¿Importa dónde se ubique la planta de GNL? ¿O importa que se instale?
La difusión del tema se centró en las discusiones sobre a qué provincia, si a Buenos Aires o a Río Negro, llegarían las instalaciones para licuar gas; esa pulseada dejó en segundo plano el hecho la importante inversión prevista
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Los medios masivos de comunicación en la Argentina están tan politizados que la cuestión de la localización de la instalación de una planta de gas natural licuado (GNL), por parte de YPF-Petronas, inversión de aproximadamente US$30.000 millones a lo largo de una década, se concentró en la pulseada desarrollada entre los gobernadores de las provincias de Río Negro y Buenos Aires, pasando a un segundo plano el hecho mismo de la cuantiosa inversión y dónde debería instalarse, atendiendo exclusivamente a consideraciones técnicas.
Sobre esto último consulté al alemán August Losch (1906-1945), porque, al decir de Wolfgang Friedrich Stolper, Economía de la localización, publicado en alemán en 1939 y en inglés en 1954, es probablemente el libro más original publicado en materia económica en idioma alemán entre las dos guerras mundiales. La mayoría de los académicos se quedan contentos con poder colocar algunos pocos ladrillos en una pared existente; muy pocos logran construir una pared nueva, y muchos menos aún construir un nuevo edificio. Losch fue uno de estos últimos.
–¿A qué se dedicó al comienzo de su carrera?
–Me interesé en el problema de la transferencia y en los problemas monetarios internacionales, así como en los referidos a la relación entre población y ciclo económico. Sobre el aumento de la vida promedio de la población alemana, sostuve que menos gente genera más ahorro e inversión, y produce más productividad y crecimiento. Estas impopulares conclusiones y mi conocida posición antinazi me impidieron dictar clases. Entonces, me refugié en el Instituto Kiel para la Economía Mundial.
–¿Cuál fue su principal contribución?
–Incorporar la dimensión espacial a la teoría del equilibrio general. La distancia se convierte en el fenómeno central. Mis antecesores se ocuparon del equilibrio parcial, como Alfred Weber, o de pequeñas regiones, como Bertil Gotthard Ohlin. Fui del equilibrio parcial al general, e investigué la estructura de una región, en vez de tomarla como un dato. Mi aporte más famoso es mi análisis de la estructura de cierto espacio de tierra, sobre la base de principios simples. El trabajo empírico fue realizado principalmente en el medio oeste de Estados Unidos, donde los supuestos son aproximadamente realistas. La distribución “ideal” es un hexágono, cuando los consumidores están equidistantes unos de otros, cada productor y consumidor está dentro del área de mercado de cada producto, y no hay esquinas vacías.
–¿Dónde debe localizarse cada emprendimiento?
–Una de Per O. Grullo, pero muy importante. La pregunta se refiere a casos en los que existen las opciones.
–¿Por qué dice eso?
–Porque es evidente que no hay más remedio que ubicar una represa hidroeléctrica donde existe o se puede fabricar un lago; una explotación eólica donde hay viento, y lo mismo ocurre con los yacimientos de gas y petróleo.
–Tiene razón. Concentrémonos en casos como el de una fábrica de galletitas.
–Al respecto, voy a plantear un principio fundamental: los costos de transporte no les agregan nada de valor a los bienes transportados.
–No diga tonterías: los tomates no cuestan lo mismo en la quinta donde se cultivan que en la verdulería de la esquina. Parte de la diferencia está en los costos de transporte.
–Me doy cuenta, De Pablo, no soy tonto. Lo que quiero decir es que el tomate “allá”, es decir, en la quinta, es el mismo que “acá”, en la verdulería de la esquina. Lo cual tiene una implicancia muy importante.
–¿Cuál es?
–Que hay que minimizar los costos de transporte. Alejandro Ernesto Bunge analizó de manera conjunta el costo de llevar el grano del campo a la estación de ferrocarril y de esta al puerto, para exportarlo. Las distancias entre las diferentes estaciones del ferrocarril reflejaban los pésimos caminos que, en las primeras décadas del siglo XX, comunicaban los campos con las estaciones de ferrocarril. Si hoy se las quisiera reflotar, la mayoría serían inviables.
–¿Qué tal compensar los mayores costos de transporte con menores impuestos o mayores subsidios?
–Como principio general es una barbaridad. Porque implica utilizar recursos reales (caminos, puertos, medios de transporte, etcétera) para agregar “nada”. Un gobierno que compensara totalmente los costos de transporte observaría que la gente instalaría sus oficinas frente al lago Nahuel Huapi o las Cataratas del Iguazú, viajando gratis todos los días desde y hacia CABA, donde viven los empleados y los profesionales.
–¿Sobre la base de qué hay que determinar la localización de las diferentes actividades?
–Depende, esencialmente, de los costos de transporte de los insumos y de los productos terminados. Al comienzo de la Revolución Industrial era clave ubicar las fábricas cerca de las minas de carbón; a punto tal que la referida revolución no ocurrió en Gran Bretaña, sino en algunas ciudades del norte de dicho país.
–Una aclaración, para no inducir una confusión.
–En el sector industrial, con enorme frecuencia existen los rendimientos crecientes a escala, es decir, la reducción de los costos unitarios a medida que aumenta el nivel de producción. Pero, ¿por qué no existe una sola fábrica de autos en el mundo? Precisamente, porque los costos de transporte para que los diferentes vehículos lleguen a consumidores ubicados en todos los países del mundo, más que compensen las economías de escala.
–Si nos guiamos exclusivamente por consideraciones técnicas, o de eficiencia, ¿no se corre el peligro de la megaconcentración en alguna ciudad o un corto número de ciudades?
–Depende. La urbanización de crecientes porciones de la humanidad, un fenómeno que se da en todos los países, deriva de los beneficios de la aglomeración y la vida urbana. Pero tanto los límites como la distribución, dentro de las diferentes ciudades, dependen mucho de quién se hace cargo de los costos crecientes de aglomeración.
–¿De qué habla?
–Quien migra de un campo a la ciudad, inicialmente al menos, vive en condiciones deplorables, pero no se hace cargo del financiamiento de la provisión de servicios de educación, salud, electricidad, etcétera. Lo mismo pasa con las fábricas: cuando los establecimientos se tienen que hacer cargo del mal olor o del ruido que producen, o de los problemas de tránsito que generan, terminan mudándose.
–Pero entonces, desde el punto de vista estrictamente económico, ¿hubiera sido una barbaridad que la planta de GNL se ubicara en el sur de la provincia de Buenos Aires?
–Todo indica que sí, de manera que las críticas al gobernador Axel Kicillof pueden tener sentido en el plano estrictamente político, pero ustedes, argentinos, van a ahorrar muchos recursos como consecuencia de la decisión empresaria de haber decidido instalar la planta en la provincia de Río Negro.
–Don Augusto, muchas gracias.
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