Inflación y dólar: los desafíos económicos para 230 días de un “expresidente en ejercicio”
El Gobierno llegó a un punto en el que le es difícil anclar las expectativas; con la imagen por el piso y sin medidas concretas, las variables macro no lo esperan
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En la calle Matheu, donde está la sede del Partido Justicialista (PJ), hay algunas sentencias inapelables. Uno de los concurrentes a la reunión del viernes lo explicaba con crudeza hace un tiempo: “Un peronista sin poder es un mueble. Si tiene suerte, alguien le pasará una franela cada tanto”. El presidente Alberto Fernández, no solo a partir del anuncio de no competir por la reelección, sino mucho antes, ha empezado a transitar ese camino. El problema es que quedan 230 días donde, a diario, hay decenas de desafíos económicos que parecen no tener nadie que los aborde.
Sólo para poner algunos números que hagan de mojón en la crónica. El 1° de abril, cuando el país se anoticiaba de que en Estados Unidos condenaban a la Argentina a pagar miles de millones de dólares por la desprolija estatización de YPF, el dólar oficial minorista estaba a $216, el contado con liquidación (CCL) $406 y el paralelo andaba por los $391. Pasaron poco más de 20 días y los valores son $225, $456 y $460, respectivamente, al cierre de esta nota. Desde entonces y hasta ahora, no hubo ninguna medida para controlar la suba en las pizarras de cotización.
Pero, más allá de que la venta de bonos o algún que otro préstamo se acredite en las cuentas del Banco Central, la gestión económica está paralizada. De hecho, hay un solo puntal que se mantiene como política y que consiste en encontrar dólares frescos de algún lado como para ponerlos arriba de la mesa y calmar la demanda. Ahora bien, si esa va a ser la única política clara y concreta, es necesario entrar en un terreno donde el Presidente es el principal gestor: el de las expectativas.
¿Qué tiene que ver eso? Sucede que si la única política vigente va a ser correr con dólares empuñados como espadas para ofrecerlos a los que estén dispuestos a pagarlos, pues el precio empieza a ser la gran variable. Dicho de otra manera, en caso supuesto e hipotético que los consigan, ¿hasta qué precio están dispuestos a comprar los agentes económicos? O, si se lo quiere más simple, ¿es caro o barato comprar dólares?
Con un “expresidente en ejercicio”, tal como lo definió un dirigente del PJ, con un ministro de Economía, Sergio Massa, que atiende a la política con una mirada de supuesto candidato, y con un calendario electoral que podría extender las definiciones hasta fines de noviembre, cuando se celebre el ballotage, pues la sensación es que cualquier pecio es barato para aquellos que tienen muchos pesos. Es decir, nadie sabe si es caro o está en precio, lo que prima es la sensación de que será más accesible que en un tiempo.
Sin medidas económicas concretas y sin ningún ancla de expectativas, todo parece indicar que cualquier oferta de dólares será escasa frente a los que quieren sacarse de encima los pesos.
Este mismo recorrido que se hace con el dólar se podría realizar con la gran mayoría de los bienes que tienen componentes importados. El consumidor, que también se ,mueve con la misma lógica y está lejos de la sofisticación bursátil y financiera de otros, si no tiene acceso al dólar, valida precios de productos, también con la certeza de que el valor de hoy es menor que el de mañana.
La gestión, en punto muerto
Desde hace semanas, la gestión puntual de la Administración Publica es prácticamente nula. Un termómetro de ello es el Boletín Oficial. Hoy, por caso, a 230 días de traspasar la banda y en medio de una fuerte suba del dólar blue y con una inflación consolidada por encima de 100%, no hay ningún decreto publicado. La edición del día apenas contiene seis decisiones administrativas. Algo más: todas ellas son designaciones de funcionarios. Ninguna medida efectiva de rango presidencial.
Esta pequeña anécdota expresa dos problemas: el primero, la falta de gestión; el segundo, el goteo constante que se da en la expansión del gasto. Justamente este punto es uno de los que requiere coordinación y decisión en un año electoral. Sucede que hay varios ministerios cuyos presupuestos corren a ritmo de 100 metros llanos. Alguien debería coordinar ese mostrador en el que todos piden. Otros, en cambio, parecen adormecidos.
Un ejemplo podría ser el Ministerio de Desarrollo Social. Según datos oficiales de ejecución presupuestaria, publicados por la cartera de Economía, el que maneja Victoria Tolosa Paz ejecutó hasta el 21 de abril el 41% de su presupuesto anual de las partidas destinadas a alimentos. Esas partidas deberán ser reforzadas, si se mantiene el ritmo de gasto, y mucho más si, como sucede en años electorales, se relaja la billetera.
En el otro lado, entre los que no ejecutan, o lo que es lo mismo, no gestionan, están algunos ministerios, como Interior, Vivienda y Hábitat, y Turismo. La cartera que conduce el alfil kirchnerista para la presidencia, Eduardo “Wado” De Pedro, ejecutó el 12,65% del total presupuestado, mientras que el que está destinado a la construcción de viviendas, apenas el 14,6%. El que tiene números más magros es el ministerio de Matías Lammens, que apenas gastó 10,8 pesos de cada 100 que tenía estipulados. Claro que es injusta la comparación de aquellos con este, ya que Turismo tiene alguna estacionalidad mayor que aquellos. Quizá por alguno de estos despachos perezosos se escuche aún eso de que hay funcionarios que no funcionan.
Sin coordinación y sin poder, parece difícil que el Gobierno dé certezas en materia económica como para anclar las expectativas. Según datos de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) está en valores históricamente bajos. “El ICG de abril fue de 1,07 puntos, con una disminución de 9,1% respecto al mes de marzo. En términos interanuales, el índice tuvo una variación negativa de 25,5%. El nivel de confianza actual es 45,6% inferior al de la última medición del gobierno de Mauricio Macri (diciembre de 2019) y 53,9% menor al del primer mes completo del gobierno de Alberto Fernández (enero de 2020)”, dice el informe.
Hay algo más que vale la pena mencionar de ese indicador: “La caída en el ICG de abril lo lleva al valor más bajo de la gestión de Fernández. El único menor desde mayo de 2003 fue en diciembre de 2009, durante la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner (ICG=1,04). El puntaje obtenido en abril en el componente ‘Evaluación general del gobierno’ (0,63 puntos) es el más bajo desde diciembre de 2002, durante el gobierno de Eduardo Duhalde (0,56 puntos)”.
Este nivel de deterioro en la imagen del Gobierno en general, pero del Presidente en particular, torna difícil el margen de acción. Por lo que demuestra, Alberto Fernández no está en condiciones de anclar expectativas económicas como para encarar esta parte crucial de la coyuntura argentina. El problema es que la economía tiene otros actores más allá de los funcionarios. Claro, tienen métodos y tiempos muy distintos. El mercado no parece estar dispuesto a esperar 230 días sin medidas.
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