Hay que combatir la pobreza, no perseguir a los pobres
NUEVA YORK.– El éxito económico de un país depende de la educación, las aptitudes y la salud de su población. Cuando sus jóvenes están sanos y bien educados, pueden encontrar empleos bien remunerados, lograr la dignidad y conseguir ajustarse a las fluctuaciones del mercado laboral mundial. Las empresas invierten más cuando saben que sus trabajadores serán productivos. Sin embargo, muchas sociedades de todo el mundo no cumplen con el imperativo de garantizar una salud básica y una educación decorosa para todas las generaciones de niños.
¿Por qué no se cumple con el imperativo de la educación en tantos países? Algunos son demasiado pobres para disponer de escuelas decorosas. Los propios padres pueden adolecer de una ecuación insuficiente, lo que les impide ayudar a sus hijos más allá del primer o segundo año de escuela, con lo que el analfabetismo y la falta de conocimientos básicos de aritmética se transmiten de una generación a la siguiente.
Sin embargo, también los países ricos fallan. Los Estados Unidos, por ejemplo, permiten el sufrimiento de sus niños más pobres. Los pobres viven en barrios pobres con escuelas pobres. Con frecuencia los padres son desempleados, enfermos, divorciados o incluso encarcelados. Los niños quedan atrapados en un persistente ciclo generacional de pobreza, pese a la riqueza general de la sociedad. Con frecuencia, los niños que se crían en la pobreza acaban siendo adultos pobres.
Un nuevo y notable documental, The house I Live In (La casa en la que vivo), muestra que el caso de los Estados Unidos es incluso más triste y cruel, a consecuencia de unas políticas desastrosas. Hace 40 años, sus políticos declararon una "guerra a las drogas", pero, como muestra el documental, esa guerra se convirtió en una guerra contra los pobres, que provocó la encarcelación en masa de jóvenes pobres de grupos minoritarios. Éstos, con frecuencia afroamericanos, no pueden encontrar empleos o han vuelto del servicio militar sin aptitudes ni contactos laborales. Caen en la pobreza y en las drogas.
A partir de ese momento no cesan de entrar y salir del sistema penitenciario, y tienen pocas posibilidades de conseguir jamás un puesto de trabajo legal que les permita escapar de la pobreza. Sus hijos crecen sin un padre en casa…, y sin esperanza ni apoyo. Lo demencial es que los Estados Unidos no han advertido que, para acabar con el ciclo de la pobreza, un país debe invertir en el futuro de sus hijos, no en el encarcelamiento de 2,3 millones de personas al año.
La cuestión general es la siguiente: a los gobiernos corresponde un papel excepcional para velar por que todos los jóvenes de una generación tengan una oportunidad. Si no existen programas estatales sólidos y eficaces que apoyen la enseñanza y la atención de salud de la máxima calidad y la nutrición adecuada, no es probable que un niño pobre se libre de la pobreza de sus padres.
Ése es el genio de la "democracia social", la filosofía cuya adelantada fue Escandinavia, pero que también se ha plasmado en muchos países en desarrollo, como Costa Rica. La idea es sencilla y sólida: todas las personas merecen una oportunidad, por lo que la sociedad debe ayudar a todo el mundo a conseguirla. Lo más importante es que las familias necesitan ayuda para criar a niños sanos, bien alimentados y educados. Las inversiones sociales son importantes, se financian con impuestos altos que los ricos pagan.
Ése es el método básico de acabar con la transmisión intergeneracional de la pobreza. Un niño pobre en Suecia tiene subsidios desde el principio. Sus padres tienen una licencia de maternidad o paternidad para ayudarlos a criar al niño. El Estado brinda guarderías de máxima calidad, lo que permite a la madre volver al trabajo y vela para que todos los niños tengan una plaza en el preescolar, con el fin de que estén listos para la escolarización oficial a los 6 años. La atención de salud es universal.
Así, pues, una comparación entre los Estados Unidos y Suecia es reveladora. Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, los Estados Unidos tienen una tasa de pobreza del 17,3%, más del doble que la de Suecia (8,4%), y su tasa de encarcelación es diez veces mayor que la sueca. Los Estados Unidos son más ricos que Suecia, pero el desfase entre los más ricos y los más pobres es mucho mayor.
Los Estados Unidos tienen ahora el menor grado de movilidad social de los países con grandes ingresos. Lo más probable es que los niños nacidos pobres sigan siendo pobres y que los niños nacidos en la abundancia sean adultos acomodados. Esa distancia entre generaciones equivale a un gran despilfarro de talentos humanos. Pagarán el precio a largo plazo, a no ser que cambien de rumbo.
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