Historia de cómo, bajo presión, se decidió terminar con la convertibilidad
Remes Lenicov y su equipo tuvieron apenas 48 horas para armar el nuevo plan
Jorge Remes Lenicov estaba convencido: la convertibilidad había muerto a fines de la década del 90. Todos los intentos por bajar el gasto y mejorar la competitividad de la economía habían fracasado y él, candidato natural a ser el ministro de Economía de Eduardo Duhalde, estaba decidido a optar por un sistema de flotación cambiaria. Desde mediados de 2001 y cada 15 días, Remes comenzó a reunirse con un reducido grupo de economistas en la oficina que ocupaba como presidente del grupo previsional Orígenes, del Banco Provincia.
En el microcentro porteño, Remes, Jorge Todesca, Lisandro Barry, Aldo Pignanelli y Pedro Lacoste como invitado debatieron las alternativas y concluyeron que había que salir cuanto antes de la convertibilidad. Remes desechaba la posibilidad de recrear el sistema instaurado en 1991, ya que pensaba que la flotación acercaría nuevamente a la Argentina al mundo.
Los protagonistas de la devaluación -de la que mañana se cumplen siete meses- recordaron ante LA NACION en forma anónima los detalles de esta decisión histórica, que se anunció en la noche del 6 de enero.
En aquel entonces, los encuentros del equipo eran relajados: ninguno de los protagonistas esperaba un desenlace tan rápido. Pero el corralito inaugurado en diciembre por Domingo Cavallo marcó, para el grupo, la muerte definitiva del sistema instaurado diez años antes. Las restricciones a las entidades financieras, el control de cambios, la utilización de reservas para pagar la deuda y la fase uno del canje de bonos eran los síntomas del deceso.
De hecho, Todesca y Pignanelli comenzaron a principios de diciembre a hacer ejercicios teóricos referidos al efecto de una devaluación del peso del 20 al 30 por ciento sobre los precios. Sin embargo, Remes y su equipo creían que la sepultura del uno a uno estaría a cargo de otros protagonistas. El plan original consistía en esperar el desgaste de estos sepultureros en la gestión de Adolfo Rodríguez Saá y empezar una nueva etapa, limpios, a partir de marzo, tras las elecciones. Más aún, cada uno de los integrantes de este equipo comenzó a planear sus vacaciones: Remes en Pinamar, Todesca en Uruguay y Barry al sur del país. Cuando el 30 de diciembre al mediodía Barry hacía sus valijas y Todesca ya había cruzado el Río de la Plata, Remes alteró la tranquilidad de ambos y los convocó de urgencia para una reunión que se concretó la mañana siguiente. Al encuentro se sumaron Eduardo Amadeo, el abogado Eduardo Ratti y Rafael Iniesta, asesor de la Secretaría de Finanzas.
La premisa del cónclave era armar un plan económico en 48 horas porque Rodríguez Saá había renunciado y una nueva asamblea legislativa ungiría a Duhalde como nuevo titular del Poder Ejecutivo, el 2 de enero. Duhalde, por supuesto, le había pedido a Remes que fuera su ministro de Economía.
En sesión permanente
Desde aquel momento, los economistas se declararon en sesión permanente en el piso 19 del edificio central del Banco Provincia. Por esas horas, Ricardo Gutiérrez declinó la posibilidad de sumarse al equipo. "Te apoyo, pero me quedo en el banco", le dijo el titular del Bapro a Remes.
El resto se concentró en pensar la vía de salida para el día después de la asunción de Duhalde. En esas 48 horas se decidió fijar un tipo de cambio a $ 1,40 por dólar y comenzar a tejer el programa fiscal, que, como el fin de la convertibilidad, debía ser votado por el Congreso, con los buenos oficios de un recién llegado: el santafecino Oscar Lamberto, futuro secretario de Hacienda.
Remes cerró los detalles del esquema sin comunicarse con el mundo exterior, literalmente, ya que se rehusó a recibir llamadas del FMI, de Nueva York y de Europa. Sólo después de exhibirle el plan al Presidente y difundirlo en una conferencia de prensa comenzó a responder las nerviosas consultas del mundo. El primero que se acercó en persona, en secreto, fue el auditor del FMI Tomás Reichmann, que ese fin de semana llegó a Buenos Aires desde su país (Chile) para escuchar los detalles del nuevo programa en el hotel Sheraton. Una vez lanzada la devaluación, el Fondo presionó con éxito para liberar el tipo de cambio.
El equipo fue más permeable en relación con la pesificación, planteada en primer término por el economista radical Roberto Frenkel y el senador Raúl Baglini en una reunión en la Casa de Gobierno, y luego por los empresarios del sector real en un acuerdo tácito con los banqueros. Desde las sombras, el flamante ministro de la Producción, José Ignacio de Mendiguren -firme defensor de la pesificación y la devaluación real- ,opinaba ante Duhalde sobre ambos temas. pero no tenía diálogo alguno con el equipo económico, ni influencia.
Desairado parcialmente, el ex titular de la Unión Industrial Argentina no se asumió como padre de los cambios implementados en materia económica y culpó a Remes por "venderle" a Duhalde la idea de prometer ante la Asamblea Legislativa la devolución de los depósitos en dólares. De Mendiguren, primero, y Remes Lenicov, después, renunciaron por diferencias con el Presidente.
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