Hernán Lacunza: “Para estabilizar la economía, hay que premiar quedarse en pesos, no repudiarlos”
El exministro de Economía sostuvo, en diálogo con LA NACION, que la salida del cepo no debería demorarse mucho y advirtió sobre la tendencia a un atraso cambiario y a quedarse en “una zona de confort”, sin avanzar en las reformas que hacen falta
Estudió economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y completó un posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT); fue gerente general y economista jefe del Banco Central (2005-2010), ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires (2015-2019) y ministro de Economía de la Nación (2019); dirige Empiria Consultores
“Esa va a ser la señal definitiva de la expansión”, dice el exministro de Economía Hernán Lacunza, sobre la necesidad de desarmar el cepo. El director de Empiria Consultores elogió, en diálogo con LA NACION, el sendero de consolidación fiscal del Gobierno, pero advirtió sobre la tendencia a un atraso cambiario y los riesgos de la “zona de confort” que configuran las restricciones en el mercado cambiario, algo que le permitió al Gobierno bajar la inflación.
“El programa tiene una lógica de cuatro pasos secuenciales: equilibrio fiscal, entonces puedo no darle a la maquinita, que te da estabilidad, y eso supone ordenar el mercado de cambios, de ahí levantar el cepo, recuperar el crédito y volver a crecer. Estamos promediando el segundo paso, todavía no empezamos el tercero”, describió.
–¿Es sustentable el ajuste?
–Lo primero es darle prelación. El problema nunca es el ajuste, es el desajuste, porque se paga con inflación o con devaluación cuando las cuentas no cierran. Y ahí es cuando la gente queda afuera. Respecto de la calidad del ajuste, hubo una combinación de motosierra, licuadora y freezer, que es no pagar la cuenta de luz. Al principio, se hace más con hacha que con bisturí, y ahora viene una fase más quirúrgica, de hacer de mejor calidad y más sostenible ese equilibrio fiscal. Creo que no está ahí el punto débil del Gobierno. Por lo menos, 70% de la contracción del gasto es permanente. Y habrá que mejorarlo con la Ley de Bases, que viene a darle institucionalidad a esa consolidación.
–¿Y cuál es el punto débil?
–Que no está claro cómo se van a dar los pasos siguientes. Estamos yendo del segundo al tercero, que es bajar el excedente de pesos y normalizar el mercado de cambios. Creo que el Gobierno puede correr el riesgo de entrar en una zona de confort, por haber bajado la inflación al 5% mensual, que todavía es alta; la brecha cambiaria de 35% es alta, pero estaba en 140%. El riesgo es acostumbrarse a esos laureles, entre comillas, entrar en zona de confort y no avanzar en reformas que hacen falta para levantar el cepo, que hay que hacerlo lo antes posible. Eso no quiere decir mañana, porque puede ser un salto al vacío. Hay que generar las condiciones. Pero en los dos pasos previos, para bajar la inflación, una cosa que se hizo fue casi congelar el tipo de cambio, y subirlo por escalera mientras los precios suben por ascensor. Aun con inflación de 5%, cada día el tipo de cambio se atrasa.
–¿Ve un problema ahí?
–Me preocupa más la película que la foto. Si hay atraso o no, nadie lo tiene claro, ni el Gobierno. Tampoco que está en equilibrio, porque depende de muchas variables, muchas inobservables. Sí hay indicios, y una certeza: se está atrasando. El tipo de cambio de hoy es un 44% más bajo que el de hace seis meses, cuando devaluó el Gobierno. Entonces, o aquel fue muy alto y trajo inflación gratis, o este es muy bajo, porque no subió la productividad de la economía 44% en seis meses: no bajaron los impuestos, no abrimos la economía, no desregulamos. Y esa es una mejora que en el mejor de los casos es mucho más parsimoniosa. Y me preocupa la persistencia, porque estando confortable en esta ancla que hace para los precios, el Gobierno puede desconocer o postergar la discusión, y sigue incubando un atraso cada vez más pronunciado. Eso atenta contra el paso tres, que es salir del cepo, un paso necesario para volver a crecer.
–¿Por qué?
