Guzmán en el Senado: una exposición para hablar del pasado y estimular la grieta
El ministro buscó todo el tiempo contrastar el manejo de la deuda por parte del Gobierno respecto de lo hecho por la gestión Macri
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La presentación del ministro de Economía, Martín Guzmán, ante el Congreso sobre la situación de la deuda externa argentina fue parte de la campaña electoral con la que el Gobierno busca polarizar con la principal referencia opositora.
No sorprende porque, en realidad, la polémica sobre ese gravoso pasivo en que se vienen enfrascando desde uno y otro lado de la denominada grieta le había “levantado el precio” a la presencia del ministro ante la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control de la Deuda Exterior, que preside el senador del oficialismo José Mayans.
La convocatoria tomó notoriedad además porque el Gobierno se apresta a encarar una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), un objetivo que Guzmán se autoimpuso a cumplir, de algún modo, antes del 31 de marzo de 2022, para no tener que verse obligado a cancelar la deuda remanente con el Club de París, un compromiso que evadió meses atrás luego de validar la “usurera” tasa del 9% anual que había aceptado el actual gobernador Axel Kicillof en 2014 en su rol de ministro de Economía.
De allí que se esperaban algunas definiciones, ahora que desde el propio oficialismo dejaron correr rumores de un entendimiento encaminado.
Pero su exposición no dejó novedades al respecto, más allá de la caracterización que hizo de esa deuda como un “problema gravísimo” que condiciona por sobre todo la recuperación de la economía local. Lo que mostró Guzmán es que no escapa a este juego político y parece sentirse cada vez más a gusto en él.
De hecho, en buena parte de su exposición volvió a apelar a lo que parece una de sus características para tratar de sacarle jugo a este debate oportunista: la “sarasa” que, precisamente, había mencionado tiempo atrás en ese ámbito. Llegó a hablar de la necesidad de lograr acuerdos sobre estos temas para no dañar a las “niñas y niños que crecen” cuando la tasa de pobreza y las faltas de oportunidades educativas no han parado de crecer en el último año y medio.
Y, en definitiva, cuando el país espera que se hable del futuro, el ministro y los legisladores se dedicaron a hablar casi todo el tiempo de un pasado complejo y que funciona como lastre, pasando por alto que sus respectivas fuerzas políticas aportaron mucho a él.
La discusión sobre la deuda está muy contaminada por la manera en que de uno y otro lado eligen referirse al respecto. Y lo primero que hay que saber es que, si se considera que el pasivo se genera por el sostenido déficit fiscal, las culpas están repartidas.
En los ocho años de mandato, Cristina Kirchner generó un déficit total para el Sector Público Nacional de casi 24,5 puntos del producto bruto interno (PBI), un promedio de 3,06% por año. Alberto Fernández generó otros 8,5 puntos en 2020, pero la mitad respondió a transferencias para asistir a los afectados por la cuarentena implementada en la pandemia. Mientras que su antecesor, Mauricio Macri, sumó algo más de 20 puntos en sus cuatro años de mandato (poco más de 5% por año en promedio). En todo ese tiempo (los 12 años en total) ese pasivo se hizo más gravoso porque el país no creció.
Según estos datos oficiales, quien endeudó más al país fue el kirchnerismo, pero quien lo hizo a mayor ritmo fue la administración de Cambiemos. La diferencia está radicada en la manera en que se cubrió ese bache. Si se abstrae de lo cubierto con emisión monetaria (lo hizo mucho más el kirchnerismo, pero también la administración de Cambiemos) se descubre que ambos recurrieron a la emisión de deuda.
Claro que la administración Macri optó por hacer la mayor parte de esas emisiones en moneda extranjera y en mercados externos (aunque usó esos recursos para cubrir gasto corriente en pesos), lo que se convirtió en todo un problema cuando no logró controlar la devaluación de la moneda y derivó en la última reestructuración.
Es el punto en que hizo hincapié Guzmán, al remarcar el crecimiento en “US$100.000 millones” que mostró la deuda externa en la gestión Macri, la sobreexposición de ese pasivo a monedas foráneas (más del 75%) y los riesgos que supone exponerse a este descalce de monedas. El diputado Luciano Laspina, del PRO, le recordó que parte de ese dinero se usó para “pagar los muertos que dejó el gobierno anterior”, como cumplir con los fallos de la Corte Suprema para pagar juicios por jubilaciones o levantar embargos externos.
Claro que, así como Guzmán fue detallista, certero y crítico para describir lo actuado por la gestión macrista, fue bastante indulgente con la suya. “Miren por donde miren, todo ha ido mejor”, llegó a decir. De hecho, habló de una reconstrucción del mercado de deuda en pesos, que está a la vista, que es apenas parcial, ya que no hay financiamiento o crédito a largo plazo en el mercado local, lo que condiciona notablemente la inversión privada y pública. De hecho, el Gobierno ofrecerá mañana al mercado doméstico cuatro títulos (de los cinco con que buscará financiarse) por vencer en menos de cinco meses. Es decir, avalando el cortoplacismo.
Además, cuando vuelve a estar a la vista que el propio Gobierno, tras un año y medio largo de gestión, no logró recrear la confianza hacia el peso. Es un dato que queda en evidencia cuando se repara que más de $7 de cada $10 que hoy emite de deuda el Gobierno tiene que llevar algún aditivo (CER, ajustes en función del dólar, etc.) por esa razón. Es decir, se trata de deuda que ni siquiera se licuaría apelando a una nueva devaluación del peso.
Y lo más triste de todo es que mientras unos y otros se culpan, quienes tienen que hacerse cargo del pago de esas deudas son contribuyentes que, en la mayoría de los casos, están cerca del agotamiento por una economía que no crece hace más de 10 años y en la que no para de aumentar la presión impositiva.