Inflación vacuna: preocupante, pero no inesperada
El Gobierno no puede actuar como si en materia inflacionaria viniéramos fenómeno pero el problema es que las vacas no colaboran
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Adalbert Krieger Vasena, quien desde marzo de 1967 implementó un plan antiinflacionario, se benefició con el hecho de que los ingleses, para resolver un problema interno, una vez más “descubrieron” que la carne argentina tenía aftosa y dejaron de comprarnos. Los productores de carne acusaron al ministro de Economía de lentitud en la negociación internacional tendiente a revertir la medida impuesta por la pérfida Albión, porque en el corto plazo reducía la tasa de inflación. La situación se revirtió en los primeros años de la década de 1970.
José Alfredo Martínez de Hoz, en setiembre de 1979, es decir, en plena vigencia de la tablita cambiaria, tuvo que enfrentar un súbito aumento del precio de la carne. No dibujó la estimación oficial de la tasa de inflación, sino que publicó dos índices: el de siempre, y el “descarnado”. Todo se olvidó al poco tiempo, porque se trató de un aumento estacional del precio del producto.
Ricardo Mazzorín, secretario de Comercio del ministro Juan Vital Sourrouille, en 1986 pretendió neutralizar un aumento del precio de la carne vacuna que comprometía el funcionamiento del plan Austral importando pollos. La idea no era mala: ante el aumento de la escasez de un bien, que suba la oferta de los sustitutos. Pero lo encaró con las características y la velocidad con la cual contrata el Estado. Resultado: miles de toneladas de pollos fueron congeladas durante años en la Argentina y finalmente destruidas, por haber dejado de ser aptas para consumo humano.
Lucio Graciano Reca, economista especializado en el sector agropecuario, suele decir que los gobiernos a través de sus acciones convierten al ciclo ganadero en un ciclón. Ojalá no estemos a las puertas de un nuevo ejemplo de esto.
La realidad es que la tasa de inflación, que durante 2022 fue de casi 100%, no fue mucho mayor gracias a la liquidación de animales producto de la sequía. Proceso que, tal como era de esperar, se está dando vuelta; es decir, se está pasando de la liquidación a la retención. Lo único que no tienen que hacer las autoridades es actuar como si no estuviéramos delante de un fenómeno real.
Última: ni los monetaristas extremos pueden ignorar que además del déficit fiscal y la emisión monetaria existen causas reales que impulsan el aumento de los precios, ni el Gobierno actuar como si en materia inflacionaria viniéramos fenómeno, pero el problema es que las vacas no colaboran.
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