–Porque cuando se abra, si se sale con un tipo de cambio atrasado, va a haber un salto, una devaluación: eliminar el cepo es que no controles la demanda, y obviamente no es lo mismo salir con un dólar de $1000 que con uno de $700, porque aunque nadie sepa cuál es el de equilibrio, si es más abajo va a haber más demanda. Cada día que pasa va a ser más difícil y el Gobierno se mete en una emboscada. Mientras los exportadores le vendan dólares porque ven que es sostenible un tiempo, los importadores estén entre la recesión, el calendario de pagos y que más adelante pueden comprar más barato, y la creencia de que se va a llegar mejor a una economía más desregulada y entonces se va a necesitar un tipo de cambio más bajo, se puede estar angostando el camino y construyendo una emboscada de la cual será difícil salir.
–¿Qué consecuencias tendría eso?
–Al final, si te metés en un estrecho muy angosto y sin banquinas, va a quedar una puertita para salir, que es devaluar. Y eso tiene un montón de efectos dramáticos, pero sobre todo uno, que es que tendrías un nuevo fogonazo inflacionario. Y todo el trabajo acumulado de bajar la inflación todos estos meses podría ponerse en riesgo, con consecuencias políticas sobre la credibilidad del Gobierno. Es atentar contra la virtud de un programa bien concebido, pero con riesgos de implementación que pueden poner en riesgo todo el sistema y el plan. Eso podría erosionar la credibilidad del Gobierno. No se puede cometer ese riesgo, porque al final la macro manda. Podés hacer todo bien en la micro, desregular, y estar todo bien planteado y diseñado, pero si hacés mal la macro, el dólar pega un salto, la inflación vuelve a dos dígitos mensuales y se lleva todo eso puesto.
–¿Qué medidas habría que tomar?
–Primero hay que tener claro adónde vamos. Hay un discurso ambiguo del Gobierno, que un día dice competencia de monedas y otro día, dolarización. Competencia de monedas es ser normal, ser Perú o Uruguay, donde conviven el peso o el sol peruano, y vos con eso compras real brasileño, euro, dólar, criptomonedas, y no hay restricción. Eso es una competencia. Hoy el peso y el dólar compiten, y gana el dólar 1200 a 1, con cepo. Y para que compitan con estabilidad y de forma saludable, alguien tiene que querer tener pesos. Entonces, no hay que repudiar al peso. Todo plan de estabilización recibe como beneficio un aumento de la demanda de su moneda y hay que apalancarse en eso y que valga la pena tener pesos.
–Pero con tasas de interés negativa…
–Exactamente. La tasa de interés negativa puede ser buena en una primera fase, cuando hay que licuar los pesos excedentes, y eso es hasta ahora. No puede ser para siempre, porque cuando se entre en la segunda fase de estabilización hay que premiar quedarse en pesos, no repudiarlo. Si lo repudiás, tanto en las medidas como la tasa de interés o en el discurso, es muy peligroso, porque se va a otro puerto, el de la dolarización endógena, que es que aparezca una oferta de dólares y el peso vaya muriendo de a poco.
–¿Por qué peligroso?
–Porque si quien tienen pesos, aun cuando los pesos sean menos que antes, percibe anticipadamente que viene el ocaso, la demanda puede caer más rápido que la oferta y eso es volver a la inflación en pesos. Y un riesgo asociado es que esa remonetización o la aparición voluntaria de dólares, que tenemos en el colchón o en el exterior, aparezca muy lentamente, que la regeneración de confianza sea más lenta de lo esperado y que, entonces, no se termine financiando o lubricando la reactivación y haya una recesión prolongada.
–Volviendo al dólar, ¿habría que modificar el crawling peg [el ritmo de 2% mensual al que se mueve el dólar]?
–Hay que tener en claro a dónde vamos, cuál es el régimen monetario y, con ese norte, diseñar el itinerario. Cuando se quiera empezar a relajar las restricciones cambiarias, eso va a empezar a sincerar cuál es el tipo de cambio de mercado libre, que hoy no se sabe, porque incluso los dólares paralelos tienen muchas restricciones. Ahí se cristalizaría la demanda potencial, a ver cuánto hay y a qué precio. Hace poco se permitió girar utilidades retenidas a empresas a través del Bopreal, y ese precio fue de $1350. No quiere decir que sea el de equilibrio, pero fue una expresión del mercado. Hay que empezar a relajar eso, ver el precio esperado y verdadero para cuando se pueda levantar el cepo. Y cuando eso se haga se va a necesitar una tasa positiva. Y por supuesto, se necesita continuar con el sendero de consolidación fiscal, que es lo más sólido del plan. Ese conjunto de medidas te va a poder ir despejando el camino para que un día se pueda decir –probablemente no sea un anuncio grandilocuente–: ‘Ya no hay más cepo’. Porque esa va a ser la señal definitiva de la expansión.
