Inflación: el número que alarma a los economistas
Los consumidores lo sienten y padecen y los economistas lo advierten: la inflación no solo se aceleró, sino que se está generalizando. Y lo que es peor, eso sucede en los rubros que pueden considerarse más sensibles.
De aquella sensación de alivio que se había generado entre abril y hasta mitad de junio pasado, luego que el IPC cerrara por dos meses en el 1,5% promedio en medio del Aislamiento Social Obligatorio y Preventivo (ASPO), ya no queda nada.
Desde algunas consultoras que monitorean los precios de la canasta básica periódicamente advierten que las remarcaciones son cada vez más frecuentes.
"Hemos detectado que todos los precios de alimentos y bebidas se están actualizando en tres meses. En promedio, por semana, vemos que suben de precio el 8% de los productos relevados. A ese ritmo en abril ningún precio será el mismo que el actual. Tendremos, otra vez, precios de alimentos y bebidas completamente nuevos", dice Guido Lorenzo, director ejecutivo de LCG, consultado por LA NACION a partir de lo que confirmaron ayer los datos del Indec.
Se trata de una consultora que, desde hace varios años, hace un seguimiento de los precios mediante web scraping o "raspado de web", usando programas de software que le permiten extraer información de páginas de comercios y cadenas, un método al que debió apegarse también el Indec en los últimos meses, por la pandemia.
Concretamente, todos los miércoles relevan precios de 8000 alimentos y bebidas de cinco supermercados principalmente y algunos centros comerciales de los que disponen datos, replicando los ponderadores que corresponden a la estructura de IPC de la ciudad de Buenos Aires.
-La inflación finalmente escaló al 4% en diciembre. ¿Es un salto meramente coyuntural o estamos ante una aceleración?
-Lo coyuntural fue la relativamente baja inflación previa durante el aislamiento y la fuerte caída de actividad. Pero hoy estamos ante una aceleración que preocupa.
-¿Por qué le preocupa?
-Porque si uno considera que el último trimestre fue lo más parecido a la normalidad, la inflación promedió un 3,6%. Eso quiere decir que la economía está operando a un nivel del 52% anualizado. Y porque en nuestras mediciones vemos que en enero, en alimentos y bebidas, sigue a la misma velocidad.
-Concretamente, ¿qué vienen detectando en los relevamientos que realizan?
-En alimentos y bebidas venimos registrando consistentemente un aumento general de precios, particularmente liderado por las carnes en los últimos meses, pero que no es exclusivo de ese rubro. En las primeras semanas de 2021, observamos que el aumento de este rubro ha mantenido el ritmo del último trimestre, pero ahora está acompañado por alzas marcadas en frutas y lácteos. El fenómeno ya es general: si conversamos en abril ningún precio será el mismo que el actual.
-¿De dónde surge esa proyección?
-Lo que venimos notando es que, en promedio, por semana suben de precio el 8% de los 8000 productos relevados. A este ritmo en menos de 90 días tenemos precios de alimentos y bebidas completamente nuevos. El consumidor lo padece: nota que todas las semanas le suben muchos precios. A nivel macro ya es un fenómeno complejo: marca que todos los contratos deben revisarse con una frecuencia muy corta, dado que si se fijan por año, se atrasan.
-Una complicación más...
- Desde ya porque eso dificulta cerrar contratos de alquiler, contratos de servicios, salarios, honorarios profesionales, etc. En ese descontrol cada uno quiere cubrirse y se genera una inercia que es difícil de cortar.
-¿Se corre el riesgo de volver a entrar en una espiralización inflacionaria?
-Sí. Si bien 2020 cierra con inflación interanual de 36,1% (la más baja desde 2017) lo que enciende las alertas es la trayectoria de los últimos meses. A pesar de todos los controles de precios y cambiarios que establece el Gobierno, la inflación núcleo en diciembre fue de 4,9%. Es un precedente complejo en esta época del año en la que suelen renegociarse muchos contratos. Este impulso podría trasladar la inflación reciente al futuro inmediato y acelerarla.
-¿Nada la limita?
-Sí, los salarios que son claramente los rezagados. El tipo de cambio acompaña a los precios de bienes y servicios, pero la recesión y el elevado desempleo real reducen la posibilidad de una dinámica más preocupante. Ahora, con la actividad recuperándose se corre el riesgo de acelerar la dinámica actual.
¿Qué debería o podría hacer el Gobierno hacer para evitar ese riesgo?
-La inflación es un proceso muy difícil de cortar de un momento a otro con herramientas tradicionales de política económica, sobre todo cuando una administración, por distintas razones, no tiene credibilidad. La solución es reducir el déficit fiscal para ir reduciendo su financiamiento vía señoreaje, pero eso incluso podría acelerar la inflación en el corto plazo si se ajustan tarifas de servicios regulados. Pero esa solución es a largo plazo, aunque si se fijaran metas y diera algún marco de mayor previsibilidad ayudaría porque se necesita certidumbre, objetivos y un plan de acción que medie la realidad con los objetivos. El canal costoso es inducir a una recesión que siga deprimiendo la demanda. El virtuoso es el de la coordinación con señales que mencionaba.
-¿El set de medidas de control que parece dispuesto a abordar el Gobierno para lidiar con este problema alcanza?
-La coordinación por coerción, es decir controles cada vez más pronunciados, solo difiere inflación en el tiempo. Es patear la pelota para más adelante. Pisar tarifas de servicios genera desinversión y tiene consecuencias en el déficit fiscal y energético. Son dos colchones que pueden desgastarse rápidamente otra vez y agravar el problema inflacionario si la resolución es forzosa. Por otro lado, la profundización de controles daña la señal de precios, clave para asignar recursos y poder dinamizar la actividad económica.
-¿Entonces?
-Insisto en que el Gobierno debiera enfocarse en recuperar la credibilidad para coordinar expectativas. La gestión del BCRA que derrapó en 2018 tenía objetivos ambiciosos y abusó del canal del atraso cambiario. El no cumplimiento de metas solo fue un episodio que corrobora esto, la rendición de cuentas y las señales deben ser creíbles y debe haber un compromiso férreo con herramientas específicas. Estamos en una situación descontrolada de la cual no se sale controlando, se sale coordinando.
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