Guido Zack: “Hoy no hay nada más expansivo para la economía argentina que bajar la inflación”
Estudió Economía en la UBA; es doctor en Análisis Económico y magister en Análisis Económico Aplicado por las universidades de Alcalá y Complutense de Madrid; es docente de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y otras universidades de Europa; fue economista jefe del Bice; actualmente es director del área de Economía de Fundar
“Nunca estuvo tan clara la inserción de la Argentina en el mundo”, plantea Guido Zack, director del área de Economía del think tank Fundar, al analizar el potencial exportador del país y las posibilidades de sostener un proceso de crecimiento que revierta la última década de estancamiento, con complejos como el litio, los hidrocarburos y los alimentos. Sin embargo, el analista advierte que resulta indispensable bajar la inflación, para lo que se requiere un plan de estabilización y consenso político para que resulte exitoso.
“No hay casos de procesos de crecimiento sostenido con estos niveles inflacionarios. Puede crecer un año o dos años la economía después de una caída fuerte, como la pandemia, o eventualmente crecer en el margen, pero no algo sostenido. Y, por lo tanto, es prioridad número uno reducirla. El problema es que no es de fácil solución. Quien plantee una solución sencilla, está mintiendo”, dice Zack.
-¿Por dónde pasa el problema para no resolverlo?
-No es lo mismo una inflación del 30% o 50% que del 100% o 120%. Hoy Argentina necesita un plan de estabilización y son medidas difíciles de tomar, que pueden afectar en el muy corto plazo, y digo muy corto plazo específicamente porque en muy corto plazo pueden tener efectos sobre el nivel de actividad, pero no hay nada más expansivo hoy en la economía argentina que estabilizar la inflación. Y no digo llevarla a cero o a 1% mensual. Si uno empieza a ver que la inflación va bajando mes a mes, eso ya provoca un alivio, primero casi que psicológico podríamos decir, pero después un alivio en el bolsillo de la gente que le permite consumir, demandar más. Y si esto va acompañado de algún sendero de resolución de problemas, como la falta de dólares, y se normaliza un poco la actividad en ese punto, eso va a ser expansivo y me animo a decir en el corto plazo.
-¿Cómo sería ese proceso?
-Muchas veces se habla de costo de la estabilización, pero yo siempre me atengo a los datos. Pienso en la historia del Plan Austral, que fue un claro plan de estabilización, de shock, que finalmente terminó mal. Pero en el medio hubo un tiempo en el que realmente funcionó, y a los tres meses de implementar el Plan Austral, a nivel de actividad estaba igual que al inicio del plan y después siguió creciendo. Y ahí el gobierno de Alfonsín ganó las elecciones legislativas. Entonces puede suceder eso en Argentina. Sí es cierto que se necesita primero un plan que ataque todos los frentes de la inflación, porque cualquier estrategia parcial está destinada al fracaso. Ya lo hemos hecho, con lo cual no habría que insistir por ahí. Y, por otro lado, un plan necesita poder político. Y es por eso que a lo mejor este gobierno, con el poquito tiempo que le queda, se le hace muy difícil. Pero el gobierno que entra va a tener que tomar medidas fuertes temprano.
-¿Qué incluye ese plan de estabilización?
-Siempre hay una parte macro, de consistencia macroeconómica, que va por el lado fiscal y monetario. Argentina tiene que ir a un sendero de consolidación fiscal. Esto no significa déficit cero de un día para el otro. Primero, porque hay un mercado de capitales en moneda local que permite financiar cierto déficit. Y, por otro lado, porque hacerlo generaría una recesión fuerte. Pero sí es necesario, en el contexto actual, que el Banco Central deje de financiar al Tesoro. De eso no hay ninguna duda. Esa herramienta que tienen todos los estados del mundo, de eventualmente financiar gasto público con emisión, hay que dejarla únicamente para períodos súper excepcionales. Me animo a decir que en los últimos 20 años en Argentina esos períodos fueron en 2009, con la crisis internacional, y 2020 con la pandemia. No puede ser una fuente recurrente de financiamiento. Pero una consistencia macroeconómica única y exclusivamente no alcanza.
