Gerardo della Paolera: "No se puede progresar cuando cada dos semanas hay cambios en lo fiscal o impositivo"
Estudió Economía en la Universidad Católica Argentina (UCA) y tiene un doctorado de la Universidad de Chicago. Fue presidente fundador y rector de la Universidad Torcuato Di Tella (1990-2001), en la cual actualmente es profesor. También enseñó en la Universidad de San Andrés y fue rector en The American University de París (2002-2009). Fue presidente de Global Development Network y es director ejecutivo de la Fundación Bunge y Born, editor del Boletín Informativo Techint y profesor visitante en la Central European University (Budapest)
Gerardo della Paolera vivió muchos años en la India y en Francia, pero siempre tuvo en claro que volvería a la Argentina. "Es algo interno, telúrico, de la Tierra. Amo este país, hay una cierta irracionalidad en ese afecto", dice en su casa de Acassuso, donde recibe a LA NACION. Una biblioteca colapsada de libros de arte, religión, economía e historia describe a este historiador económico, que siempre le esquivó a la función pública, pero que dejó su marca como rector fundador de la Universidad Di Tella.
-¿Qué análisis hace de la situación actual?
-La economía entra a la pandemia de una manera muy frágil. Se hace lo que se puede y después debe haber alguna estrategia para ver cómo salir; analizar si toda esta expansión fiscal es transitoria o permanente. Cualquier plan económico tiene que saber que la Argentina estuvo 22 de los últimos 40 años en recesión y que tuvo la mayor caída relativa en el producto bruto per cápita. Además, la Argentina no tiene moneda, no tiene un mercado doméstico de capitales y tiene una inversión bruta muy baja, por lo que hay problemas de productividad. También tiene una de las presiones impositivas sobre el sector privado más importantes del mundo y eso es algo relacionado con el gasto público, que se duplicó en los últimos 15 o 20 años. Encima, ahora la pobreza alcanzará al 45% o 50% de la población. Con ese combo, hay un sistema socioeconómico que ha colapsado. Muchos economistas caracterizan a la economía argentina de stop and go, de marchas y contramarchas; yo la llamo stop and stop.
-Con este análisis que hace, básicamente es un milagro que el país siga de pie.
-Es que no estamos de pie. El único plan integral que hubo a partir de 1946 fue el de Convertibilidad. Luego hubo parches y la falta de una política económica sustentable hizo caer la calidad de vida. Estamos de pie porque es un país que tiene oportunidades de inversión genuinas. Tiene el sector del agro, que es uno de los más productivos y de más alta tecnología en el mundo. Está el milagro de la pampa húmeda, y luego están las posibilidades petrolíferas y gasíferas. Todavía hay un pequeño segmento argentino que es muy talentoso, por lo cual la economía de servicios, con la nueva revolución tecnológica, pasó a tener un efecto dinámico sobre la economía. Hay un país partido en dos: hay sectores que son dinámicos y podrían serlo mucho más, pero para mantener la otra mitad se intenta extraer recursos del que tira del carro. Eso una dinámica prácticamente diabólica que va debilitando al sector privado. Si llegás a un momento en el que hay que subsidiar al 60% de la población, es que el sistema socioeconómico ha colapsado. Hay una gran cantidad de ciudadanos que no están de pie.
-Con todos los indicadores económicos tocando fondo, ¿cree que este momento es un punto de inflexión para hacer las reformas estructurales necesarias para crecer de manera sostenible, o luego de tres años de crisis no es posible?
-Lo que parecería realista es aplicar medidas que no son espectaculares. Hacia fin de año o en el primer trimestre del año próximo iremos a un nivel inflacionario mucho más alto, que es un impuesto que pega muy fuerte en los sectores más desfavorecidos. En una sociedad bloqueada no hay capitalismo, hay una especie de capitalismo corporativista. El Estado siempre ha sido un botín de guerra para la clase política. El kirchnerismo disipó las ventajas que tenía con los términos de intercambio, se fue comiendo los déficit gemelos. Pisó las tarifas de los servicios públicos. Cuando no le alcanzó el dinero confiscó las jubilaciones de las AFJP, que eso era una bolsa de plata. Luego pensó que YPF era una joya que iba a traer divisas y la expropió. Esto es para mantener un sistema que es insostenible. Las hiperinflaciones ocurren cuando hay una crisis política o una tierra de nadie, ya con un esquema de expansión monetaria enorme. Lo que es claro es que en este Gobierno hay dos visiones de lo que es la economía hacia futuro. Hay una visión bastante más sesgada al intervencionismo, que es la del Instituto Patria. Y después hay otra visión que no sabemos bien qué es, que no está tan definida. Es una visión de ir más a una política microeconómica, de poner una secuencia de 60 medidas que no las conocemos.
-¿Cuál de las dos visiones del Gobierno está prevaleciendo?
