Grecia, sin luces al final del túnel
La deuda del país helénico aún es un problema; los rescates europeos fueron una solución temporal
Que le iba a pagar al FMI, que no; que se iban del euro, que no; que el primer ministro dimitía, que dimitió; que iban a elecciones, que las ganó. Se habló mucho de la crisis griega, pero aún no se pudo solucionar el problema de raíz: la deuda pública de Grecia no es sostenible en la actual situación.
Además de los problemas coyunturales, la deuda de Grecia hoy es insostenible, y sólo viable en el corto plazo gracias a los paquetes de "rescate" acordados. Imagínese un hogar donde por años el nivel de gastos superó a los ingresos, y ese déficit se refinanció con deuda a tasa barata, y ésta llegó a ser varias veces el patrimonio del hogar. Si los intereses de esta deuda se incrementan por el riesgo de que sea impagable, y los ingresos caen porque uno o los dos sostenes del hogar quedan desempleados, la deuda aumentará y las perspectivas de repago irán en sentido contrario. Si este hogar fuese Grecia, el actual ritmo de crecimiento de su ingreso (menos de 2%) no permitiría cancelar los intereses sin financiamiento adicional, y apenas le permitiría reducir el déficit o generar un superávit fiscal primario compatible con sus obligaciones. Esto, sumado a que la economía helénica debe 168% del PBI, da cuenta de la magnitud del problema.
Para peor, la inestabilidad de la economía griega y la percepción de riesgo causan que la tasa de interés a la cual se endeuda sea muy alta. Habiendo llegado a 19% anual, los sucesivos acuerdos y promesas de ajuste hicieron que se redujera hasta aún elevado 7,5 u 8% actual. Es decir, Grecia tiene necesidades de pago pero carece de recursos genuinos. El rescate que se llevó a cabo en agosto implica un desembolso de 86.000 millones de euros, que aparece como un salvavidas de plomo, dado que no erradica el problema de fondo: la insolvencia.
¿Cómo podría Grecia volver a ser solvente? Primero, debe analizarse cuáles son las variables que podrían cambiar la ecuación. Por un lado, tanto el crecimiento real de la economía como el superávit fiscal primario aparecen como consecuencias directas de las acciones que adopte Grecia como país. Por otro lado, el pesado nivel de deuda es de corresponsabilidad con los acreedores, ya que ellos son quienes tienen la potestad de condonar, o no, alguna porción de deuda. Por último, la tasa de interés estará determinada por el riesgo de default, la política económica, su voluntad de pago y la posición de los acreedores, este último, el factor menos manejable.
La actual situación griega muestra una expansión anual menor a 2%, un ahorro fiscal primario que a 2014 era casi nulo, una tasa de interés en 8% y un ratio de deuda de 168%. Dados estos valores, si se quisiera estabilizar (o reducir) la deuda a partir de una suba del superávit fiscal, éste debería aumentar hasta 10,2% del PBI, algo que se prevé imposible en el corto plazo. Por otro lado, si la economía pasara a crecer al 6% anual, sólo se requeriría un superávit fiscal primario de 2,9 puntos del PBI, lo cual parecería mucho más probable de lograr, si Grecia creciera a una tasa a la que no crece desde hace más de una década. En cuanto a la tasa de interés, una reducción hasta 4% permitiría que solamente se necesite un ahorro fiscal primario de 3,9 puntos. En otras palabras, si la familia del ejemplo no generara mayores ingresos que gastos para pagar intereses, y/o si el banco no le bajase la tasa, entraría en bancarrota, a menos que el banco le condone parte de la deuda.
En el caso de la economía griega, una condonación llevaría automáticamente a mejorar las otras variables: la economía liberaría recursos para crecer debido a la menor carga de intereses y el menor superávit fiscal primario requerido. Una quita de deuda que la lleve desde 168% a 100% del PBI haría necesario un ahorro fiscal de 6,1% si la tasa de interés permaneciese en 8%. Sin embargo, dado que un recorte generaría una mejora en la percepción del riesgo y la solvencia griega, la tasa de interés podría caer hasta el nivel español, en 1,3%. Si eso ocurriera, y la economía siguiera creciendo 1,7%, ya no se requeriría un ahorro fiscal, lo que permitiría impulsar la economía. Una vez conseguido esto, Grecia debería comprometerse a no incurrir en una nueva deuda "insostenible".
La crisis griega parece no tener fin y esto se debe a la imposibilidad de salir de ella de manera autónoma. Las soluciones posibles son demasiado exigentes por lo que es imprescindible una ayuda externa que no perpetúe los paquetes de rescate, sino que vaya de cuajo a la insolvencia de la deuda. Sin embargo, si así fuera, existiría la posibilidad de generar malos incentivos que den lugar a una nueva crisis. Este debe ser un punto a seguir para no tropezar dos veces con la misma piedra. Una vez que se dé el primer paso, la economía podría generar los mecanismos para funcionar por sí misma y dar solución a esta crisis que parece no tener fin.
Los autores son economistas
Federico González Rouco y Martín Grandes