Hay que cuidar los brotes, pero ampliar la plantación
La reactivación finalmente tomó impulso; pero el desafío es apuntar al crecimiento económico a través de reformas que impulsen la inversión
Tardaron en aparecer, pero finalmente los "brotes verdes" se extendieron a buena parte de la actividad económica en los indicadores oficiales de junio, donde sobresalieron las subas de la construcción (17%) y de la industria (6,6%), que un mes antes había cortado una racha de 15 meses de caídas.
Estos datos, más las estimaciones privadas de un repunte del PBI en el segundo semestre a un ritmo de 2,6/2,8% interanual -que podría ser algo más alto en la segunda mitad del año- , hicieron que en la Casa Rosada volvieran a hablar de la economía a pocos días de las PASO. No es que es que las estadísticas puedan influir demasiado en la intención de voto. Hasta el propio Mauricio Macri admite que la reactivación no llegó a todos los sectores. De hecho, es muy bajo su impacto sobre la creación de empleos asalariados en el sector privado, salvo en la construcción, donde supera en 8,1% al de hace un año. Pero resulta obvio que para el oficialismo es preferible explicar las subas de actividad antes que las de la inflación o del dólar; aunque por lo general no muestra videos sino fotos que hacen perder perspectiva.
No debería extrañar que la reactivación no se sienta aún en la "calle". Los especialistas advierten que sólo se hace evidente cuando los indicadores alcanzan el nivel previo al comienzo de la recesión.
La recesión que ahora quedó atrás inició su tobogán en el tercer trimestre de 2015, antes de la elección presidencial de Macri, y un año después el punto de inflexión marcó subas inicialmente muy leves. En 2017, el PBI superaría ligeramente el nivel de entonces entre el tercer y cuarto trimestre, con lo cual recuperaría algo más del terreno perdido en 2016 (-2,2%). Para más datos, los índices difundidos la semana anterior por el Indec confirman que tanto la actividad de la construcción (ISAC) como la industrial (EMI), acumulan cuatro y dos meses de subas interanuales, que las ubican ahora por encima del nivel del arranque de la gestión de Cambiemos. Pero, en comparación con junio de 2015, el ISAC todavía se encuentra 5,9% por debajo y el EMI, -0,2%.
Otro punto a considerar es que los principales motores del actual crecimiento económico son el sector agropecuario, con la cosecha total récord de granos y un impacto positivo sobre las industrias y servicios de la cadena de valor; y la construcción, principalmente de obras públicas, con fuerte impulso oficial (especialmente en territorio bonaerense), que disparó subas récord en la producción de asfalto y cemento. De ahí que la recuperación aún no sea demasiado visible en los grandes centros urbanos. Esto explicaría que el índice de confianza del consumidor que elabora la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) haya exhibido en julio un alza de 1% y el de confianza en el gobierno un retroceso de 2,2%.
La Casa Rosada apuesta a cuidar y fortalecer los "brotes verdes" para que el clima económico mejore antes de las elecciones de octubre y pueda sumar votos y bancas en el Congreso. Una prueba son los préstamos personales para beneficiarios de la AUH y la flexibilización de los créditos hipotecarios de bancos oficiales para adaptarlos a la última suba del dólar, así como de la postura dogmática del Banco Central al intervenir en el mercado cambiario para ponerle un techo de $ 18, junto con un alza de tasas de Lebac.
Sin embargo, el verdadero desafío viene después. La reactivación de 2017 reedita el ciclo económico de subas en los años impares (electorales) después de caídas en los pares y es impulsada por una mayor demanda del consumo público (gasto e inversión) que del privado, para reducir la capacidad ociosa y recuperar la oferta. Un dato alentador es que el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA proyecta alzas del PBI para 2018 (3%) y 2019 (3,2%). Pero para que el crecimiento sea más alto y sustentable en el futuro, es necesario agrandar la "plantación" (o sea, expandir la oferta agregada) a través de un fuerte aumento de la inversión productiva, para lo cual se necesitan reformas estructurales que permitan bajar costos, mejorar la competitividad, la productividad y crear más empleos de calidad. Con leyes aprobadas por el Congreso, más que con acuerdos sectoriales selectivos que limitan sus alcances.
