Guillermo Calvo: "Puede haber un veranito, pero hay que tener mucho cuidado de no engolosinarse"
ARGENTINOS EN EL MUNDO. Comenzó sus estudios de contador en la UBA, pero a mitad de la carrera aplicó para hacerel máster en Yale University, donde luego realizó el doctorado. Enseñó en las universidades Torcuato Di Tella, Ucema, Columbia, Pensilvania y Maryland. Fue asesor principaldel departamento de investigaciones del FMI y economista jefe del BID
Guillermo Calvo es uno de los economistas argentinos más respetados a nivel internacional. Su nombre comenzó a ser reconocido luego de haber anticipado la crisis mexicana que estalló a fines de 1994. Su especialidad, justamente, es el estudio de los sudden stops, es decir, los frenos bruscos de flujos de capitales, como le sucedió a la Argentina en abril del año pasado.
Calvo nació el 13 de mayo de 1941 en Buenos Aires. A los 16 años terminó la secundaria y comenzó la carrera de contador en la Universidad de Buenos Aires (UBA) porque todavía no existía la licenciatura en Economía. Sin embargo, a mitad de carrera aplicó para realizar un master en Yale, donde luego hizo el doctorado. Desde 2007 trabaja en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde es director del Programa de Gestión de Política Económica y profesor.
-¿Qué análisis hace de la economía argentina?
--La primera observación es que la devaluación y la caída del salario real han hecho a la economía más competitiva, lo que ya se ve en un aumento del turismo hacia la Argentina y una reducción importante del turismo desde el país. Eso todavía no se está reflejando en una mejora de la economía, porque hay incertidumbre política. El nuevo presidente todavía no se ha expresado con claridad. Tal como se está dando la situación, es posible que vayamos en camino a un veranito. El hecho de que Mauricio Macri mantenga una participación política importante es relevante, porque eso garantiza que, a pesar de los problemas que podría tener Fernández, ese tipo de incertidumbre política no se trasmitirá a la economía tan fuertemente. Veo una especie de equilibrio en el que ambas partes tendrán el incentivo de colaborar independientemente de lo que digan a la prensa. Esto alimentará un veranito, que ya lo estamos viendo en el hecho de que la brecha con el dólar blue se ha reducido a pesar de que varios economistas estaban diciendo que, si ganaba Fernández, iba a explotar todo por el aire. Más bien, el hecho de que los precios ya hayan subido tanto y bajado el salario real hace que las firmas vean reducidos sus mercados y tengan menos incentivos para seguir remarcando. Por lo tanto, hay espacio para una recuperación, no total, pero sí para que se genere una situación más cómoda, lo que se refuerza por el hecho de que los sindicatos parecen estar dispuestos a darle un tiempo de respiro al gobierno que se inicia.
-¿De qué depende que este veranito se prolongue en el tiempo?
-Hay que tener mucho cuidado en no engolosinarse, porque esto no es crecimiento. Seguramente se dirá que estamos creciendo, pero no. Lo que habrá, con suerte, es una recuperación, como pasó en la primera parte del gobierno de Néstor Kirchner. En este proceso no me extrañaría que aumente el crédito y que se empiece a pensar que estamos saliendo. Hay que tener mucho cuidado, porque la hiperinflación está a la vuelta de la esquina.
-¿El tema de la deuda, debería comenzar a resolverse ahora o en diciembre cuando asuma el nuevo gobierno?
-La deuda argentina no es grave. Lo grave es que el país no tiene credibilidad. Es fundamental lo que Fernández diga y haga. Estamos en una situación de recesión bastante seria. Ojalá que la renegociación no implique hacer fuertes ajustes fiscales en el corto plazo. El enfermo está en terapia intensiva, tuvo un ataque al corazón y no es momento de decirle "andá al parque y empezá a correr". Más bien uno lo trata con mucho cuidado hasta que se recupera. Veo a la Argentina en una posición muy delicada. Sería contraproducente que, para solucionar el problema, lleguemos a un arreglo con los acreedores que, para que ellos nos crean, prometamos hacer un ajuste fiscal muy fuerte en el corto plazo. De todas maneras, la negociación va a llevar tiempo, dado que, aparte de la deuda con el Fondo hay una gran variedad de bonos que complican el proceso.
-Entonces, una reestructuración de deuda con quita de capital es inevitable, ya que, si se quiere solo reperfilar los vencimientos, haría falta un ajuste en las cuentas fiscales que en este momento la economía no puede soportar, como usted dijo.
-Ese es el dilema que enfrentamos. Queremos reperfilar al estilo uruguayo, sin una quita de verdad, lo que implica que, en vez de pagar mañana, paguemos pasado mañana. Pero para que eso se pueda hacer, no sería nada extraño que nos exijan mayor ajuste fiscal inmediatamente, y eso es contraproducente, porque el enfermo está en terapia intensiva. Ahí es donde está el problema. Hay que manejarlo con mucha diplomacia.
-¿Cree que el gobierno electo es consciente de la situación en que se encuentra la Argentina?
-No sé, y creo que nadie sabe. No conozco bien cómo piensa la gente que lo acompaña.
-Se habla de que el Banco Central podría volver a financiar al Tesoro para pagar el déficit fiscal, dado que el mercado está cerrado. Con los niveles de inflación actuales, ¿se puede terminar en una hiperinflación?
