IDEA: una voz enérgica y un mensaje de esperanza
Se respira en el ambiente, por el calamitoso estado del país, por la intranquilidad que genera la dinámica cambiaria, y por la incertidumbre que depara el escenario electoral, que la situación no da para más; apelando a valores esenciales, Esteban Bullrich fue quien mejor expresó el lema del Coloquio
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MAR DEL PLATA.- Imposible no contrastar lo vivido aquí con aquellas jornadas de alta tensión y pavura.
Corría el Coloquio de IDEA de 2005, en pleno apogeo del gobierno de Néstor Kirchner, cuando desde este encuentro empresario se hizo mención a diversos aspectos de la situación del país. Nada ofensivo ni fuera de lugar, sino más bien expresiones derivadas del sano debate que genera cada año este foro empresario. Aquellas opiniones desencadenaron una reacción furiosa del entonces presidente, que atacó personalmente a importantes hombres de negocios, a tal punto que organizadores de aquel coloquio llegaron a convocar a cronistas de medios a una habitación para implorarles que bajaran el tono de lo que se informaba. Ese momento marcó un antes y un después. Durante muchos años se instaló el miedo, que dio lugar a un estruendoso silencio. El silencio de los empresarios.
Eso se terminó. Si una conclusión puede extraerse de esta reunión anual, que deliberó durante tres días hasta ayer con presencia récord de hombres y mujeres de negocios, es que ese mutismo definitivamente es cosa del pasado.
Hay que admitir que no es algo nuevo: numerosas entidades del mundo de los negocios vienen desde hace años pronunciándose sonoramente en defensa de las instituciones democráticas, por reglas de juego claras y una menor injerencia del Estado en la actividad privada, entre otros aspectos de la vida pública. Pero aquí pudo apreciarse un tono distinto. Se habló a boca de jarro. Se respira en el ambiente, por el calamitoso estado del país, por la intranquilidad que genera la dinámica cambiaria, y por la incertidumbre que depara el escenario electoral, que la situación no da para más.
No hizo falta esperar demasiado para registrar esa catarsis teñida de angustia. Ya en la misma apertura del coloquio, el miércoles pasado, el presidente del foro, Santiago Mignone, cuestionó, despojado de cualquier eufemismo, la corrupción y la inflación “insoportable”, criticó los “ataques” a la Justicia y protestó por un Estado “voraz” que se entromete cada vez más en la vida del sector privado. Habló de “agobio”, de “hartazgo”, del temor generalizado por la expansión de la inseguridad, del dramático aumento de la pobreza y de la desazón que embarga a tantos argentinos que vemos a nuestros hijos emigrar.
En IDEA se dijeron cosas con un énfasis que este periodista no recuerda en años. Resumamos lo más importante: la única forma de volver a ser un país serio es respetar la Constitución y las instituciones democráticas; no hay otro camino que apelar a acuerdos y a la vocación de diálogo, despojarse de prejuicios y terminar con la lógica amigo-enemigo. Hablar de “casta” impone una distancia que dificulta la búsqueda de consensos. Sin una macroeconomía estable no hay país posible. La sociedad argentina está en el límite de la tolerancia ante la excesiva presión fiscal.
La gran atracción en Mar del Plata fue un funcionario que lleva 17 años en su cargo, y disertó en voz baja, con una sencillez y una humildad que dejaron a todos pasmados. Aplausos de admiración para el presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde Flores, que dirige esa entidad con total independencia del poder central en un país que vive una sucesión interminable de convulsiones políticas, con ocho presidentes en los últimos 17 años, cada uno con un promedio de duración de menos de dos años.
¿Cuál es el resultado de tener un banco central independiente desde 1979, según ilustró Velarde Flores? Inflación anual promedio menor del 3% en las últimas dos décadas y reservas por 76.000 millones de dólares. La platea creyó escuchar mal cuando lo despidió como una estrella de rock: “Puedo ser removido si le presto dinero al gobierno y no puedo obligar a los bancos a comprarle bonos al Tesoro, porque también es causa de remoción”, sorprendió.
La política también dejó sus enseñanzas. El paso de Patricia Bullrich fue tan celebrado como Chiquito Romero anteanoche en pantallas y celulares del Sheraton y el Costa Galana. Jugaba con comodidad, ante un público que le resulta afín, con un mensaje de orden y optimismo que deberá refrendar en las urnas.
Milei disertó en un restaurante a diez minutos del coloquio sin exponerse a las preguntas de los organizadores del encuentro. Hay que reconocerle haber impuesto en la agenda electoral el discurso económico que recitó sin apartarse una línea ante unos ochenta empresarios. Su fastidio con uno de sus colaboradores cuando trinó el celular mientras hablaba pareció dejar en evidencia una escasa tolerancia cuando lo interrumpen o lo sacan de su libreto. Y desaprovechó la oportunidad de saludar uno por uno a los asistentes, haciendo gala de cierta estrechez para relacionarse con aquellos que son ajenos a su círculo íntimo.
“Argentina, volvámonos a ilusionar”, fue este año el lema del coloquio. Quien mejor supo expresarlo acaso haya sido Esteban Bullrich, quien, desde su silla de ruedas especialmente adaptada, movilizó el cierre ante un auditorio conmovido apelando a valores esenciales: “Esfuerzo, mérito, cultura del trabajo, empatía, vocación pública, compromiso personal. Recuperemos el valor de la palabra, porque trabajando juntos podemos salir adelante”, dijo en el final. En un contexto de adversidades desafiantes, Esteban Bullrich inspira con su integridad y su coraje. Su mensaje ayuda a reconciliarnos con la ilusión y la esperanza.
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