El resultado electoral es clave. Pero incluso con un triunfo del oficialismo y sus anuncios de cambios -aún imprecisos-, la incógnita es cuántos legisladores peronistas apoyarían acuerdos políticos en ese sentido. Para colocar este desafío en perspectiva es útil rescatar un trabajo presentado en estos días por el economista Miguel Ángel Broda, para quien la Argentina se encuentra desde 1974/75 en lo que denomina la "trampa del estancamiento".
Durante ese período se alternaron 25 años de alzas del PBI con 18 de caídas, al cabo de los cuales los resultados son verdaderamente decepcionantes: el crecimiento del PBI total fue de apenas 1,96% anual promedio. Y, si se mide el PBI per cápita -o sea, con relación al número creciente de habitantes-, se reduce a sólo 0,7% anual. El gráfico de esta evolución es similar al de un electrocardiograma, sin que los últimos seis años fueran la excepción. El PBI del primer trimestre de 2017 fue casi idéntico (0,1%) al promedio de 2011 y el PBI per cápita retrocedió nada menos que 5,8%.
Broda sostiene que en esos 43 años la Argentina amplió la brecha con los países desarrollados. En un índice con base 100 en 1950, el PBI real per cápita llegó a 218 en 2015, frente al 366 promedio de América latina, al 434 de Chile, al 342 de los Estados Unidos y al 492 de Europa Occidental.
A la hora de explicar las causas que a su vez condicionan el futuro, el economista subraya que están fallando los tres motores que impulsan un crecimiento sostenido del PBI. Uno es la inversión, que crece poco, salvo en el agro (por su fuerte ventaja competitiva) y el sector energético (con subsidios a la oferta). En el resto, los desembolsos son poco rentables por costos muy elevados, atraso cambiario real y presión tributaria récord. Otro es que las mejoras de productividad están acotadas por el bajo nivel de inversión y la falta de capacitación del factor trabajo, que limita las oportunidades de adaptar nuevas tecnologías para reducir costos de producción. También requieren de más acuerdos comerciales con el resto del mundo y un mayor grado de competencia, interna y externa. Finalmente, la Argentina muestra una baja tasa de participación laboral, agravada por la proliferación de planes sociales, un grado de ausentismo superior al de países de la región y un problema de calidad del factor trabajo que obligará a mejorar la educación y la capacitación, así como aggiornar la legislación laboral.
En números, el estudio muestra que la presión tributaria en la Argentina (33,7% del PBI en 2016) supera a la de Chile (23,3%), Colombia (24,9%) y Perú (18,7%). Y que los costos laborales (2015) alcanzan a 43% del salario de bolsillo y son más altos que en Chile (22,6%), Colombia (30%) y Perú (17,5%). Junto con Brasil, es una de las economías más cerradas de la región y cuenta con sólo cuatro acuerdos de libre comercio, frente a 10 de Colombia, 16 de Perú y 21 de Chile, lo que descoloca a la producción exportable y los costos de trámites de importación duplican o triplican a los de esos países. A su vez, las exportaciones argentinas descendieron desde US$ 80.000 millones, en 2011, hasta US$ 57.700 millones, en 2016.
A juicio de Broda, salir de la "trampa del estancamiento" requiere de una acción decisiva del Estado, acuerdos políticos de envergadura y de un plan estratégico a mediano plazo. Y también salir de las típicas políticas monetarias y fiscales de manejo cíclico de la demanda agregada para enfocarse en políticas públicas centradas en la oferta agregada.
Pero el dato más inquietante es que si se repitiera el crecimiento de 0,7% anual en el PBI per cápita, llevaría 100 años duplicarlo. Y la pobreza, que hoy asciende a 32%, tendería a ubicarse en 45% en los próximos 15 años.
nestorscibona@gmail.com
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