Hasta dónde logrará avanzar Milei sin la “casta” y por qué junio puede ser un mes clave
El acuerdo con los gobernadores, la demorada ley de Bases, la búsqueda de instrumentos más sustentables que la “licuadora permanente”, son cuestiones que analistas, empresarios e inversores, tanto del país como del exterior, consideran centrales para ingresar en una segunda fase del programa
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Mientras el Gobierno se prepara para celebrar esta semana que la inflación se sigue desacelerando, el gran objetivo de corto plazo, el plan con el que arrancó la gestión empieza a entrar en tiempo de definiciones. El acuerdo con los gobernadores, la demorada ley de Bases, la búsqueda de instrumentos más sustentables que la “licuadora permanente”, son cuestiones que analistas, empresarios e inversores, tanto del país como del exterior, consideran centrales para ingresar en una segunda fase del programa que no se quede solo con la motosierra y permita salir de la fuerte recesión. Hay que sumar al FMI, con su pedido para mejorar la calidad del ajuste y sus permanentes alusiones a la necesaria viabilidad política y social de las medidas.
“Milei y los gobernadores se están desangrando; en algún momento te tenés que sentar y arreglar. La licuadora no resiste para siempre y para eso hace falta el Congreso”, afirma Daniel Artana, economista jefe de FIEL, resumiendo la opinión de muchos en el establishment.
Es una visión compartida en el exterior. El banco de inversión JP Morgan, por ejemplo, señaló en un informe reciente que “a medida que la tendencia a la desinflación se consolide, el gobierno debería cambiar la naturaleza del ajuste fiscal. Se necesita un acuerdo político que asegure ingresos adicionales y permita avanzar en reformas claves en materia previsional y laboral”.
Milei está ante una disyuntiva. Para lograr las reformas tendría que acordar con una clase política de la que desconfía profundamente, la “casta”, y contradecir el discurso disruptivo y agresivo que le permitió llegar al poder, siempre aconsejado por Santiago Caputo, a quien considera el principal responsable de semejante hazaña.
“De afuera del país te piden ‘saquen alguna ley, demuestren que pueden’ porque hasta ahora estás logrando el superávit en las cuentas públicas ajustando a los jubilados”, dice un excolaborador de Milei que lo acompañó en su llegada a la Casa Rosada. “Es necesario darles legitimidad a las reformas pero, al mismo tiempo, si llegas a un acuerdo con la política, la lectura popular será: ‘se pusieron de acuerdo todos para cagarnos’. Un dilema para un Gobierno que sigue las encuestas de imagen y aprobación presidencial día a día. Es sobre esta base que los libertarios siguen desafiando los pronósticos de quienes creían que, en minoría en el Congreso y sin provincias propias, tendría que buscar consensos rápidamente para poder funcionar.
Javier Milei está muy al tanto de estos cálculos e inquietudes, pero les baja el precio.”El DNU 70 [de desregulación], la ley de Bases y el Pacto de Mayo, salgan o no, no afectan la dinámica de corto plazo, que está dominada por el ajuste fiscal, la reforma financiera y el saneamiento del Banco Central para que la inflación baje y crezca la actividad”, afirmó el Presidente en una entrevista con la agencia Bloomberg. Y agregó: “En diciembre de 2025 voy a enviar las reformas que no me aprueben ahora y las 3000 que tengo pendientes”.
¿Habrá tanto tiempo? El economista Marcos Buscaglia cree que no es así. “Para mí, este tipo de declaración es más que nada una posición política”, analiza.”Imaginate si se cae la ley de Bases; deben mostrar algún músculo político y la necesitan por temas fiscales y por la indexación de las jubilaciones; la ley vendría bien para evitar la judicialización”, agrega.
Milei se concentra en un puñado de temas, que sigue obsesivamente: la economía, la seguridad interior, el frente social. El resto lo deja en manos de otras figuras del Gobierno, como el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, o el propio Santiago Caputo. “Más que delegar se desentiende”, describe el excolaborador, que conoce a la perfección el estilo del Presidente, a quien caracteriza como “alguien acostumbrado a trabajar solo y sin gente a cargo”. De allí que cree que al gobierno libertario le cuesta avanzar en varios frentes no solo por falta de apoyo político, sino también por fallas en la gestión.