-¿Por qué?
-Primero, porque tenemos lo que en economía llamamos precios relativos desalineados. Básicamente, tarifas baratas y tipo de cambio bajo. Para bajar la inflación necesitamos que estos componentes estén más o menos alineados, que las tarifas cubran más o menos los costos y que el tipo de cambio permita una acumulación de reservas. El problema es que en el corto plazo ajustar estos precios es inflacionario. Para que baje la inflación primero hay que darle un fogonazo inicial, que hay que intentar que sea lo menos alto posible y, por otro lado, que se distribuya de la manera más progresiva posible. Y la manera de hacerlo con políticas de ingresos. Esta es la otra pauta que muchos planes de estabilización no la consideran y en Argentina es indispensable, porque hacer estos ajustes de tarifas y tipos de cambio en estos niveles de inflación puede hacer que se espiralice y estemos hablando ya de otros niveles, mucho más graves aún de los que tenemos ahora. Y, por otro lado, porque venimos de 12 años de estancamiento económico, con salarios reales muy deteriorados. Por lo tanto, la resolución de todo este conflicto puede tener un impacto muy fuerte sobre los sectores más postergados. Tenemos un 40% de pobreza. No podemos llevar el peso de la resolución de este conflicto a ese 40%. Hay que hacerlo sobre toda la población y principalmente sobre el que más tiene.
-¿Dónde o cómo puede crecer la economía Argentina?
-Tenemos una ventaja que es que depende de nosotros. Incluso durante épocas en donde teníamos estabilidad macroeconómica, no estaba tan clara la inserción de Argentina en el mundo, qué podía proveerle el país mundo. Y ahora está clarísimo. El mundo necesita energía y alimentos. Argentina tiene energía y tiene alimentos, tiene mucho gas, que es un combustible fósil menos contaminante que va a ser indispensable para la transición energética con el potencial que tiene Vaca Muerta, la minería con el litio, etcétera, y tantos otros sectores y eslabonamientos. No hay que quedarse únicamente en la parte primaria, sino desarrollar proveedores y eventualmente ver dónde podemos agregar valor aguas arriba y aguas abajo. Tenemos qué venderle al mundo. Si uno lo piensa en términos de empresa, es lo más importante que necesita una empresa para existir. Lo que tenemos que hacer es coordinarnos entre todos para poder desarrollar eso, y en parte es resolver estos problemas macroeconómicos que tiene la Argentina. En última instancia, la macroeconomía a lo que se dedica es a problemas de coordinación de agentes económicos. Y soy optimista porque una dificultad que tiene Argentina, que siempre se ve plasmada en cada crisis, es la falta de dólares, y hace muchos años que el país no tiene un potencial exportador tan importante como el que tiene ahora.
-¿Cómo se puede agregar valor localmente a esas exportaciones?
-Si bien es necesario generar valor, y si tenemos un recurso natural, qué mejor que agregarle valor localmente, hay casos en los que es más difícil y otros en los que es más fácil. No necesariamente el valor se tiene que generar en el mismo sector. Obviamente. Bienvenido sea si así es, pero hay sectores industriales que hoy están padeciendo la escasez de divisas y estos sectores primarios pueden aportar esas divisas para que otros sectores industriales se puedan desarrollar. No hay que encasillarse en que el sector que genera las divisas es necesariamente el que tiene que generar valor y necesariamente el que tiene que dar empleo. Quizás hay alguno que sí lo hace, como el software, que genera todo esto, pero son pocos. Y no necesariamente el valor agregado tiene que estar en el gas o en el litio
-Hablaba de ordenar y coordinar agentes. ¿Cómo y quién debe hacerlo?
