Jorge Ávila: “No vamos a llegar a una dolarización si no es en medio de una gran crisis”
El economista del CEMA y docente de economía monetaria analizó, en un diálogo con LA NACION, expresó su opinión sobre la situación actual y las políticas que podrían aplicarse en los próximos tiempos; su visión sobre la recesión y la hiperinflación
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Estudió Economía en la Universidad Nacional de La Plata y realizó el doctorado en Economía en la Universidad de Chicago; es director del Centro de Economía Aplicada (CEMA) y profesor de Economía Monetaria y Teoría de los Precios y Macroeconomía; escribió varios artículos y libros sobre la dolarización y los controles cambiarios
El economista Jorge Ávila empezó a hablar de la necesidad de dolarizar la economía hace 25 años, cuando la convertibilidad mostraba sus primeros signos de crisis. Pero pensó en ese sistema monetaria mucho tiempo antes, en 1989, cuando ocurría la primera hiperinflación. “Pasé todo 1989 pensando por qué era eficiente fijar el tipo de cambio, luego de advertir que los países que atravesaron la hiperinflación, como Alemania, Hungría, Polonia y Austria, habían recurrido a alguna forma ese modelo. Pero no encontraba la justificación económica. Más bien, parecía un manotazo de ahogado, como una especie de súper control de precios. Finalmente encontré la razón”, dice, en una entrevista con LA NACION.
–¿Usted cree que, después de una hiperinflación, un esquema de cambio fijo es necesario como una medida de transición o permanente?
–Es algo permanente que requiere una o dos generaciones, por lo menos. Cuando se llega a una hiperinflación, el país adquiere una memoria hiperinflacionaria y el dinero pasa de ser fiduciario [reserva de valor] a mercancía. Cuando ocurre eso, se impone el reino del show me the money, que significa mostrarme el respaldo. Eso es la convertibilidad.
–El exministro Domingo Cavallo dice que se tendría que haber salido de la convertibilidad antes.
–Está equivocado. Él llegó a la convertibilidad confiando en que sería un súper control de precios, que no lo era. Era un régimen monetario nuevo, radicalmente distinto a lo que se conocía. La dolarización es una convertibilidad irreversible. Se sacan pesos de circulación y se entregan las reservas. Así es imposible devaluar el dólar que circula en Buenos Aires y Rosario respecto del que circula en Nueva York y San Francisco, porque es el mismo.
–Pero después nacen las cuasimonedas. ¿No es una forma de emisión y de devaluación encubierta?
–Ese es un gran mito. No sé si es un error intencionado o de brutos. Al regir el dólar, el mercado monetario argentino deja de existir. Si está el problema de un gobierno provincial que tiene un faltante de fondos, emite una cuasimoneda, que puede devengar o no interés. Luego, los gobiernos las pueden rescatar a paridad o a una mejor o peor cotización. Eso no impacta en el nivel de precios y no significa que debamos salir de la convertibilidad. A lo sumo, lo que puede aplicarse en una convertibilidad, es que como las cuasimonedas ocupan el lugar del peso, se disminuye la demanda de pesos y se pierden reservas internacionales. En una dolarización, la cuasimoneda, como también es una moneda, llevaría a que se demanden menos dólares, que saldrían del país. No tiene ningún efecto. Y el día que el gobierno decida rescatarlas, pues volverán a entrar los dólares porque saldrán las cuasimonedas. Es deuda flotante, después de todo.
–¿Qué pasa si salen muchos dólares del país?
–Es que no hay un problema de balance de pagos.
–¿No se genera una recesión económica fuerte?
–La recesión económica está ocasionada porque se dispara el riesgo país y, en consecuencia, se revierte el flujo internacional de capitales, que pasa de ser expansivo a querer salir, y se vuelve contractivo. Pero es un problema que depende de otra cosa. Tendrá que ver a qué se debe que el riesgo país haya subido, si es debido a que hay una crisis política, una crisis regional, o debido a una caída en los términos de intercambio. La moneda sale porque cae la actividad económica y cae la demanda de la moneda, con convertibilidad o dolarización.
–¿Por qué los países que utilizaron un sistema de cambio fijo para salir de la hiperinflación luego lo flexibilizaron?
–Eso es posible después de unos cuantos años, en la medida que el país se reconstituye, cuando se recupera el crédito y cuando la gente cree que el Banco Central va a ser independiente. Aunque no me lo creería nunca eso en la Argentina.
–¿Por qué, si otros países lo lograron, la Argentina no puede?
–Eso es oponer a la realidad fáctica e histórica el estado de Nirvana. Usted me dice que si los suizos lo hicieron, por qué nosotros no. U otros países de la región. Los uruguayos, paraguayos y los chilenos nunca tuvieron una hiperinflación, nunca tuvieron el riesgo argentino, nunca tuvieron las expropiaciones masivas que ha tenido la Argentina y nunca tuvieron la historia de descrédito y de confianza cero que tiene la Argentina. La Argentina tiene inflación importante desde las décadas del 50 y del 60. Ya son más de 50 años.
–¿Y por qué cree que la dolarización puede funcionar en el país?
–La dolarización asegura que no haya más corrida cambiaria, ni devaluación, ni control de cambios, ni inflación, ni amenazas de expropiación por incumplimiento de los controles de precio. No más tarifazos y apagones, no más paritarias conflictivas y huelgas, no más restricciones a las importaciones y a las exportaciones. No más nada de eso. Además, hay depósitos en paz si se hace una banca offshore [del exterior]. Puedo ir a un banco extranjero cualquiera y las colocaciones van a estar a salvo de un manoseo de la política de préstamos. Ese banco va a tomar fondos acá y los va a prestar para todo el mundo. Eso baja el riesgo y aumenta la probabilidad de que se mantenga la integridad de los depósitos. Mi propósito es asegurarle a la gente que no habrá más inflación, no más perversidades en materia cambiaria, paz financiera y tranquilidad en los depósitos.
