Impuesto a la renta financiera: más problemas que virtudes
El sistema tributario es el conjunto armónico de impuestos establecidos en un país según principios económicos, políticos y sociales de los gobiernos. Constituye la más importante herramienta para obtener los recursos tendientes a satisfacer las necesidades esenciales de la población. La equidad y la eficiencia son dos objetivos económicos deseables al diseñar un sistema tributario. Sin embargo, muchas veces es necesario elegir entre una y otra.
Un tema polémico es la exención o gravabilidad de las rentas financieras con el impuesto a las ganancias. Quien prioriza la equidad considera que esas rentas deben tributar, dado que otras fuentes más esforzadas, como el trabajo personal, pagan el gravamen. Quienes valoran la eficiencia consideran al sistema tributario como una herramienta para incentivar o desmotivar ciertas conductas.
Durante muchos años, en la Argentina se apostó por la eficiencia y se eximió a estas rentas, para impulsar el ahorro y la inversión en títulos públicos y depósitos bancarios. Existe una capacidad económica que desde la visión de la equidad se considera justo captar con impuestos; pero, ¿qué distorsiones económicas produce?
La ley 27.430 dispuso gravar con Ganancias a las rentas de fuente argentina obtenidas por personas humanas y por sucesiones indivisas residentes en el país, que sean producto de distintas alternativas de inversión financiera (colocaciones en entidades financieras del país, títulos públicos, ON, FCI, bonos y otros valores).
Respecto de los beneficiarios del exterior con rentas financieras en el país a través de Lebac, monedas digitales, títulos públicos, acciones, fideicomisos financieros y otros activos, también están gravados. Por otra parte, por aplicación de los convenios de doble imposición con Brasil y Bolivia, se da la paradoja de que un residente argentino paga menos impuestos por financiar deuda pública de esos países que la del nuestro.
Con inflación y volatibilidad cambiaria es muy difícil determinar cuál es la "verdadera" ganancia de las rentas. Lo más probable es que en la mayoría de las operaciones haya una pérdida real de capital. Si sumamos impuestos, la pérdida es insostenible y la huida de capitales, inevitable.
Gravar las rentas financieras genera efectos no deseados. El Congreso debería considerar dejar sin efecto este impuesto. Así, los inversores tendrán un motivo válido para financiar al Estado o para volcar ahorros en plazos fijos. Eso mostraría la eficiencia de un incentivo fiscal al servicio de la actividad. Los capitales son "mimosos": van donde mejor los tratan.
Tributarista, profesor de TEoría y Técnica Impositiva I de la FCE (UBA)
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