Lo que sucede con las prepagas es acaso uno de esos ejemplos. El costo de la salud está creciendo en todo el mundo de la mano de los avances tecnológicos y farmacológicos, y de la mayor longevidad de la población. Su viabilidad financiera es un desafío incluso para los países más desarrollados, que buscaron equilibrar la ecuación con nuevos esquemas y organismos de control. Nada de eso sucedió aquí, donde además la inflación y la devaluación impactaron en los costos. El kirchnerismo se limitó a reprimir el precio de las cuotas artificialmente hasta llevar el sistema a una crisis. El gobierno de Milei incluyó a la medicina privada en el decreto de desregulación como si fuera un sector económico más, sin particularidades y sin idear un plan de transición. Ahora el ministro Luis Caputo acusa a las prepagas, con sus aumentos, de declararle la guerra a la clase media, señalamiento que con esa lógica podría recaer próximamente sobre las empresas de servicios públicos o los colegios privados. Un embate que le vendrá perfecto a los detractores del megadecreto, que ya tiene el rechazo del Senado y se ilusionan con tumbarlo en Diputados.
¿Atraso cambiario?
Milei también pide clausurar el debate económico sobre el ritmo de devaluación del peso, el famoso crawling peg del 2% mensual que, aún con la inflación frenando, amenaza con retrasar el tipo de cambio y borrar el efecto de la devaluación de diciembre. “¿Por qué tengo que hacer saltar el tipo de cambio si hoy el paralelo coincide con el oficial? ¿Qué estupidez es esa? No tiene ningún sentido”, sermoneó. Ayer volvió a disparar contra los economistas “que no la están viendo”.
La calma de los dólares libres es una situación que promete mantenerse por un tiempo ahora que empezaron a entrar las liquidaciones del agro. “Con el 2% de deslizamiento y una inflación promedio de 8% mensual, a fines de junio el tipo de cambio habrá vuelto al nivel de noviembre, previo a la devaluación [de fines de 2023]”, advierte Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, de la Fundación Mediterránea. Imágenes como las de Semana Santa, con consumidores argentinos invadiendo los shoppings de Chile podrían repetirse en cualquier otro feriado largo.
Por eso Buscaglia habla de la necesidad de una segunda etapa del plan con cambios de política monetaria y cambiaria. En otras palabras, un dólar más alto que haga innecesario un nuevo salto devaluatorio brusco cuando se salga del cepo.
En el país hay bienes y servicios caros en dólares. ¿Ya se puede hablar de atraso cambiario? Para Artana, aún no. “Todavía no estamos en los niveles de 2016, 2017; el apretón fiscal y el no endeudamiento externo lo hacen diferente de lo que sucedió durante el gobierno de Mauricio Macri”, explica. Pero no quiere decir que coincida con los dichos de Milei. “Decir que hoy tenemos una situación de equilibrio no me parece que se pueda sostener. En el mercado de cambios, ni el oficial ni los alternativos están libres de distorsiones. Primero, que un 20% de las exportaciones se venden al tipo de cambio alternativo y eso sabemos que va a desaparecer y te va a quitar oferta. Después tenés que no estás pagando todas las importaciones hoy al tipo de cambio oficial. Después tenés que cuando la economía se normalice van a subir las importaciones, porque no vas a tener este nivel de actividad para siempre; en algún momento la economía va a rebotar. Entonces, todavía tenés pagos reprimidos de importaciones, pagos reprimidos de dividendos, lo que te demande la mejora del nivel de actividad y además la necesidad de seguir acumulando reservas porque te lo pide el programa con el FMI”. Desafíos por venir que se sumarán a los actuales, pero no preocupan a Milei: “El día que abramos el cepo, la economía vuela; va a haber una oleada de inversión aun cuando no hagas las reformas”.