–Con un sistema tan rígido, ¿no pueden ocurrir cierre de industrias y aumento del desempleo?
–Si la convertibilidad no cumple dos requisitos fundamentales, no debe hacerse. Debe venir acompañada de una solución creíble de prestamista de última instancia, porque una dolarización implica la anulación del ente emisor. El ente emisor nació para evitar los corralitos de los bancos, que funcionan con encaje fraccionario: toman un depósito, ponen un encaje y el resto se presta. Cuando hay un evento de pánico bancario o corrida, está el prestamista de última instancia. La Argentina debe reorganizar su sistema bancario, si no cometería un suicidio. Sería un crimen de sus economistas lanzarse a una dolarización que funciona de manera muy parecida a una convertibilidad, sin una reforma radical de su sistema bancario. Propongo una reforma radical del sistema bancario y la incorporación de la banca offshore, que es una banca por la cual se reciben depósitos y se hacen préstamos bajo la ley de la casa matriz. Si hay una corrida, responde la casa matriz.
–No podría haber bancos locales.
–Exactamente, porque no tendrían casa matriz en el exterior. Lo ideal sería cerrar el Banco Nación y que los grandes bancos de capitales argentinos solo puedan tomar depósitos y dar préstamos llegando a una asociación con bancos extranjeros de prestigio, o que ofrezcan depósitos reprogramables.
–¿Y la segunda condición, antes de dolarizar la economía?
–Evitar el bendito atraso cambiario, que es algo que corroe políticamente las posibilidades de una estabilización de este tipo. Para solucionarlo, hay que tener una importante apertura comercial al mundo, mediante tratados irrevocables con superpotencias. El país debe abrirse de par en par a la importación y a la exportación.
–¿Usted cree que la Argentina es distinta al resto del mundo y que por eso debe implementar esos sistemas?
–Sí, creo que la Argentina es un país profundamente anormal.
–¿No cree que si se implementara un sistema y se tuviera la paciencia de mantenerlo por un tiempo podría lograrse algo más normal?
–Esa estabilidad con el Banco Central independiente va a llegar cuando tengamos una conducta social parecida a la de los suizos. Para entonces, es probable que haya desaparecido la mayoría de las monedas nacionales, como pasó en Europa. Y mire lo que pasó con Grecia, que estaba en knock-out, hoy está viviendo un boom, está creciendo a un ritmo que es el doble del de la economía europea.
–¿Qué opina de Emilio Ocampo, asesor de Javier Milei, que propone la dolarización?
–Prefiero no opinar.
–¿Y de Milei?
–No lo conozco. Me llama mucho la atención eso, porque conozco a todo el mundo en materia económica. Tampoco leí artículos académicos de él. Me cae bien. Se nota que es una persona muy leída. Tiene principios económicos claros. Comparto enteramente su punto de vista respecto de la necesidad de cerrar el Banco Central y de abrir la economía, aunque no de manera unilateral. Comparto, en general, todos sus principios, aunque hay algunos que nunca suscribiría y jamás mencionaría, como [la venta de] los órganos y demás. Está prestando un gran servicio al país. Ha arrinconado a Juntos por el Cambio, que fue una gran decepción.
–¿De Carlos Melconian?
–Lo conozco, pero no tengo amistad con él. Tiene un aspecto admirable. Es un gran vendedor, es un buen hombre de relaciones públicas. Sabe cuáles son sus puntos débiles y por eso se ha acercado a economistas que creo que son mejores que él. Tiene una gran capacidad de llegada a los círculos empresarios. Y esencialmente, quiere mantener el statu quo. Es el economista del círculo rojo. Por eso no hay un solo capítulo de la propuesta de Melconian y de Bullrich sobre la apertura del comercio, porque el empresariado quiere el proteccionismo. Eso es inadmisible a esta altura. Él cree que puede llegar a estabilizar valiéndose de un bimonetarismo, que es una competencia entre monedas con un cambio flotante. Eso lleva a una hiperinflación. La alternativa es decir que habrá circulación de monedas, como dice Milei, pero habrá congelamiento de la oferta de pesos y fijación del tipo de cambio. Pero ahí ya no hay bimonetarismo, hay convertibilidad. Si se fija el tipo de cambio entre el peso y el dólar, la moneda mala desplaza a la buena.
–Una dolarización sin dólares, ¿no llevaría a la hiperinflación?
–Si no hay dólares, es imposible dolarizar. Pero se pueden conseguir dólar de vender activos valiosos o de darlos en concesión.
–¿Como las acciones de YPF?
–El activo que sea necesario. Van a tener que ser varias YPF. Podrían ser los campos de litio, pero están en la jurisdicción provincial, al igual que Vaca Muerta.
–¿Es políticamente viable vender esos activos para dolarizar la economía?
–Soy un convencido de que no vamos a llegar a una dolarización si no es en medio de una gran crisis. Y en medio de una gran crisis, lo políticamente inviable se vuelve económicamente imprescindible.
–¿Es inevitable la gran crisis?
–Es lo más probable. Y para dolarizar, una alternativa es vender activos y otra es pedir un gran préstamo. O inventar un Banco Central; mi propuesta es tercerizarlo. Al país le faltarían, para dolarizar al tipo de cambio actual, US$40.000 millones. Están las alternativas históricas, como mucha inflación y plan Bonex.
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