–¿Por qué?
–Porque cuando viene una empresa del exterior y te dice que quiere invertir en un sector con mucho potencial, como energía, minería o agro, preguntan cómo por los impuestos, por el RIGI y demás. Ok, pero ¿puedo sacar los dividendos? No, eso no. Esa es la pregunta uno. Hay cepo. Y hasta que no contestemos afirmativamente que se puede sacar el fruto de las inversiones, la inversión va a estar acotada y anémica. Y para eso hay que prepararse. No se puede sacar el cepo dentro de un año y medio. Para poner un plazo prudente, que sea en los próximos seis meses.
–Otra consecuencia de las medidas fue la recesión. ¿Qué análisis hace?
–La recesión hasta acá fue un costo inevitable de la normalización, porque lo que había antes era un nivel de actividad artificial, lleno de planes platita, subsidios, tarifas atrasadas… Eso no era verdad ni sostenible. Una cosa es esta caída de la actividad del primer semestre, que fue muy aguda, pero inevitable para estabilizar, y otra es que se prolongue la recesión otro semestre, porque ahí se va a erosionar el capital político en la calle, no se va a regenerar empleo y va a ser otro riesgo, ya no el de una devaluación, sino el de una erosión popular que impida completar las reformas.
–¿Y hay recuperación?
–Creo que no va a haber una recuperación en V, porque no veo los motores para que suceda, ni en el consumo ni en la inversión. Las exportaciones, por lo menos de corto plazo, tienen un comportamiento autónomo, por el clima y los precios, que no dependen del Gobierno. En cuanto al consumo, el salario real perdió más de 20%. El nivel anterior era artificial, pero la gente no sabe si era artificial o no, y ve que el salario le rinde 20% menos en el supermercado. Eso en el mejor de los casos la recuperación del salario va a ser muy lenta y parsimoniosa. Le puede ganar 1 o 2 puntos a la inflación en el mes, no 20. Y por el lado de la inversión, el asfalto que define el tipo de cambio, la tasa de interés, tus costos o tus precios no está en su sendero de largo plazo. Y hasta que eso no suceda, tanto desde el sendero estable como regulatorio, no veo que haya un boom de inversión. El RIGI puede ayudar en alguna micro sectorial. Pero si no está claro el sendero cambiario…
-Para frenar la inflación, además del dólar, el Gobierno postergó algunos ajustes, como el de las tarifas. ¿Qué visión tiene sobre ese tema?
-Las tarifas han tenido una corrección muy enérgica al principio, después empezó en un camino más sinuoso, tanto en la energía como los combustibles con los impuestos o las prepagas. Los meses pares congelan, los impares, descongelan. Eso es una señal muy negativa para la inversión, que es el otro motor que necesitas, además del consumo, para volver a reactivar. En salud, energía o transporte, ¿invertís hoy? Y no sé, porque no sé a dónde van a aterrizar mis precios y mis costos, que dependen de una decisión discrecional del regulador que no está clara. Periódicamente se alternan congelamientos con aumentos, y sin ese sendero preestablecido es muy difícil hundir capital. Yo no haría política redistributiva a través de las tarifas. Para eso hay otros instrumentos mejores en favor de los menores ingresos. Eso es patear inflación para adelante, y otra vez ir incubando un cóctel de atraso cambiario y tarifario, no de la magnitud de antes pero… No te podés permitir un fogonazo inflacionario más adelante, porque sería muy negativo para pagar un plan aún bien concebido.
-¿Es un riesgo político, social, económico?
-En ese orden. Político y de apoyo social, porque si hay un nuevo fogonazo inflacionario porque se incubaron estos problemas, ya no sería atribuible al gobierno anterior, y podría poner en duda la consistencia y la salud de la propuesta económica. Político, porque las fuerzas de la oposición hoy no están siendo muy cooperativas, sólo algunas; hay una buena parte de la oposición agazapada, esperando que el programa trastabille. El Gobierno tiene una imagen popular cercana al 60%, tiene un músculo extra parlamentario y aún así le cuesta la negociación parlamentaria, imagínate si fuera una imagen popular no dramática, pero entre 30 y 40, la cooperación política ahí va a ser mucho más álgida. El gobierno no se puede dar el lujo de perder ese apoyo por un problema de implementación o de timing en las medidas económicas.