Industria naval: la falta de insumos y el alza de costos “traban el crecimiento” del sector
El Gobierno había fomentado la producción de embarcaciones, pero la demora en la aprobación de las importaciones obliga a los astilleros a comprar a revendedores locales, cuyos precios son más elevados en dólares
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CÓRDOBA.- Las importaciones siguen trabadas y la mayoría de los sectores productivos continúan reclamando por el bajo nivel de aprobación de las SIRAS. En el caso de la industria naval, alertó que su “crecimiento está trabado” por este problema. Domingo Contessi, presidente de la Federación de la Industria Naval, explica que las demoras en la salida de los permisos y en el giro de divisas está “ralentizando la construcción de buques y el proceso de renovación de la flota pesquera, que este Gobierno había impulsado fuertemente”. Subrayó que el mayor problema es el aumento de costos que se desprende de la situación.
En diálogo con LA NACION plantea que los problemas con las SIRA “en más o menos tiempo” se terminan arreglando, pero los “brotes verdes” que registraba la industria naval se frenan por la “pérdida de competitividad”. Desde comienzos del 2020, en la Argentina se botaron 29 barcos, 17 de los cuales fueron pesqueros langostineros, que están entre los de más envergadura.
Un barco pesquero -lo que más fabrica hoy la Argentina- lleva unos 3000 ítems distintos, de los que alrededor del 35% son importados, más allá de que “muchas veces” los proveedores nacionales también dependen de insumos que llegan de afuera. Por ejemplo, un guinche de pesca se produce en el mercado doméstico pero las bombas hidráulicas que lleva son importadas.
Contessi detalla que por las demoras pasaron de trabajar de forma seriada a secuencial y dosifican los insumos: “Esa situación hace perder competitividad”, dice, y describe que el atraso cambiario de 2021 y 2022 hizo que todos los productos fabricados en el país, así como los importados que revenden terceros, aumentaran en dólares oficiales. Y, a partir de las restricciones a las importaciones, los incrementos de los importados por terceros “se volvieron intolerables”.
“Al no saber el revendedor a qué dólar podrá reponer el producto importado lo termina valuando al blue o al MEP -añade-. De este modo nuestra industria tiene en este momento insumos básicos, como el acero o el aluminio naval, que se consiguen en el país hasta cuatro veces más caros que lo que salen en el mundo”. En números: si un astillero importa directamente el acero naval paga US$850 la tonelada, pero si lo compra a revendedores locales que lo traen de Brasil, cuesta entre US$3900 y US$4500 la tonelada.
Fuera de competencia
Esta situación se repite en mayor o menor medida en cientos de insumos importados, según comentaron desde los astilleros que deben importar lo que antes compraban en el país, porque si no el precio de un pesquero debería saltar de US$3 millones a US$5 millones.
Contessi enfatiza que los clientes perdieron rentabilidad porque sus commodities (los pescados) no subieron. “¿Cómo le vamos a vender trasladando esa suba de costos?”, reflexionó, y marcó la paradoja de que después de que esta misma administración aplicara políticas que beneficiaron a la producción naval, ahora la complica.
Insiste en que la industria, hasta comienzos del 2021, “era competitiva, pero hoy dejó de serlo”. Los principales competidores son los astilleros españoles: hasta hace dos años, los argentinos eran entre 15% y 20% más baratos, pero ahora son 35% más caros.
“El actual gobierno ha hecho mucho y bien para fomentar a la industria naval argentina -plantea el empresario-. Nos declaró sector estratégico, no derogó el decreto de renovación de flota 145/19, incluyó a la industria naval en el programa Prodepo [Programa Nacional de Desarrollo de Proveedores], creó una línea de crédito del Banco Nación para construcción de buques e impidió la importación de buques usados que pueden construirse en el país, aplicando herramientas existentes, pero que en administraciones anteriores no se aplicaban”.
En ese contexto, los astilleros invirtieron en ampliar la capacidad instalada, emplearon más gente y algunos que hacían solo buques fluviales o barcazas empezaron a construir barcos pesqueros. En menos de cinco años, según datos de la Federación, la antigüedad promedio de la flota pesquera de 39 a 35 años.
“Lamentablemente, una mala macroeconomía -inflación con atraso cambiario- y estas trabas a las importaciones están tirando por la borda todo lo bueno que se hizo”, resume Contessi, quien asegura que hay “muy buen diálogo” con la subsecretaria de Industria, Priscila Makari, y con Germán Cervantes, subsecretario de Política y Gestión Comercial, quienes los atienden y responden “parcialmente” a los planteos.
Por su parte, el consultor de la industria naval Raúl Podetti sostiene ante este medio que, además de afectar la construcción de barcos, la demora en las importaciones golpea el mantenimiento. “Las roturas no se pueden previsionar y sin insumos un buque queda parado y eso afecta una planta de pescado y la economía de la zona”, explica.
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