José M. Fanelli: "El Gobierno es demasiado optimista con el fenómeno de la inflación"
El experto de la UBA y de San Andrés ve inconsistencias entre las políticas fiscal y monetaria; dice que hay que evitar que se atrase el dólar con más productividad
José María Fanelli es uno de los mayores expertos en macroeconomía de la Argentina. Profesor de la Universidad de San Andrés y titular de la cátedra de Macroeconomía 2 de la Universidad de Buenos Aires, dijo que el Gobierno debe evitar que el tipo de cambio se vuelva a atrasar, sobre todo mientras toma tanta deuda. En una entrevista con LA NACION en su casa en el barrio de Belgrano, este investigador del Conicet, de 64 años, dijo que el único camino que tiene el Gobierno para solucionar los problemas económicos actuales es el "gradualismo con honestidad". Además, advirtió que "el Gobierno es demasiado optimista sobre el fenómeno de la inflación y eso le genera inconsistencias entre la política fiscal y la monetaria".
-¿Cuáles son los dilemas cíclicos de la economía argentina?
-El problema es político: se piensa a la Argentina en forma equivocada. Este es el momento de pensar que debemos crecer por productividad. Gastamos como si tuviéramos un crédito que no existe, salvo en la primera etapa de Néstor y Cristina Kirchner, cuando hubo un shock importante en los precios internacionales de las materias primas. Pero la clase política actual no se da por enterada de que en 2012 exportábamos por US$80.000 millones y que actualmente no llegamos a US$60.000 millones.
-Y esa magnitud de la caída en las exportaciones no se relaciona solo con una baja de los precios internacionales...
-Es verdad, pero los precios ya no están en los niveles récord de principios de siglo y, además, Brasil dejó de crecer.
-Para algunos analistas, esta restricción cíclica se podría solucionar si apareciera otro activo con el potencial de Vaca Muerta. ¿Es así?
-La salvación providencial te puede llevar al cielo o al infierno, a Canadá o a Venezuela. Por lo tanto, la pregunta es si compramos ese billete de la lotería o, mejor, si se apuesta a mejorar la productividad. Yo prefiero lo segundo.
-¿Cómo se logra?
-Hay que cambiar las instituciones, más allá de lo que haga este gobierno, pero, sobre todo, la gobernanza. El problema del país es el alto nivel de corrupción. Así que primero debe cambiar la política, tanto en el gobierno como en la oposición, para que el endeudamiento sirva para mejorar la inversión en productividad y no para veranear en el exterior. Por ese motivo no estoy en contra del gradualismo. Al contrario, creo que es el único camino que queda: gradualismo con honestidad. El gobierno anterior cometió todo tipo de errores y solo dejó un activo: el bajo nivel de endeudamiento. Y este camino tiene una sola solución: mejorar el tipo de cambio.
-El atraso cambiario de 2017 se corrigió solo parcialmente...
-Sí. En este esquema de endeudamiento, colocar un tipo de cambio atrasado es una fórmula que en el pasado ya fracasó en la Argentina. El Gobierno es demasiado optimista sobre el fenómeno de la inflación y eso le genera inconsistencias entre la política fiscal y la monetaria. Dicho eso, creo que está yendo por el camino correcto al priorizar el arreglo de las tarifas y del tipo de cambio.
-¿El Gobierno no cambió su enfoque a fines de 2017 al priorizar el crecimiento económico por encima de la inflación, luego de que el Banco Central insistiera durante mucho tiempo en que a menor inflación, mayor crecimiento?
-El Banco Central hace todo lo que puede. Este gobierno comete errores, pero no los niega y ese es un activo enorme. Por ejemplo, para bajar la inflación no hace un ajuste salvaje, y si yo estuviera en el gobierno haría lo mismo. Por este camino paga costos, pero es la mejor opción.
-La Argentina tiene una crisis en el sector externo cada 10 años aproximadamente; la última llevó a que el kirchnerismo instalara el cepo en 2011, en vez de solucionar los problemas que tenía. ¿Es posible otra crisis similar en pocos años?
-Es que ya la tenemos hoy: en 2017 perdimos 20.000 millones de dólares por turismo; cualquier gobierno cuando puede se endeuda. En la década del 80, como no había acceso a los mercados internacionales, había que trabajar con el FMI en ajustes duros. Este gobierno está tratando de hacer otra cosa. Por supuesto, nos falta exportar más. La gente debe entender que el camino es muy difícil y no está claro que vaya a salir bien.
-Aumentar la productividad para muchos analistas implica bajar los salarios...
-No, más productividad implica salarios más altos, porque las empresas invierten más, pueden vender más y contratan más gente. El punto es entender que no se puede al mismo tiempo garantizar la gobernabilidad, tener un tipo de cambio competitivo y mejorar la situación fiscal. La mejor forma de encarar este trilema es mejorar la productividad.
-¿Hay más consistencia ahora entre la política monetaria y la fiscal tras el cambio de metas de inflación?
