Geopolítica. El nuevo “reparto” de África
Gobiernos y empresas de todo el mundo comienzan a reforzar vínculos diplomáticos, estratégicos y comerciales con el continente; si son bien manejados, los principales ganadores serán los mismos africanos
El primer gran auge de interés por África, que se bautizó el "reparto", fue cuando los colonialistas europeos del siglo XIX se repartieron precisamente el continente, apropiándose de las tierras de los africanos. El segundo fue la Guerra Fría, cuando Oriente y Occidente se disputaron la alianza con los Estados africanos recién independizados; la Unión Soviética respaldó tiranos que se decían marxistas mientras que Estados Unidos apuntaló déspotas que decían creer en el capitalismo. Un tercer auge, ahora en curso, es más benigno. Los foráneos han advertido que el continente es importante y se está volviendo más importante aún, en mayor medida por su creciente peso en la población global (la ONU predice que para 2025 habrá más africanos que chinos).
Gobiernos y empresas de todo el mundo corren a reforzar vínculos diplomáticos, estratégicos y comerciales. Esto crea vastas oportunidades. Si África maneja el nuevo reparto sabiamente, los principales ganadores serán los africanos mismos.
La magnitud de la intervención extranjera es sin precedente. Empecemos por la diplomacia. De 2010 a 2016 se abrieron más de 320 embajadas en África, probablemente el mayor boom de construcción de embajadas en cualquier lugar y de todos los tiempos. Turquía sola abrió 26. El año pasado la India anunció que abriría 18. Los vínculos militares también se están profundizando. Estados Unidos y Francia están aportando músculo y tecnología a la lucha contra el yihadismo en el Sahel. China es ahora el mayor vendedor de armas al África subsahariana y tiene vínculos de tecnología de defensa con 45 países. Rusia ha firmado 19 acuerdos militares con Estados africanos desde 2014. Los Estados árabes ricos en petróleo están construyendo bases en el Cuerno de África y contratando mercenarios africanos.
Los vínculos comerciales se están viendo conmocionados. En fecha tan reciente como 2006 los tres mayores socios comerciales de África eran Estados Unidos, China y Francia, en ese orden. Para 2018 era China primero, la India segundo y Estados Unidos tercero (Francia séptimo). En el mismo período el comercio africano se ha más que triplicado con Turquía e Indonesia y más que cuadruplicado con Rusia. El comercio con la Unión Europea ha crecido un más modesto 41%. La mayor fuente de inversión extranjera directa siguen siendo las firmas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, pero las chinas, incluidas empresas con respaldo estatal, se están poniendo a la par e inversores de la India y Singapur están ansiosos por sumarse a la contienda.
El estereotipo de extranjeros en África es el de explotadores neocoloniales, solo interesados en los recursos naturales del continente, no su gente, y siempre dispuestos a hacer acuerdos oscuros con mandamases locales que no aportan nada a los africanos comunes. El estereotipo es cierto en algunos casos. Demasiados acuerdos petroleros y de minerales son sucios. Líderes africanos corruptos, de los que aún hay en abundancia, siempre pueden encontrar facilitadores extranjeros para lavar el botín. Y los contratos con firmas de países a los que les importa poco la transparencia, tales como China y Rusia, a menudo son oscuros. Tres periodistas rusos fueron asesinados el año pasado mientras investigaban un grupo mercenario ligado al Kremlin que, según se dice, protege al presidente de la República Centro Africana, desgarrada por la guerra y que facilita el minado de diamantes allí. Es comprensible que muchos sintieran olor a imperialismo a la antigua.
Sin embargo, el trato con el mundo exterior ha sido mayormente positivo para los africanos. Los extranjeros construyen puertos, venden seguros y traen tecnología celular. Hay fábricas chinas zumbando en Etiopía y Ruanda. Aerolíneas Turcas vuela a más de 50 ciudades africanas. La mayor apertura al comercio y la inversión es uno de los motivos por los que el PBI per cápita al sur del Sahara es dos quintos más elevado que en 2000. También ayudó que hubo mejores políticas macroeconómicas y menos guerras. Los africanos pueden beneficiarse cuando los extranjeros compran de todo, desde textiles hasta vacaciones y servicios digitales.
El continente es importante y se está volviendo más relevante aún, en mayor medida por su creciente peso en la población global
Aún así, los africanos pueden hacer más para incrementar su participación en los beneficios. Primeros, los votantes y activistas pueden insistir en la transparencia. Es positivo que Sudáfrica esté investigando los acuerdos supuestamente ilegales que se hicieron bajo el anterior presidente, Jacob Zuma, pero alarmante que conductas aún peores en la República Democrática del Congo quedaron impunes y que los términos de créditos chinos a algunos gobiernos africanos peligrosamente endeudados sean secretos. Para estar seguros de que un acuerdo público sea bueno para la gente común tanto como para los grandes hombres los votantes deben saber de qué se trata. Periodistas, tales como los kenianos que sacaron a luz escándalos por un proyecto ferroviario chino, tienen un rol importante que cumplir.
Segundo, los líderes africanos tienen que pensar más estratégicamente. África podrá ser casi tan populosa como China, pero se trata de 54 países, no uno. Los gobiernos africanos podrían lograr mejores acuerdos si mostraran más unidad. Nadie espera que un continente heterogéneo que incluye tanto zonas de guerra anárquicas como democracias prósperas sea tan integrado como Europa. Pero seguramente puede hacer algo mejor que permitir que China negocie con cada país individualmente, a puertas cerradas. El desequilibrio de poder, digamos, entre China y Uganda es inmenso. Podría reducirse en algo con un área de libre comercio o si se unieran los bloques regionales africanos. Al fin de cuentas los beneficios de los proyectos de infraestructura derraman más allá de las fronteras.
Tercero, los líderes africanos no necesitan escoger un bando como en la Guerra Fría. Pueden hacer negocios con las democracias occidentales y también con China y Rusia y cualquiera que tenga algo que ofrecer. Porque ahora tienen más opciones que nunca, los africanos debieran poder hacer acuerdos más favorables. Y los foráneos no debieran ver esto como una competencia de suma cero (como aparentemente lo hace la administración Trump cuando presta atención a África). Si China construye un puente en Ghana, un auto estadounidense puede pasar por el mismo. Si una firma británica invierte en una red de datos móviles en Kenia, un empresario keniano puede usarla para crear una startup internacional.
Por último, los africanos debieran desconfiar de lo que dicen sus nuevos amigos. China sostiene que la democracia es una idea occidental; el desarrollo requiere mano firme. Este mensaje sin duda es atractivo para los hombres fuertes africanos, pero es mentira. Un estudio de Takaaki Masaki del Banco Mundial y Nicolás van de Walle, de la Universidad Cornell, concluye que los países africanos crecen más aceleradamente si son más democráticos. La buena noticia es que al mejorar la educación y al mudarse aceleradamente los africanos a las ciudades se están volviendo más críticos de sus gobernantes y menos temerosos de decirlo. En 1997, 70% de los partidos gobernantes africanos ganaron con más del 60% de los votos, en parte logrando que los jefes rurales obligaran a los aldeanos a respaldarlos. Para 2015 solo lo logró el 50%. Al volverse más competitiva la política crecerá el poder de los votantes. Y podrán insistir en una forma de globalización que funcione para los africanos y extranjeros por igual.
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