Inflación: Milei va ganando 1 a 0, pero queda mucho partido por delante
El Gobierno logró completar otro mes en el que el IPC mostró una fuerte baja respecto del mes anterior (4,2% vs. 8,8%); para los analistas ayudó el freno a los precios regulados y los índices venideros serían menos contundentes; la batalla de los pronósticos la va liderando Caputo
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Luis Caputo y Javier Milei podrán decir, como los jugadores de fútbol, “hoy a disfrutar y a partir de mañana a pensar en lo que viene”. Es que si bien Economía logró completar otro mes en el que la inflación mostró una fuerte caída respecto del mes anterior (4,2% vs. 8,8%) -el objetivo que se trazó el Gobierno tras la devaluación de diciembre-, los índices venideros prometen ser menos contundentes. Es la más baja desde enero de 2022 (3,9%), pero el próximo partido se jugará el 12 de julio, cuando el Indec dé a conocer la inflación de junio.
La poda del índice de precios al consumidor (IPC) en 20 puntos porcentuales, desde el 25,5% de diciembre al 4,2% de mayo conocido hoy, le llevó al Gobierno seis meses; bajarlo del 4,2% al 2% mensual -en línea con el ritmo de devaluación fijado por la tablita (crawling peg)- podría insumir otro tanto o incluso más. Por lo pronto, los analistas que participan del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central estimaron la inflación para junio y julio, en promedio, en un 5,5%. Es decir, se interrumpiría, o al menos se mantendría estable, esa escalera descendente que se ha visto hasta el momento.
Aunque los números proyectados puedan terminar siendo más bajos (de hecho, para el mes pasado las consultoras esperaban un IPC de 5,2%), la estimación generalizada es que los indicadores se ubicarán en un escalón más alto que en mayo. No sería nada del otro mundo: la inflación no es un fenómeno lineal, pero, dado que el Gobierno se autoimpuso la necesidad de mostrar siempre un IPC menor al del mes anterior, el dato será seguido de cerca y con morbo, listo para ser usado por la política para un lado o para el otro.
Pero más allá de cualquier posible especulación política, los analistas también ven razones económicas para creer que a partir de ahora la desaceleración de los precios será más trabajosa y observada. Por ejemplo, según consideró el Ieral, de la Fundación Mediterránea, en su último informe, “si junio y julio amenazaran con una tasa de inflación superior a la de mayo, entonces la actual tasa de interés del 3,3% y el deslizamiento del tipo de cambio al 2% pasarían a ser monitoreados con lupa por el mercado”.
Haga lo que haga el mercado, afirman en el Banco Central, “la regla del dos” es intocable por más que muchos pidan abandonarla, incluso si lo aconseja un amigo de la casa como el exministro Domingo Cavallo. “¿Cuál es el argumento por el cual una devaluación no tendría un pass through [traslado a precios] del 100% inmediato?; ¿Cuánto ganás moviendo el tipo de cambio nominalmente versus los costos que acarrea?;¿Hoy un salario está alto o bajo en dólares? Seguro que más bajo que en 2018, cuando estábamos en crisis”, dicen en el ente monetario. “A Mingo lo adoramos; es un ídolo, pero ¿cuál es la alternativa?”, disparan.
Hay algo cierto: el Gobierno les ganó la pulseada teórica a muchos de los economistas con los que polemiza a diario: la inflación mensual cayó a un dígito antes de lo proyectado, en abril, y no en junio o julio como vaticinaba la mayoría durante el verano pasado.
“Pasamos de una inflación que corría al 17.000% anual a una del 50%; obedece al programa de estabilización duro que llevamos a cabo”, se felicitó el Presidente ayer en un evento de la Fundación Libertad.
“Nosotros sí pensábamos que la inflación iba a bajar, por eso nos mantuvimos con el crawling peg del 2%. Además logramos esta baja sincerando un montón de precios relativos, como alimentos, tarifas, combustibles, y el tipo de cambio”, dijo, por su parte, Caputo, en otro encuentro. Punto para el ministro, aunque el camino hacia adelante es largo.
Los precios regulados han contribuido a la marcada desaceleración de mayo, tanto por la demora en los ajustes de las tarifas de gas y luz como por el freno en los aumentos de las prepagas. Con la quita de subsidios de junio a sectores medios y bajos, y si se avanza en ajustes pendientes, como en el transporte, más la liberación en julio, nuevamente, de las cuotas de la medicina privada, los próximos índices verían una suba mayor en el componente de los regulados, que contribuye significativamente al indicador general. “Los precios estacionales subieron 7,2%; la núcleo 3,7%, bastante menos de lo esperado, y los regulados 4,0%. Por eso el equipo económico empezó a hablar de tasa de interés positiva en términos reales”, analiza Jorge Vasconcelos, del Ieral, de la Fundación Mediterránea.
Otro factor a monitorear, por supuesto, será la evolución de los dólares libres, cuya volatilidad tarde o temprano repercute en los precios. El tamaño de la brecha cambiaria será clave en las expectativas de devaluación, que terminan reflejándose en los precios, tal como se vio en 2023 y este año, a principios del gobierno libertario. Los vaivenes de la política pueden alterar esta variable sensible en cualquier momento, para mal o para bien, como se está viendo en estas últimas semanas y horas.
Miguel Kiguel, un economista que se ha especializado en el estudio de los procesos inflacionarios, afirma que si bien hay aspectos puramente monetarios que impactan en los precios en el largo plazo, en el corto hay factores que los afectan independientemente de la cantidad de dinero en circulación. “Hay un reacomodamiento de precios relativos que es un proceso que tiende a ser largo, porque no todos los precios ajustan al mismo tiempo, en el que variables como salarios, tarifas e inflación quedan desfasados momentáneamente unos con otros. Es el proceso que viene, que no tiene que ver con lo fiscal o lo monetario”, explica. De allí que cree que la inflación se estabilizará en torno del 5 o 6% mensual. “Lo de esta baja de 20 puntos es especial; el 25% mensual es un efecto de una vez; no liberás todo de golpe como en diciembre, por eso la inflación ya no caerá tanto; bajar medio punto cuesta sangre, sudor y lágrimas”, advierte. Y compara: “Estados Unidos pasó relativamente fácil de una inflación anual del 8% al 4 o 3,5%, pero ahora le cuesta ir del 3,5% al 2%”.
Dentro de este complejo proceso de reacomodamiento de precios, y tomando los componentes de la inflación de la ciudad de Buenos Aires, el Ieral pone la lupa también sobre los servicios intensivos en mano de obra para advertir que están lejos de converger a la pauta cambiaria del 2%. En mayo aumentaron 7,8% contra una índice general de 4,4%. Aquí se incluyen ítems como corte de pelo, plomería, ciertos servicios médicos y domésticos. “Es por eso que el mes pasado registraron una inflación del 5,8% en dólares”, explica Vasconcelos.
El último REM mostraba proyecciones de inflación que llegan hasta noviembre con un 4,5%. ¿Podrá el Gobierno llevar la cifra al 2% para fin de año? Para el economista de la Mediterránea, “todavía falta mucho” para saberlo y prefiere concentrarse en lo que pueda suceder en este mes y el próximo, en los que no ve señales de una desaceleración adicional de los precios respecto de la que se dio en los últimos meses.
“Decían que la inflación no iba a bajar del 10% [mensual], ahora dicen que no va a bajar del 4,5%”, desafió Caputo esta semana. Hagan sus apuestas.