Intervenciones poco favorables
El próximo año luce como otro en el que el PBI volverá a crecer con fuerza, empujado por un alto consumo. El fortísimo envión que deja 2006 ayuda a apuntalar esta previsión. Este año cerraría con una expansión del PBI del orden de 8.6%, dejando un muy alto arrastre para 2007 (3,5/3,7%). El contexto externo también promete seguir jugando de modo favorable en 2007, pero sin la euforia de los últimos años. Habrá abundante liquidez internacional, importante flujo de inversiones y buenos precios de commodities, especialmente agropecuarias.
Además, en materia de política económica no se vislumbran cambios para 2007. El Gobierno seguirá aplicando políticas keynesianas expansivas (de ingresos, fiscal, monetaria y cambiaria) que estimulan la demanda agregada, e interviniendo en los mercados (por medio de retenciones, controles de precios, congelamiento de tarifas, subsidios, etc) lo que permite mantener bajos los precios domésticos, fomentando un elevado consumo interno.
En efecto, la política de ingresos será expansiva en 2007. Lo más probable es que el Gobierno termine fijando una pauta de aumento salarial para el próximo año de 12/15% y cuente con una unidad sindical suficiente como para controlar mayores reclamos. Con ello y previéndose un importante aumento del empleo, se estima que la masa salarial crecerá fuerte (más de 20%).
En el frente fiscal, el Gobierno destinará todo el aumento de los ingresos a financiar un mayor gasto público. Como los contribuyentes que pagan impuestos tienen una menor propensión a consumir que los individuos que resultan beneficiados con la suba del gasto (jubilados, empleados públicos, etc), la política fiscal será expansiva en el margen.
En tanto, la política cambiaria/monetaria será moderadamente expansiva en 2007. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) comprará un exceso de oferta de dólares (del orden de US$ 11.000 millones) y mantendrá un alto tipo de cambio real; las tasas de interés reales continuarían en niveles levemente negativos y el crédito seguiría creciendo fuerte, aunque menos que este año (30% contra 44%).
Por otra parte, la política de intervención pro-consumo será una herramienta central en 2007. Los cuatro instrumentos que suele utilizar el Gobierno (retenciones, restricción a las exportaciones, controles de precios y subsidios) seguirán fomentando un mayor consumo al abaratar los precios internos, a costa de las arcas públicas y/o del desaliento a la producción. Con la retención (que hoy se aplica sobre las exportaciones de cereales, petróleo, carnes, lácteos, aceites, etc), se reduce el precio local al que se vende un producto con respecto al precio internacional. A su vez, con los controles el Gobierno logra moderar o evitar la suba de precios de productos clave y de mayor incidencia en el IPC. En 2006, esta estrategia ha sido efectiva, beneficiando principalmente a los estratos menos pudientes: en efecto, gracias al control del precio de las carnes y lácteos, la canasta básica alimentaria subió sólo 2.7% en lo que va del año contra el 11% en igual lapso de 2005.
Finalmente, el esquema de subsidios fiscales está destinado básicamente a que no aumente el boleto del colectivo, el subte, el tren, el gas, la luz en los hogares, etc. En 2004, el monto de subsidios fue de $ 1500 millones, mientras que en 2007 superará los $ 6000 millones. Para darse una idea, debido a los subsidios, la tarifa eléctrica de uso residencial hoy en Gran Buenos Aires cuesta menos de la quinta parte de lo que cuesta en Chile o Brasil. En suma, los instrumentos antes mencionados constituyen un subsidio para los consumidores al mantener deprimidos los precios internos. Aunque tienden a resentir la inversión y la exportación.
De todos modos, la consigna oficial parece ser: sigamos apostando a esta estrategia porque hasta la fecha ha producido resultados económicos sobresalientes. Al fin y al cabo es un año electoral y hay que ganar las elecciones. Asimismo, queda claro que la intervención estatal es funcional a los intereses electorales del Presidente. Los votantes de ingresos bajos/medios están en favor de que el Estado siga interviniendo, porque si no lo hiciese pagarían más caro la carne, el colectivo, el gas, la electricidad, etc.
Por último, al Gobierno le resulta casi inevitable seguir estimulando la demanda doméstica porque dado el modelo elegido, la inversión (necesaria para seguir aumentando la oferta potencial) hoy depende exclusivamente de que el consumo siga expandiéndose a buen ritmo. En efecto, la inversión depende de las ventas y ganancias esperadas en el corto plazo ("efecto acelerador keynesiano"). Los otros determinantes que alientan la inversión no están presentes, como la seguridad jurídica, el respeto por los mecanismos de mercado, la estabilidad en las reglas de juego, etc.
Con esta estrategia, en nuestro escenario más probable, la economía se perfila para alcanzar en 2007 un crecimiento del PBI del orden de 7,5%; un aumento promedio del IPC de 10% (aunque los precios libres seguirán moviéndose al actual ritmo de 12/14% anual) y cerrar el ejercicio con un tipo de cambio nominal de alrededor de 3,20/3,25$/US$, equivalente a 1,81/1,84 en términos reales (base diciembre 2001=1).
Problemas irresueltos
Es cierto que siguen existiendo problemas, como la irresuelta forma de salir de los acuerdos de precios, el cuello de botella energético, el debilitamiento del volumen de exportaciones, la falta de competitividad de la economía, el escaso aumento de la productividad laboral o el alto grado de intervención estatal, con reglas cambiantes y sin horizonte de previsibilidad para las inversiones. Pero por ahora ninguno de estos problemas tiene carácter explosivo.
En síntesis, la estrategia de estímulo a la demanda agregada con intervención creciente en los mercados para mantener un alto consumo, es indudablemente muy atractiva para la sociedad y muy potente en términos políticos. Sin embargo, mientras se siga estimulando la demanda, que crece a mayor ritmo que la oferta, continuaremos conviviendo con alta inflación. Además, en la medida que el Gobierno siga sosteniendo precios internos desalineados de los internacionales, determine ganancias empresarias "razonables", mantenga una maraña de subsidios cruzados, y subsidie a consumidores mediante un mayor gasto público o instrumentos de política comercial, le resultará cada vez más difícil efectuar correcciones.
En consecuencia, tenderán a potenciarse las distorsiones, acrecentándose los riesgos de cara al futuro. Aún sosteniendo la estabilidad macro, la permanente intervención estatal puede, a la larga, provocar tensiones principalmente del lado de los productores. No estamos hablando de explosiones en el corto plazo, sino de distorsiones y tensiones crecientes que afectarán la tasa de crecimiento después de 2007.
El próximo domingo: el columnista invitado será Eduardo Fracchia.