India ilustra los desafíos que afrontan las semillas transgénicas de Monsanto
En un laboratorio de investigación rodeado de hectáreas de tierra árida en el oeste de India, Bharat Char muestra brotes diminutos de arroz, trigo y quimbombó en botellas de vidrio.
Estas plantas podrían resolver muchos de los problemas alimentarios de India, dijo. Debido a que han sido modificados genéticamente para resistir insectos y herbicidas, podrían aumentar las ganancias de los campesinos pobres de India y reducir las importaciones de comida, agregó el científico de Mahyco, una empresa india que se ha asociado con Monsanto Co. para desarrollar cultivos biotecnológicos.
Se estima que organismos modificados genéticamente, o transgénicos, crecen en 97% de los campos de algodón de India y han ayudado al país a convertirse en el principal productor de esta fibra del mundo, según ciertos indicadores.
Sin embargo, después de una década de esfuerzos de Monsanto y Mahyco para conseguir la aprobación del gobierno para cultivos de alimentos biotecnológicos, las semillas para plantas como las de Char siguen en el limbo, bloqueadas por la oposición de los ambientalistas, el escepticismo de los agricultores y la inercia burocrática. A pesar de decenas de pruebas de cultivos de alimentos biotecnológicos, el país no los ha aprobado para uso comercial.
Radha Mohan Singh, el ministro de Agricultura de India, dijo que el gobierno estaba esperando que la Corte Suprema fallara en un caso que se opone a los transgénicos antes de decidir sobre los cultivos para uso comercial.
Entre tanto, el negocio de algodón de Monsanto en India enfrenta nuevas amenazas, como controles de precios del gobierno en conexión con la genética de las semillas y una investigación antimonopolio sobre las prácticas de fijación de precios, lo que llevó a Monsanto a advertir el 4 de marzo que podría retirar sus genes de cultivos biotecnológicos del país.
La experiencia de Monsanto es parte de un ofensiva más amplia contra los cultivos transgénicos en la que participan ecologistas, grupos de consumidores y nacionalistas que han frustrado la expansión de la tecnología luego de años de crecimiento. Los opositores de los cultivos biotecnológicos dicen que pueden perjudicar el medio ambiente, lastrar a los agricultores con semillas costosas y ser potencialmente perjudiciales para la salud humana.
Los defensores de los cultivos transgénicos rechazan tales acusaciones y la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), la Organización Mundial de la Salud y la Comisión Europea han concluido que los transgénicos son seguros para el consumo humano.
De todas maneras, la resistencia a los alimentos genéticamente modificados se ha expandido en el mundo. Más de la mitad de los países de la Unión Europea han adoptado medidas que prohíben el cultivo de transgénicos. Aunque las semillas genéticamente modificadas son ampliamente usadas en Brasil y Argentina, otros países latinoamericanos como Venezuela y Perú las han prohibido. Rusia no ha aprobado ningún cultivo biotecnológico y no se anticipa que China apruebe nuevos culti-vos de este tipo.
La compaña en contra ha desacelerado el crecimiento de las ventas globales de semillas genéticamente modificadas. Las ven-tas subieron 8,7% en 2013 y apenas 4,7% en 2014 para totalizar US$21.000 millones. Esto se compara con un crecimiento anual que promedió 21% entre 2007 y 2012, según la firma de investigación Phillips McDougall Ltd.
Las semillas biotecnológicas han casi saturado los principales mercados donde han sido aprobadas, dijo Mike Mack, quien se jubiló en octubre como presidente ejecutivo de Syngenta, una compañía de cultivos transgénicos que Monsanto intentó infructuosamente adquirir el año pasado. "Muéstreme los nuevos mercados o nuevos cultivos que nos van a traer el tipo de ola que vimos en la última década. No diviso un repunte importante pronto", indicó en septiembre.
Hace dos décadas, India parecía ser un terreno fértil para Monsanto.
India cultivaba la mayor zona algodonera del mundo, pero producía una de las menores cantidades de pacas por hectárea. Cuatro millones de agricultores de algodón indios combatían las mismas pestes que sus pares estadounidenses. Monsanto creó un gen con una bacteria llamada Bacillus thuringiensis (Bt) que hacía que las plantas secretaran una proteína que mataba al insecto. En 1997, Monsanto formó una empresa conjunta con Maharashtra Hybrid Seeds Co., o Mahyco, para combinar su biotecnología con las semillas de Mahyco creadas para el suelo indio.
Cuando Mahyco obtuvo en 2002 permiso para vender la primera semilla de algodón biotecnológico. "Fue como si India hubiera ganado el mundial de críquet", dijo D. Narain, quien entonces era el responsable de la filial en India y hoy es el tesorero de Monsanto.
Para fines de 2006, los genes de Monsanto cubrían alrededor de 40% de los cultivos de algodón de India, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro fundada por gobiernos y empresas que hacen seguimiento y promocionan la biotecnología en la agricultura.
Sin embargo, los nubarrones llegaron. Temores de que el gobierno indio dependía demasiado de las empresas biotecnológicas para investigar la seguridad y de que las plantas transgénicas fueran combinadas con versiones silvestres llevaron a la nutricionista Aruna Rodrigues a buscar científicos independientes y recopilar datos para desafiar al gobierno sobre su manejo de los cultivos biotecnológicos.
En 2005, presentó una petición ante la Corte Suprema de India para implementar una moratoria sobre los ensayos en terreno de los transgénicos, con el argumento de que dichos cultivos perjudicarían las cualidades nutricionales de los alimentos. La corte aceptó la solicitud, que todavía está en proceso en el notoriamente lento sistema judicial de India. Ante la presión pú-blica, el gobierno impuso en 2010 una moratoria sobre una berenjena resistente a los insectos que estaba lista para ser aprobada.
De todas formas, el potencial de India persuadió a Monsanto a continuar su investigación en el país y siguió obteniendo aprobación para ensayos, incluyendo uno para maíz biotecnológico.
"Necesitamos innovación en la agricultura del país", dijo Shilpa Divekar Nirula, presidente ejecutivo de Monsanto India. "El gobierno parece decidido a promover la innovación (...) pero algo como esto está en contraposción con lo que el gobierno está tratando de hacer".
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