. Porque hay una inflación generada por la causa raíz, que es financiar con emisión el déficit fiscal, y después hay inercia, con un montón de contratos que están indexados. Hay que trabajar en la causa raíz, tratar de minimizar el déficit y no financiarlo con emisión, y revisar esos contratos indexados y ver cómo se desindexa. El Plan Austral era interesante porque tenía un componente que era el desagio, un mecanismo que quitaba el componente inflación implícito y eso ayudó mucho. Después, el plan fracasó por la poca disciplina fiscal, pero fue novedoso. Hay que trabajar sobre los precios relativos, el déficit fiscal y las expectativas, que son altas y eso te arrastra hacia adelante. El caso de los contratos de alquiler es un ejemplo en el cual, aun si lograras milagrosamente estabilizar la economía, tendrías ajustes por la inflación pasada, y eso incide hacia el futuro.
–Sobre el tema de alquileres, el último dato oficial dice que el 36,1% de los hogares en la ciudad son de inquilinos. ¿Por qué crece ese segmento?
–Soy director de Estadística desde diciembre de 2007, y en ese entonces ese índice era casi diez puntos menor, era un cuarto de los hogares. La tendencia es creciente y tiene que ver principalmente con el hecho de que hoy es prácticamente imposible acceder a un crédito para la vivienda. Hacemos estudios de accesibilidad al crédito hipotecario, y comparamos el salario de un matrimonio de técnicos o profesionales con la cuota promedio, y la serie muestra mucho deterioro. Los ingresos van por un sendero y los precios de la vivienda van por otro, y cada vez menos porcentaje de personas tienen acceso; la única opción es alquilar. A ese cuadro se agregó que prácticamente no hay oferta de alquileres. Según nuestro último relevamiento había en toda la ciudad menos de mil unidades.
–¿Y eso por qué se dio?
–Es por la ley, que le dio un golpe de gracia al mercado, porque el que tiene que poner una vivienda en alquiler, porque hay viviendas ociosas, no se vuelca al mercado, porque la normativa lo obliga a estar un año con el valor fijo y no está claro si el valor para empezar el contrato te sirve, y por ahí sirve pero a los seis meses ya no; luego, se actualiza al año y vuelve a ser redituable, pero a los pocos meses se desactualiza. La regulación se podría haber concentrado en que antes era muy costosa la entrada; se podría haber trabajado para simplificar o abaratar los costos de acceso. El principal problema es la ley, que está muy mal diseñada, aunque si no hubiera inflación, no habría tanto problema. Si la inflación fuera del 6% anual, no estaríamos discutiendo esto. Mientras tanto, muchos canalizan sus propiedades en alquiler temporario para turistas, y eso afecta a la oferta de vivienda en alquiler.
–¿Cuál es su análisis sobre la brecha de género en el mercado laboral? El tema apareció en el debate, Milei dice que no existe, pero los números muestran que las mujeres tienen menos tasa de empleo, de actividad y mayor desocupación.
–Milei dijo que, si se divide el salario por la cantidad de horas trabajadas, las diferencias desaparecían, y eso no es cierto, porque sigue habiendo brecha de género. Eso tiene que ver con una estructura laboral donde había predominio del varón, y eso se está corrigiendo. Pero hay otra cuestión muy importante y que no está suficientemente visibilizada, que es el trabajo no remunerado. Porque para ver el mercado laboral y analizarlo en conjunto, hay que tomar lo que uno trabaja para el mercado, que es lo que todos medimos, el trabajo remunerado, pero hay una enorme cantidad de horas que hombres y mujeres destinamos al trabajo no remunerado, y es básicamente el cuidado de personas y las tareas de hogar. Nosotros eso lo medimos, hicimos una encuesta de uso del tiempo en 2016 y este año, de la cual todavía no hay resultados. Tomando los datos de 2016, que no creo que hayan cambiado demasiado, el 70% del trabajo no remunerado lo resuelven mujeres. Y tomamos esa cantidad de horas, lo valorizamos con un salario horario promedio y nos dio un número escalofriante: es el 13% del producto bruto geográfico de la ciudad, que es de alrededor de US$70.000 millones. Esa es la dimensión del trabajo no remunerado. Entonces, la situación de la mujer es mucho más desventajosa de lo que muestran las estadísticas que están basadas en el mercado laboral.
–¿Y en cuanto a la brecha norte-sur en la ciudad?
–Las diferencias desde 2007 se mantienen estables. La ciudad está dividida en tres zonas, y el centro es la media, es toda la traza que acompaña la avenida Rivadavia. El norte es donde están los sectores históricamente más acomodados, donde todos los indicadores dan mejor, no solo los económicos, sino los sociales; incluso hay menor tasa de mortalidad infantil. A la ciudad no se la puede entender si la desvinculás del AMBA. Hay 1,5 millones de personas que entran todos los días a Capital a trabajar y consumen en la ciudad. Y ves que el sur de la ciudad socioeconómicamente se puede integrar con Avellaneda, Valentín Alsina, Lanús, y el norte de la ciudad con Vicente López, San Isidro, Tigre, que tienen mejores indicadores. Y el centro es el promedio de la ciudad. El principal factor en este escenario es la macroeconomía: los indicadores van a mejorar cuando la macro en general mejore, y los gobiernos locales pueden trabajar en los márgenes.
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