-En el corto plazo hay inconsistencia entre la tasa de inflación que se busca, y que es muy difícil de lograr, y el gradualismo. Pero si se mira el largo plazo, y el Gobierno logra sacarse de encima los subsidios a las tarifas, será un gran paso adelante. Si baja el déficit fiscal, habrá menos inconsistencia entre ambas políticas.
-El Gobierno se planteó bajar el déficit primario un punto por año. ¿Es posible?
-En la medida en que la economía siga creciendo, se le hará más fácil lograrlo. Por supuesto que si uno da una lección académica sobre la consistencia de la política fiscal y la monetaria, puede llegar a la conclusión de que hay que bajar el déficit tres puntos en un año, pero políticamente es imposible sin generar una crisis. Así que no tiene sentido plantearlo.
-¿El Gobierno se preocupa por la cuestión institucional?
-Sí, cuando hacen auditorías a los sindicatos está bien, y a ellos mismos, mejor todavía.
-¿Los potenciales conflictos de intereses que se plantean en el caso de algunos ministros que vienen del sector privado no son un problema para mejorar la institucionalidad?
-Si las organizaciones que deben controlarlos funcionan, no lo es. Todos los países tienen el mismo problema; el punto es si hay controles. Porque también tuvimos gente que llegó pobre al gobierno y salió muy rica. La batalla se va a ganar cuando la gente salga menos rica de lo que era antes de entrar a la función pública.
-Hay discusiones saldadas en otros países que acá no concluyeron. Una es qué factores causan la inflación. Y, en particular, si los monopolios y el tipo de cambio tienen alguna influencia en este problema. ¿Cuál es su visión?
-El problema de las empresas con una posición dominante en un mercado lo veo más como una cuestión relacionada con la productividad, no tanto con la inflación. Si uno va a auditar a los sindicatos, pero las empresas hacen lo que quieren, la gente no le va a creer al gobierno.
-O sea que sería importante fortalecer los mecanismos de defensa de la competencia.
-Es fundamental.
-¿Y cuán relevante es el traslado de la devaluación a los precios?
-En los países con inflación más alta, el traslado a los precios del tipo de cambio es más alto. Por eso a Chile le resulta más fácil depreciar su moneda que a la Argentina. El problema del tipo de cambio en el corto plazo es la inflación, pero en el largo es la distribución del ingreso. No podemos tener un tipo de cambio muy alto con más del 30% de pobreza. Así que hay que buscar un equilibrio. Por eso el camino es desprolijo y no le va a gustar a nadie, pero es el único que se puede transitar con acuerdos políticos como los que se lograron el año pasado entre el Gobierno y la oposición. Pero luego se cayeron.
-Respecto de la mejora en el tipo de cambio, el Gobierno defiende los avances logrados con la reforma tributaria y la baja de costos logísticos, entre otros.
-Eso es positivo. Los economistas sabemos que hay algo que se llama costo argentino. En la medida en que hay una economía ineficiente, la única forma de exportar es tener un tipo de cambio altísimo, para compensar esa ineficiencia. El problema es que no se puede devaluar todo lo que se necesita y, ante eso, lo que hace el Gobierno es mejorar la eficiencia en varios campos. Eso está bien, pero mientras tanto no se puede atrasar el tipo de cambio, porque nos endeudaríamos demasiado. Haber corregido el tipo de cambio sirve para mejorar ese problema, pero la consecuencia es que se acelera la inflación, o, al menos, no contribuye a bajarla.
-Usted decía que la Argentina está viviendo un bono demográfico hasta 2040 y que después la población comenzará a envejecer. ¿Se está haciendo algo para morigerar lo que ocurrirá después?
-No es un tema que se discuta. Uno de los activos que tenemos para crecer es ese bono demográfico. Dado que el déficit fiscal se debe en primer lugar a la cuestión previsional, todavía se puede solucionar por el promedio de edad de la población. Pero además, hay un 35% de empleo informal. Así que si se formalizara una buena parte de esa gente, lograríamos que paguen impuestos y eso permitirá que el sector público sea viable. Lo otro es que las mujeres tienen una tasa de participación baja en el mercado laboral en términos relativos, en toda la región. Ese es otro activo oculto: si pudieran trabajar más, aportarían más al sistema. El tercer activo oculto es la alta formación de activos en el exterior, que se debe a la alta inflación del país, que, a su vez, impide que haya un sistema financiero local fuerte. Otra vez, para solucionarlo, aparece la desprolijidad: como el Gobierno no pudo bajar la inflación, lanzó los créditos UVA. No creo que sea el mejor sistema, pero al menos es una forma de canalizar el ahorro interno de los argentinos. El último activo oculto es la baja inversión actual, lo que redunda en una alta tasa de retorno potencial.
-¿Macri entiende estos problemas?
-Sí, los entiende. Pero una cosa es entender y otra es tener las soluciones. Y no hay que pedirle a él que las tenga: alguien debe ganarle a Macri las próximas elecciones con buenos argumentos.
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