-Los intentos de expropiación de Vicentin responden a los reflejos peronistas. La racionalidad de eso fue: "Nos faltan dólares, esta empresa tiene problemas y puede generar dólares, por lo cual si la estatizo los dólares son nuestros". Luego, en el mercado cambiario se han cometido muchísimos errores. Todo ese tipo de restricciones empeoran la escasez. Los controles sirven para el corto plazo en preparación para un plan económico. La visión de Alberto Fernández es de stop and go. Uno no se da cuenta de que la pobreza estructural cada vez es más grande porque la economía no crece y no genera posibilidades de empleo. Entonces dicen que hay que exportar más, yo también lo quiero hacer, pero eso es un resultado endógeno de cosas previas. En particular, cuando tenemos manufacturas de origen industrial y hay que hacer un contrato afuera, hay que tener continuidad para proveerle al cliente. Se dice que habrá tipo de cambio real alto, pero muchas de esas empresas están integradas a las cadenas globales de valor, lo que quiere decir que los insumos también serán caros. Hay un enfoque que atrasa.
-¿Ese enfoque es previo a la pandemia?
-Es un enfoque de redistribución de ingresos, un reflejo peronista. Para pensar un plan económico, lo más importante es volver a una estabilidad macroeconómica. Uno no puede tener un país que progrese cuando cada dos semanas hay cambios en el tema fiscal o en los impuestos.
-¿La causa de esos cambios de juego y parches es el déficit?
-No hay ninguna duda que en la Argentina de los últimos 20 años hay una dominancia fiscal enorme. Se aumentó 20 puntos la proporción del gasto público del Estado en términos del PBI, que obviamente es insostenible. Incluir a las personas que están excluidas no significa perpetuarlas para siempre en ese sistema. Significa que entren en un mercado laboral, que empiecen a tener trabajo. En el fondo estás con un esquema dinámico de subsidiar que aumenta la pobreza. Cada vez que hay menos inversión en el sector privado, menos actividad, vas a tener más gente expulsada del sistema económico.
-¿Ve alguien en el Gobierno o en la oposición proponiendo esos cambios?
-No, porque hay muchos tabúes en la Argentina. Veo al Gobierno intentando un plan económico. Ahí tienen gente con la cual no comparto, como Daniel Heymann, que estuvo detrás del plan Austral. Lo quiero mucho, pero creo que la situación es muy diferente a lo que era en 1985.
-¿Por qué es diferente?
-Porque es un país muchísimo más empobrecido, en donde desde 1985 en adelante, cada vez que un argentino quiso ahorrar hubo una expropiación, llámese Plan Bonex, pesificación de los depósitos, las AFJP. Y es una economía dolarizada. El tema dolarizar es mala palabra y dicen que hay que reconstituir el peso. Si uno emite 1,7 billones de pesos, no sé qué canal estamos mirando. La Argentina tuvo un régimen inflacionario en promedio de 25% o 30% anual, cuando los países tenían 2 o 3%. Esto no funciona. Estamos en una situación terminal, porque uno necesita crecer, pero para eso hay que generar las condiciones. Y la moneda es importante porque es lo que ganan los individuos, son las decisiones intertemporales. La moneda es una de las instituciones más importantes, porque si no todo el mundo estaría emitiendo como loco, y eso no pasa.
-¿Es optimista sobre el futuro del país?
-Yo me fui dos veces afuera del país y volví. Cada vez que estaba afuera pensaba cuándo volver. Yo creo que nunca hay que perder la esperanza, sobre todo si es tu propio país.
-¿Qué extrañaba?
-Es algo interno, telúrico, de la Tierra. Amo este país, hay una cierta irracionalidad en ese afecto. Creo que hay que pensar en una reforma integral que está al alcance de la mano, pero hay mucha ideología y los argentinos no pensamos bien la economía, no pensamos que la productividad es un problema muy importante, no pensamos el tema de la educación. Creo que hay que insistir. A lo largo de la historia del capitalismo hay países que han estado estancados durante muchísimos años. España estuvo estancada 80 años. Si quiero una satisfacción instantánea, soy pesimista. Este país tiene las condiciones, pero está cada vez peor. No es fácil manejar una democracia con 50% de pobres. Por eso pega el populismo, que considera al pueblo como un colectivo, que está hasta por encima de las instituciones. Lo último que hay que perder es el optimismo, pero hay que ponerse a trabajar.
-¿Cómo?
-Cuando estás en una situación de mucha tensión social, está la tentación de ir a un modelo tipo Vladimir Putin, en Rusia, un capitalismo cleptocrático o de amigos, o tomar la otra vía de hacer una sociedad democrática con movilidad social.
-¿Ve que hay voluntad de la clase dirigente?
-No. El sistema de incentivos es muy perverso, no veo voluntad. Entre la pandemia y la cuarentena, el PBI caerá 12% y habrá 10 puntos más de pobreza. Esto debería hacer reflexionar sobre cuáles son los problemas estructurales que tiene la Argentina. Y en una situación límite, el político en el fondo es pragmático. Menem se convirtió en liberal capitalista cuando se encontró contra la pared.
-¿Estamos llegando a esa situación límite?
-Sí, y lo dice hasta Cecilia Todesca, la vicejefa de Gabinete, quien me parece sumamente inteligente. Vamos a estar peor de lo que estamos. Pero hay algo que se tiene que gatillar para llegar a esa situación límite. Lo que puede hacerlo es el desequilibrio monetario y fiscal, porque para un economista es muy difícil ver cuando la gente se quiere desprender de esa cantidad de pesos. Todas las hiperinflaciones pasan en muy pocas semanas, son muy veloces. Si ocurre eso, ahí tenes para hacer medidas drásticas, pero el problema grave que tuvo la Argentina es de economía política.
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