Mi encuentro con Robert Kiyosaki
Promediando el mes de julio de 2009, el best seller Robert Kiyosaki, autor de Padre rico, padre pobre , vino de visita a la Argentina y yo fui invitado a una charla exclusiva pautada en el Hotel Emperador.
Por ese entonces, mi libro ¡Es tu dinero! era todavía un proyecto que no terminaba de concretarse. Yo, por otra parte, buscaba resolver un conflicto laboral relacionado con mi tarea como docente de finanzas en una universidad privada, que me estaba llevando mucho más tiempo del que tenía disponible, con el consiguiente costo de oportunidad que asumía al perderme otras chances por estar de clase en clase.
Mi espíritu emprendedor y cuentapropista se enfrentaba a mi costado más conservador que ponderaba las ventajas que el trabajo en la universidad me aportaba: obra social, aportes jubilatorios, vacaciones, aguinaldo, prestigio.
Desde 30 días antes de la charla, tenía agendada una reunión con el director del departamento de la carrera de Administración de Empresas de la universidad que, por esas vueltas de la vida, terminó siendo el mismo día del evento en el hotel, pero un par de horas más tarde. El tiempo justo para subirme al auto e irme directamente desde ahí hasta el campus de la casa de estudios.
Lo que sucedió después fue algo mágico: de pronto lo tenía a un metro de distancia a Robert Kiyosaki, cuyos libros vendieron más de 30 millones de ejemplares alrededor del mundo (300.000 en la Argentina), dándome la mano, primero, y explicándome luego, con el mayor grade de detalle posible, las razones por las cuales, en la mayoría de los casos, la tan ansiada independencia financiera y el trabajar en relación de dependencia van en carriles totalmente opuestos.
Cuando tomó una fibra y (traducción mediante) se puso a explicar su teoría del Cuadrante de los Flujos del Dinero, mis ojos se abrieron de par en par y busqué asimilar todo lo que el hawaiano iba diciendo, por más que ya lo había leído varias veces antes en su libro:
Los ingresos pueden provenir de cuatro lugares distintos (o una mezcla de ellos):
- Empleado
- Autoempleado
- Dueño de un negocio
- Inversor
El empleado es aquél que trabaja en relación de dependencia y sus ingresos provienen del sueldo que le paga el empleador.
El autoempleado es aquél que vende sus servicios a distintos postores y cobra por hora, por comisión, etc.(desde un plomero hasta un abogado).
El dueño de un negocio es aquél que tiene un negocio (desde un maxiquiosco hasta una empresa) y participa activamente del mismo.
Un inversor es aquél que recibe dinero (ingresos pasivos) por lo cuales no tiene que trabajar en absoluto.
No es ningún descubrimiento que, de poder elegir, cualquier persona en su sano juicio preferiría encontrarse en el lado derecho del cuadrante, siendo o bien dueño del negocio o bien Inversor.
La diferencia entre el dueño de un negocio y un inversor es que este último puede tomarse un año sabático, volver y que sus flujos de ingresos sigan igual que antes.
Luego de la exposición ya no tenía dudas: para poder seguir creciendo y lograr mis metas tenía que seguir aumentando cada vez más los flujos que provenían del lado derecho del cuadrante. Seguir en la Universidad teniendo la oportunidad de trabajar de manera independiente por miedo a perder la seguridad social que me brindaba era ir en contra de estos principios.
Y así fue como, todavía con las imágenes de la charla frescas en mi cabeza, me encaminé hacia la reunión en el campus universitario a presentar mi renuncia.
Hoy día, dos años y medio después de ese mágico encuentro, pongo a esa decisión en la lista de las 5 mejores resoluciones laborales que tomé en toda mi vida.
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