-El rol del sector público es coordinar a los agentes, dar ese primer paso. En la Argentina, es haciendo los esfuerzos de estabilización que hablábamos antes y en el transcurso, quizás proponiendo regímenes especiales y creíbles, que lamentablemente hemos incumplido la palabra muchas veces. Es muy importante que los regímenes especiales se den por amplia mayoría del Congreso para desarrollar, por ejemplo, el sector de GNL. Y otro punto de coordinación es lo que hablábamos de la política de ingresos. Hoy nos estamos peleando en un contexto donde la torta se mantiene constante hace 12 años con cada vez más población, con lo cual, por habitante, es cada vez más chica. Si uno quiere estar mejor en este contexto es en detrimento de otra persona. Entonces, es necesario crecer para que uno pueda estar mejor y que no sea en detrimento de la competitividad. La tarea es compleja, sobre todo con las divisiones que hay entre las dos coaliciones principales, sino al interior de esos espacios. No hay mucho más margen. Es ahora.
-¿Qué consecuencias reales tienen los “incumplimientos” que mencionaba?
-Es un costo reputacional elevado que tenemos que revertir, porque no es únicamente haber incumplido con los pagos de deuda o haber renegociado, es también haber incumplido contratos con empresas como Chevron, en donde adelantaron dinero frente a una promesa que después se incumplió y ahora le estamos pidiendo a Petronas que haga lo mismo. Entonces Petronas, que no son ningunos sonsos, dirán “¿Cómo sé que no me vas a engañar?”. El problema es que cuanto mayor el costo reputacional, mayor es la sobrerreacción que tiene que hacer el gobierno argentino para atraer capitales necesarios para exportar, para estabilizar, etcétera. Entonces, lo primero de todo es revertir esta reputación que tenemos, empecemos a tener palabra como Estado de nuevo. Y para eso, una cosa muy importante es empezar a funcionar como Estado independientemente de la sucesión de gobiernos.
-¿Qué quiere decir eso?
-Una cosa es el Estado y otra cosa es el gobierno. El gobierno en Argentina dura cuatro años y el Estado tiene ya más de 200. Entonces, no podemos pensar que va a llegar un gobierno y decir “El del costo reputacional era el anterior, yo soy nuevo y siempre me porté bien”. No es así como funciona. Cuando un argentino decide ahorrar en dólares y no en moneda local, o un inversor decide invertir en el país o no, está pensando en la reputación del Estado argentino. No es que aparece un gobierno nuevo y los US$260.000 millones que los argentinos tienen en el exterior, en cajas de seguridad o en el colchón vuelven porque cambió el gobierno... Entonces, seguir hablando de quién endeudo más, si la inflación es culpa de uno o de otro… La verdad es que hoy tenemos este nivel de deuda, este nivel de inflación, este nivel de actividad. Hay que partir de ahora, no negando el pasado. Obviamente tenemos que aprender del pasado, pero no nos podemos seguir peleando de quién fue, quién tuvo la culpa, porque realmente se están peleando por quién tuvo más la culpa: nadie de los que ha gobernado en la Argentina reciente está exento de culpa por la situación en la que estamos.
-El rol del Estado es un tema de debate entre candidatos y espacios políticos. ¿Cuál es su visión?
-Ahí hay dos cuestiones a separar. Una cosa es un Estado fuerte y otra cosa es un Estado grande. El Estado tiene que ser fuerte, porque si queres coordinar a todos los agentes de la economía, necesitás credibilidad, fortaleza y buena reputación. El tamaño es otra cosa, es una decisión social de decir cuánto gasto público se quiere tener, y después de ahí pensar el mejor esquema tributario para financiar ese gasto. La presión tributaria no te la dan los impuestos sino el gasto que hay que financiar. Y eso no se cambia de un día para otro. Es gradual. Pensemos en términos de Estado. No existe que el gasto público sea 40% del PBI, asuma un nuevo gobierno y lo baje inmediatamente a 30%. Es paulatino, son procesos y hay que pensarlos de esa manera. Yo quiero un Estado fuerte, que no significa necesariamente un Estado grande. Pero independientemente del tamaño, quiero un Estado cuyos gastos se puedan financiar con sus ingresos impositivos, sin acudir rutinariamente a financiamiento monetario, a financiamiento en moneda extranjera, porque sabemos cómo termina, y sí fortaleciendo mercado local de capitales.
