Giro en el Gobierno: analizan medidas extremas para frenar la suba de precios
Massa estuvo reunido con todo su equipo para evaluar una serie de decisiones; se analiza otra suba en la tasa de interés, un recorte del gasto y limitaciones a los importadores para el acceso a dólares
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En shock por el dato de inflación que se conoció el viernes, el equipo económico pasó este sábado casi todo el día junto en el Palacio de Hacienda. En ese encuentro, que arrancó al mediodía y terminó alrededor de las 19, se evaluaron distintas alternativas para combatir la suba de precios. Entre ellas, se destaca la posibilidad de aplicar una fuerte suba en la tasa de interés. Podría tratarse de una medida extrema si se concreta la sugerencia más radical de una parte del equipo de Sergio Massa.
El ministro convocó para las 13. Media hora más tarde, comenzaron a discutir alternativas Gabriel Rubinstein (viceministro), Leonardo Madcur (jefe de Gabinete), Marco Lavagna (Indec) y Miguel Pesce, entre muchos otros.
Rubinstein, Madcur y el equipo massista en el Banco Central, principalmente, promueven la medida más radical: recomiendan poner en marcha de inmediato una fuerte suba de la tasa de interés que comience a absorber pesos de la calle y disminuya la tendencia a la dolarización que muestran cada vez más los argentinos. Son dos elementos que, por diversos motivos, colaboran con la suba de precios.
Con diferencias, el ala más ortodoxa del Gobierno incluso garabateó números. Sugieren llevar la tasa desde el 91% actual hasta aproximadamente el 110%. Solo de esa manera, piensan, tendrían la chance de patear el tablero financiero, frenar la huida hacia el dólar y absorber pesos a tal punto que se note en los precios.
La medida está definida, pero aún no se determinó su proporción. De hecho, las discusiones que se llevaron adelante ayer por la tarde se mantuvieron en un inusual hermetismo. Se espera que Massa haga anuncios mañana por la mañana.
La suba de tasas obedece a varios motivos. El primero surge de un fracaso reciente evidenciado por el 8,4% que arrojó el IPC ayer. En el pasado cercano, durante la gestión de Massa, el Banco Central ha subido las tasas en varias ocasiones, pero la inflación no se desaceleró. Eso evidencia que la entidad monetaria se quedó corta en sus decisiones.
Otra conclusión surge del actual contexto político: la regulación de la tasa, una herramienta potente en sí misma para cualquier economía, es hoy casi el único instrumento de aplicación inmediata que tiene el Gobierno para combatir la inflación.
Otras alternativas recomendables -y de las que tiene conciencia el equipo de Massa-, como avanzar en un plan profundo para reducir el déficit fiscal, no son viables por la composición política del Frente de Todos y el hecho de que este es un año electoral.
Esos condimentos se volvieron a discutir ayer por la tarde. A tal punto que Rubinstein aún lamenta no haber podido poner en marcha un programa económico más estructurado y ambicioso.
No está claro que el kirchnerismo acepte las sugerencias de Sergio Massa. Sucede que la suba de tasas, si funciona, enfría la economía. El ministro tiene una carta a favor al momento de convencer a Cristina Kirchner: la vicepresidenta teme desde hace tiempo que la gestión que comparte con Alberto Fernández conduzca al país a una hiperinflación. Esta media va en sentido contrario.
Si bien se trata de patear el tablero, el golpe no duraría mucho tiempo. En principio, la recomendación es que dure un lapso limitado -un mes, por ejemplo- para que frene la inercia sin profundizar los efectos negativos atados a esta clase de medidas.
Hay un ejemplo paradigmático sobre una decisión similar en medio de un accidente macroeconómico. Era febrero de 2002 y Jorge Remes Lenicov estaba al frente de Economía, durante el gobierno de Eduardo Duhalde. El presidente del Banco Central era Mario Blejer, que subió las tasa de interés de las letras al 140% para que los inversores no se desprendieran de los pesos. El nombre de Blejer se escuchó esta tarde en la voz de un funcionario importante de Economía, según reconstruyó LA NACION.
En el encuentro de esta tarde participaron muchos otros funcionarios. Estuvieron Raúl Rigo (Hacienda) y Eduardo Setti (Finanzas). El primero será el encargado de aplicar una reducción cada vez mayor del gasto, con la complicación que eso implica en el año electoral. Habrá un capítulo en los anuncios de hoy dedicado a la parte fiscal.
Rigo es una especie de algoritmo viviente que recorre el presupuesto nacional hacia un lado y hacia el otro de manera cotidiana para aplicar la orden política que le den. Y Setti deberá hacer nuevos malabares con la intención de financiar ese gasto sin pedirle más dinero al Banco Central.
Massa buscará aplicar medidas que limiten los efectos negativos de las decisiones que se anunciarán hoy. Eso implica, por caso, mejorar de alguna manera las condiciones de crédito para los sectores que resulten golpeados por la suba de las tasas.
