GPT-3: el impacto económico de la tecnología que "se está comiendo el mundo"
¿Cómo saber si esta columna fue escrita por un ser humano o generada por un programa de computación? ¿Hay un periodista de carne y hueso detrás de los párrafos que siguen o un modelo de lenguaje natural ya se hizo cargo de este espacio, luego de aprender de miles de notas anteriores?
Este tipo de duda-provocación se repitió un sinnúmero de veces en redes sociales en las últimas dos semanas, luego de la enorme repercusión mediática que tuvo el lanzamiento oficial del GPT-3, el modelo de lenguaje natural más poderoso creado hasta ahora. La iniciativa del grupo OpenAI (una organización que surgió en 2015 con el objetivo de mitigar potenciales daños de la inteligencia artificial) ya estaba circulando en forma de artículo académico desde marzo, pero días atrás abrió su versión beta a algunos usuarios que pudieron probar en persona la "magia" del nuevo avance.
GPT-3 es una nueva edición del generador de texto GPT-2 que lanzó OpenAI el año pasado. Es un sistema predictivo: el usuario escribe algunas líneas y órdenes y el software ofrece alternativas para completar el texto. Es más de 100 veces más poderoso que su versión anterior: GPT-3 juega con 175.000 millones de parámetros (contra 1500 millones del GPT-2) y se nutre de 410.000 millones de textos disponibles en la web, entre otros materiales. Este poder de fuego le permite escribir poesía, resumir trabajos sofisticados y responder preguntas con algo parecido a un "sentido común".
GPT-3 no "entiende" en un sentido humano, pero en muchas de las pruebas a las que fue sometido fue capaz de superar el Test de Turing, tras lo cual las elaboraciones de una máquina de vuelven indistinguibles de las de las personas. De hecho, una de las repercusiones que más rebotó en el furor por el nuevo sistema a nivel global fue un artículo del argentino Manuel Araoz, especialista en inteligencia artificial, robótica y criptomonedas, publicado el 18 de julio y titulado El GPT-3 puede ser lo más importante que vimos desde el bitcoin. Luego de unos párrafos, Araoz, egresado del ITBA, aclaró que se trataba de un texto? generado enteramente con GPT-3. "Sigo jugando y descubriendo cosas todo el tiempo", explicó Araoz a la nacion, "Lo más impresionante es que estamos finalmente muy cerca de pasar el Test de Turing, lo cual no significa, en mi opinión, llegar a un grado de inteligencia humana", agregó.
El nivel de conmoción generado por el avance fue tan alto que el economista Tyler Cowen comentó en una columna en Bloomberg que por unos días la noticia rivalizó con la agenda del Covid y con la de las elecciones en Estados Unidos, que dominan el panorama informativo.
Para Cowen, es un signo de la vitalidad del ecosistema de la Costa Oeste de la mayor economía del mundo, que sigue produciendo avances más impactantes que el esquema centralizado chino (en el último año China superó a Estados Unidos en inversiones en nuevas empresas de inteligencia artificial). OpenAI es un grupo fundado por figuras legendarias de Silicon Valley como Peter Thiel, Elon Musk, Reid Hoffman, Marc Benioff, Sam Altman y otros.
¿Qué profesiones o disciplinas se pueden sentir amenazadas por este nuevo paso? Uno de los primeros tuits al respecto afirmaba que a los abogados les conviene empezar a aprender a programar, dado que GPT-3 puede traducir a lenguaje legal cualquier texto para presentar un escrito. Pero enseguida en el hilo de tuits aclaraba: "Un momento?esto tampoco les servirá, porque el sistema también lo traduce a código automáticamente".
En el periodismo, la era en la que las máquinas ya reemplazaron a los humanos en cables de deportes o de finanzas (con parámetros muy específicos) termina y se pasa a una de artículos mucho más sofisticados. En educación ya existe la posibilidad de "tomar clases" directamente de Albert Einstein, Jorge Luis Borges o Aristóteles, a partir de sus textos y estilos de escritura previos. En nuestra vida cotidiana, podremos automatizar nuestras respuestas de correos electrónicos sin que se note que no las escribimos nosotros. Los bots de empresas saltan a un nivel mucho más preciso y los buscadores ya no nos sugieren una serie de documentos relacionados con nuestra inquietud sino que responden directamente a partir de la lectura y el procesamiento espontáneo de millones de artículos.
Menos ciencia ficción
En 2012, los trabajos de Alex Krishevsky en AlexNet dispararon una industria multimillonaria de aplicaciones que surgieron a partir del reconocimiento de imágenes, que van desde poder abrir el celular con nuestro rostro hasta los desarrollos de vigilancia, las aplicaciones que identifican plantas cuando se enfoca la cámara del celular o los avances con vehículos autónomos. La expectativa con GPT-3 está en un nivel similar. OpenAI es una entidad sin fines de lucro, pero ya anunció que otorgará licencias comerciales del nuevo sistema en el segundo semestre para financiar sus investigaciones.
Al contrario que lo que sucedió con la supremacía cuántica a fines de 2019 (el momento en el que un equipo de Alphabet pudo resolver con una computadora cuántica un dilema que a la sumatoria de todas las computadoras tradicionales del mundo le llevaría miles de años contestar), el salto de la IA es menos de ciencia ficción pero conlleva un mayor potencial disruptivo en el corto plazo. "Es, sin duda, tecnología ?vieja', pero en la frontera. Las aplicaciones son muchas, reales y van a impactar un montón", dice Rocco Di Tella, que investigó los alcances del GPT-3 para el Instituto Baikal.
Como sucede cada vez que se comunica una "noticia bomba" de este tipo, hay unas horas de exageración en redes y en coberturas y, luego, expertos que salen a poner paños fríos. Ya se dijo que el GPT-3 no implica "inteligencia" en sentido humano, y también es un sistema que, al estar basado en millones de textos escritos por personas de carne y hueso, replica sus sesgos, racismo, sexismo, etcétera. Cowen hizo notar en su blog Marginal Revolution que "el nivel de excitación (con GPT-3) está fuerte e inversamente correlacionado con la cercanía de la persona que opina al proyecto en sí".
Es cierto: de hecho Sam Altman, cofundador de OpenIA, salió rápido a aclarar que "El ?jipeo' fue demasiado lejos; se trata de un sistema impresionante pero aún con muchas debilidades y a veces comete errores tontos. Hay que seguir trabajando un montón". Pero la dinámica que describe Cowen (la de los expertos poniendo paños fríos) es bastante común frente a cualquier descubrimiento.
El GPT-3 es un salto en una tecnología que hoy está cambiando el mundo. Sus iniciales coinciden en inglés con las de las "General Purpose Technologies" (tecnologías de propósito general). La AI es la cuarta TPG (siglas en castellano) y en cada nueva oleada el tiempo de despliegue se reduce a la mitad: el motor de vapor tardó 80 años; la electricidad, 40 años en dominar el mundo; las PC, 20 años, y, probablemente, la IA menos de 10 años.
En Álter Eco especialistas en inteligencia artificial como Andrei Vazhnov o Carlos Diuk resaltaron que es un error "antropomorfizar" la discusión y medir el grado de avances en tanto los nuevos programas "se acerquen o no" a la inteligencia humana. Mientras muchos se entretienen con este debate (el de la singularidad), el software (y ahora la IA), como dijo en 2011 Marc Andreessen en un artículo publicado en el Wall Street Journal, "se está comiendo el mundo".
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