-¿Y en términos de apertura?
-Hay dos grandes cuentas en la economía: las cuentas fiscales y las cuentas externas. Cuanto más se exporta una economía, más puede importar, y por lo tanto, más abierta va a ser. Pero no es tan sencillo. Obviamente, hay políticas para fomentar las exportaciones, por otro lado, permitir importaciones de determinados productos a precio internacional y a calidad internacional provoca una mejora en la productividad que luego permite exportar. Hay sectores que posiblemente valga la pena proteger por algunas determinadas cuestiones de las que hablábamos antes, que en muy resumidas cuentas es generación de divisas, empleo o valor agregado. Pero lo importante es que la protección tenga objetivos claros. Uno no puede proteger para siempre, porque si queremos generar valor, exportaciones y empleo, necesitamos que se generen capacidades, independientemente de la protección estatal. Tierra del Fuego es un ejemplo, pero se pueden tomar muchos ejemplos para esto. Porque si no, terminamos con protecciones excesivas que son inflacionarias, pueden permitir sustituir determinadas importaciones, pero a costo de tener dentro de enfrentar costos más elevados en la economía local y exportar menos. Entonces de nuevo, no es ni 100% apertura ni 100% proteccionismo. El problema es que se han politizado las herramientas de política, o se han partidizado.
-¿A qué se refiere?
-A que ‘retenciones altas’ es un partido, el otro bajas. Retenciones móviles no se puede hablar. Tarifas altas sin subsidios es un partido, subsidios el otro. Lo mismo con apertura o proteccionismo, el déficit o el equilibrio fiscal. Y el mundo cambia, la economía cambia. Si queremos un Estado activo, contracíclico, que estabilice la economía, que cuando economía cae no caiga tanto y que en los años que se crece se crezca quizás menos, necesitamos adaptar las políticas al contexto. A veces hará falta retenciones, otras no, o hará falta en un sector. Lo mismo con las tarifas, el tipo de cambio, el déficit. Y entra en la lógica de pensar a la Argentina como un Estado y no como una sucesión de gobiernos. Y es la forma de volver a bajar la inflación y tener un proceso de crecimiento. Parece complejo pero uno mira al costado y no lo es tanto. Países que hace 30 años quizás estaban en una situación similar, incluso peor en términos macroeconómicos que la Argentina, con inflaciones muy altas, muy volátiles en su comportamiento, han logrado estabilidad nominal, bajar la inflación, reducir el grado de bimonetarismo de sus economías, tener procesos de crecimiento en términos internacionales moderados. Es algo que lo han logrado prácticamente todos los países de América Latina. Argentina puede hacerlo. Para dar una idea, es mucho más difícil tener industria satelital como la tiene Argentina, y no las condiciones básicas como tener una inflación baja. Y tenemos las condiciones para tener un periodo de crecimiento elevado y estable durante muchos años.
-¿Cómo es el nivel del capital humano hoy en la Argentina?
-Es muy bueno en términos regionales y en términos internacionales. Para ser un país en desarrollo tiene muy buen capital humano, a los niveles similares a los países desarrollados. Por eso constantemente hay argentinos que se van al exterior y desarrollan su carrera profesional allá, y muchos son educados en Argentina, porque tenemos un sistema educativo lo suficientemente bueno como para que esto no sea una restricción al desarrollo. Todo lo contrario, creo que es un activo. Problemas de fuga de cerebros, por decirlo de alguna manera, tienen todos los países en desarrollo, porque los países desarrollados pueden ofrecer mejores condiciones, pero no necesariamente esos recursos se pierden. Hay argentinos que se van al exterior a estudiar, algunos vuelven y otros no, pero generan redes que finalmente pueden aportar al país. El desafío es generar más recursos de los que se van, y creo que Argentina lo hace.