Impusieron las empanadas argentinas en Oslo porque los medios noruegos viralizaron su historia
La pareja se fue del país hace cuatro años para trabajar; la pandemia cambió sus planes; de restaurantes cinco estrellas pasaron a su emprendimiento
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Los argentinos Romina Yanarello, de 25 años, y Nicolas Peranic, de 28, se cruzaron trabajando en la cocina de un hotel porteño; después de un tiempo se cruzaron en Dinamarca y se enamoraron. Ambos son chefs, decidieron probar suerte en Hungría y allí los varó la pandemia de coronavirus. Seis meses en los que gastaron todos sus ahorros; empezaron a buscar un pasaje para regresar a la Argentina pero terminaron en Oslo, nuevamente en un restaurante. Una cuarentena los mandó de nuevo a casa, donde empezaron a vender empanadas para sostenerse. Ahora son dueños de De mi tierra, donde comercializan 15.000 empanadas y 2000 alfajores y medialunas por mes.
La historia de cómo sus empanadas saltaron a la fama tiene que ver con que los medios noruegos se hicieron eco de que dos chefs de restaurantes reconocidos -Yanarello era Head Pastry Chef del A L’aise y Peranic, chef de Partie del Maaemo- “cocinaban en sus casas y vendían comidas”.
“Nos fuimos hace cuatro años de la Argentina -cuenta Yanarello a LA NACION-. Queríamos conocer nuevos lugares y Europa es la meca de la gastronomía, donde están las tendencias, queríamos explorar. Nos vinimos por separado, pero ambos tuvimos muy buenos trabajos”.
De mi tierra nació por la necesidad que les generó la pandemia. El coronavirus los encontró en Hungría: “Gastamos todos los ahorros para poder vivir; era una tortura lenta ver cómo se va la plata y te vas quedando en cero. Siempre especulando en que ya se iba a terminar el aislamiento. Pero como no pasaba, empezamos a ver vuelos para la Argentina; ahí le llega a Yanina una oferta de trabajo en Noruega. Nos fuimos y empezamos de cero”.
Ambos empiezan a trabajar en restaurantes y hay otro cierre. Era octubre del 2020 y la ayuda estatal no alcanzaba, así que se deciden y empiezan a hacer y a vender empanadas. “La historia se volvió viral; los diarios nos empezaron a hacer notas y un crítico de la guía de los 50 mejores restaurantes del mundo las probó y habló de nosotros”, repasa Yanarello.
Arrancaron vendiendo 20 docenas por semana que, rápidamente se volvieron cien. Todo lo cocinaban en un departamento de 29 metros cuadrados. Cuentan que cuando la historia se hizo popular empezaron a recibir propuestas de lugares para que abrieran un local; como ya no podían seguir en el espacio donde estaban, avanzaron con un constructor de un patio de comidas en la zona de Oslo donde salen los ferries a las islas.
Al comienzo los clientes eran argentinos y fueron ellos los que los hicieron conocidos entre los noruegos. “Les estamos súper agradecidos, muchos viven desde hace años y querían mostrar lo que comían en la Argentina; en Oslo no hay ningún local de empanadas, el nuestro es el primero”, aporta Peranic.
Comenzaron con dos sabores (carne y pollo) y fueron agregando de hongos, de cordero, de humita, de jamón y queso; también medialunas, alfajores y choripán. Abrieron el local en setiembre y subrayan que los trámites fueron una “locura”.
“Hubo que aplicar a muchos permisos, estudiar normas y lo más difícil fue el idioma -dice Yanarello-. Toman un examen en noruego de las leyes y hay que darlo sin traductor ni diccionario. Cada uno de nosotros lo rindió mal cuatro veces. Sin eso no se puede tener la licencia de ventas”.
Habían firmado el contrato por cinco años con el espacio y no tenían la empresa inscripta. La ventaja es que patio de comidas diseñó las cocinas a pedido de los ocupantes y se hicieron cargo de esa inversión. Los dos cocineros coinciden en que eso los ayudó “mucho; no teníamos plata para abrir; ni tampoco la idea, ni el plan”.
“El trato que hicimos ayudó mucho; el lugar tiene espacio para 1000 personas; pagamos un porcentaje de las ventas que no es muy alto, es aceptable”, explica Peranic, quien señala que los salarios en Noruega son altos, pero también las cargas sociales, los impuestos y los costos de la materia prima.
“Abrimos con el producto ya instalado, muy metido socialmente; los noruegos conocen las empanadas porque viajan -agregan-. Sumamos las medialunas, el dulce de leche casero, el choripán, los alfajores. Lo dulce es un éxito. Nos llena de orgullo hacer un producto nacional al que le va bien afuera”.
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