También habrá novedades con respecto al acceso a los dólares para importaciones. Para eso estuvieron ayer Carlos Castagneto (AFIP) y Guillermo Michel (Aduana). Tendrán un rol importante en el lateral. El primero deberá optimizar los ingresos y acompañar a Michel en para cerrarle el grifo a la salida de divisas por el lado del comercio exterior. De hecho, son dos de los nombres de la semana.
De hecho, la redada que más sorprendió al corazón financiero de la Argentina en el último tiempo se terminó de delinear entre infusiones y mensajes de WhatsApp el martes pasado. Michel recibió de Cintia Buotto (estaba en Sumarios de Prevención esa mañana) la notificación de que la Justicia allanaría 20 bancos del microcentro porteño. Eran las 9, Michel estaba en su despacho, iba por el segundo termo de mate y le avisó por mensaje a su jefe, Sergio Massa, sobre lo que ocurriría a las 10.30.
El jefe de la Aduana, en cambio, levantó el teléfono para poner al tanto a Carlos Castagneto, incondicional de Cristina Kirchner. También coordinó los allanamientos sobre bancos que habilitaron pagos por importaciones que nunca se hicieron con Javier Alberto Lapalma, número dos de Gendarmería, jefe de Inteligencia y coterráneo del propio Michel, que viene de Gualeguaychú.
El golpe sobre la mesa generó más ruido que efectos reales. Sin embargo, abrió la puerta para una serie de hechos que ocurrirán en los próximos días y comenzaron a preocupar al sector privado. Esta semana, el Gobierno le pedirá a la Justicia que cruce las llamadas de los responsables de comercio exterior de los bancos. Espera abrir una caja de pandora. Cualquier esfuerzo es poco para disputar US$700 millones en juego en un país donde la falta de dólares es dramática y moldea cada aspecto de la vida.
El propio Massa está atravesado por una situación compleja en términos de divisas. No quiere que le pidan un dólar hasta el mes próximo. Literalmente. El ministro espera para esa fecha tener un poco más claro si el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo asistirá con divisas extra. La suba de tasas, por otra parte, está en el punto uno del manual del organismo. Es probable que escuchen a Massa con más gentileza tras las decisiones de hoy.
La combinación entre falta de dólares para dar buenas noticias y necesidades políticas está dando a luz horribles monstruos. Massa mandó a decir por varios lados que el Frente de Todos está perdiendo el tiempo mientras, según su criterio, se derrumba Juntos por el Cambio limado por su interna. Las rencillas de la vereda de enfrente, sumado al crecimiento de Javier Milei, podrían darle una oportunidad al Gobierno, de acuerdo con su mensaje, que no se refrenda en los resultados de la gestión.
La energía será una avenida relevante en el corto recorrido que le queda a Alberto Fernández, a Cristina Kirchner y al propio Massa en el poder. Anteayer ocurrió una parada para marcar en el calendario. Se le puso la soldadura final al gasoducto Néstor Kirchner, que se empezará a llenar el 20 de junio próximo. Entre seis y ocho días después, estará funcionando. Es una iniciativa fundamental para Massa: espera ahorrar algunos dólares que colaboren con su intención de no acelerar el crawling (depreciación gradual del peso).
El proyecto estuvo a cargo de Enarsa, cuyo presidente, Agustín Gerez, es muy cercano a Cristina Kirchner. Este santacruceño de 35 años se colgó una medalla que podría poner colorados a sus antecesores: finalizará en nueve meses una obra superior a los US$2000. El proyecto tuvo como actor destacado a Techint -puso los caños, hizo la obra- y a Sergio Massa, que lo tomó como propio cuando llegó a Economía.
Las comparaciones son odiosas. En 2003, Néstor Kirchner, Julio De Vido y Paolo Rocca (jefe de Techint) presentaron el proyecto del Gasoducto del Nordeste Argentino para traer gas de Bolivia. Debía estar listo en 2006, pero 20 años después, el proyecto todavía no se terminó, pese a que se invirtieron miles de millones de dólares.
Gerez se sintió apalancado por Massa para terminar el Kirchner. Más aún: ambos acordaron el fin de semana pasado no hacer un gran despliegue nacional en La Pampa para evitar posibles críticas por la cercanía con la elección a gobernador que se hace hoy en esa provincia.
Esa comunión es todo un dato político. El ministro ha tratado de convencer a cada vez más funcionarios de origen kirchnerista con su modo de hacer las cosas. Y espera que ese clima interno favorable a su gestión termine de inclinar hacia su figura el dedo elector de Cristina Kirchner. Pese a que no puede mostrar buenos números en su gestión, Massa confía en que el ascenso de Javier Milei le dé una nueva vida electoral al Frente de Todos.
Para eso, debe alejarse de la posibilidad de un tropiezo total de la economía. Quizás su última gran chance esté relacionada con los pasos que se terminaron de definir hace minutos.
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