-Los precios ya han subido mucho. Si a la gente le sobrara dinero en el bolsillo irían a comprar el dólar blue, y no lo está haciendo de la manera que creíamos. Por lo tanto, no veo que haya una presión inflacionaria importante en el corto plazo. Ese es el veranito, lo que puede darle al gobierno cierto espacio para financiar con la maquinita. Pero no hay que confiarse, porque ya vimos lo que pasó con el Plan Austral, que se transformó en el Plan Primavera y, en unos pocos meses, desbarrancó en una hiperinflación virulenta, la más alta de la historia económica argentina.
-¿Entonces lo importante es generar credibilidad y lograr confianza?
-Exactamente. Y en ese sentido celebro el hecho de que el nuevo gobierno no tendrá todas las libertades que tuvo Cristina [Fernández] en su momento y, en consecuencia, es posible que sea un mandato más sensato, moderado y más de país serio como la Argentina se merece. Mi temor es que el veranito los confunda. Por eso es tan importante que tengan economistas bien formados.
-¿Qué balance hace de los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri?
-El resultado económico muestra la importancia de estabilizar la macroeconomía. La administración de Macri ha sido muy buena en muchas dimensiones, especialmente cuando uno la compara con la de Cristina. Pero la situación que estamos transitando demuestra lo especial de la macroeconomía argentina: cuando el resto del mundo está preocupado por la deflación de precios, nosotros seguimos con un tema que era relevante en los años 80. Hay muy pocos países que tienen problemas serios de inflación, y ahí es donde el gobierno de Macri "metió la pata". Lamentablemente la macroeconomía es como el corazón para el ser humano: si le anda mal, se muere, aunque tenga los músculos muy bien entonados. Las consecuencias son mucho peores de lo que debieron haber sido. Suena como un desastre, pero no veo que haya sido una administración desastrosa. Lo que fue desastroso es la parte macro y la monetaria. Perdieron oportunidades. Macri estuvo mal asesorado, no es economista y compró recetas que, lamentablemente, fueron muy contraproducentes.
-¿En qué temas puntualmente?
-La inflación crónica no se puede controlar simplemente con tipo de cambio fluctuante. Se pensó que si se seguía una política monetaria como la de Chile, se iba a poder bajar la inflación rápidamente, a pesar de que no hay evidencia histórica que muestre eso (excepto que se parta de una hiperinflación). También cayeron en la trampa del veranito en 2017. Apenas hubo una recuperación, tiraron todo por la borda y mataron la credibilidad. Espero que esta administración se tome este tema muy en serio, si no, no van a poder dar mucho más que un primer paso.
-En el largo plazo, ¿qué desafíos tiene el país?
-La Argentina tiene un problema estructural muy serio, y es que el ahorro es uno de los más bajos del mundo, de alrededor del 15% del producto. Para poder crecer, se necesitan inversiones de más del 20%. Por lo tanto, se necesita ahorro externo de alrededor de 5% del producto. Entonces, si se quiere crecer, la Argentina dependerá del ahorro extranjero de una manera importante. Este es otro aspecto que no se debe descuidar en el mediano plazo. En ese sentido es muy importante que se arregle el tema de la deuda de una manera amigable, pues si no tenemos acceso al mercado de capitales, será muy problemático reactivar la economía. Además, cuando no se crece, surgen temas, como la distribución del ingreso, que son muy difíciles de manejar y, como demuestra Chile, aún más resolver.
-Con esta crisis económica, ¿cuánto volvió a retroceder el país en la confianza del ahorrista?
-Fue terrible. Pero no le echemos la culpa a este gobierno, hemos sido así por los últimos 70 años. Es lamentable. La Argentina está atrás de muchos, cuando solía estar adelante de casi todos. La seguidilla de defaults hace aún más difícil atraer ahorro externo, pues eso contribuye a que esos ahorristas no nos confíen. Apenas hacemos una movida que parece rara, salen corriendo. Entonces el capital que podemos obtener es de corto plazo y muy volátil. Pero por culpa nuestra, de nuestra historia. No es que el mercado de capitales se ensaña con nosotros, que vienen, nos roban y se van, como les gusta decir a los populistas. Los que robamos somos nosotros, por eso salen corriendo. Lamentablemente, Macri fue muy respetado en el mundo y lo que ocurrió con la economía sorprendió y mucho. Esto ha complicado aún más las cosas. Piensan, si no puedo confiar en Macri, ¿en quién puedo confiar? Eso implica que tenemos que hacer un trabajo importante para recuperar la credibilidad y tener mucho cuidado con los gestos que espanten al inversor. Ya se sortearon las elecciones, ahora hay que encontrar el camino. Tengo mucha fe. En parte, porque hay mucho espacio para mejorar, debido, paradójicamente, a los crasos errores del pasado. El sector financiero, para dar un ejemplo, es insignificante. Mientras que llega a ser alrededor del 30% del producto en la Argentina, ronda el 80% en Brasil, a pesar de todos sus problemas. Simplemente, aprender de Brasil en este aspecto, del brazo de la credibilidad, podría darle una bocanada de aire fresco al crédito, la inversión y el crecimiento.
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