Gas más caro: por qué la invasión de Rusia a Ucrania es una mala noticia para la Argentina
La escalada en los precios supone mayor salida de divisas y presión en las cuentas fiscales; el rol de Bolivia
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Precios más altos, mayor necesidad de dólares y presión sobre las cuentas fiscales. Así se resume el potencial efecto negativo para la Argentina de la invasión de Rusia, segundo productor mundial de gas, en Ucrania, y sus consecuencias sobre el sector energético.
Algunos especialistas del sector alertaron a LA NACION que el déficit energético puede llegar incluso a duplicarse. Esta situación ya generará más presión al cierre de las negociaciones con el FMI, trabadas por diferencias sobre cuál debe ser el aumento de tarifas del gas y la luz este año.
No son efectos inesperados para un país que perdió su autonomía energética y es desde hace algunos años importador neto, especialmente de gas y combustibles líquidos. En 2021, un 15% del gas consumido en la Argentina (tanto en hogares y empresas como en plantas de generación eléctrica) fue importado, a un ritmo aproximado de 22 metros cúbicos diarios en promedio en el año. Los analistas advierten que este año la cuenta podría crecer, entre un mayor consumo y la declinante actividad en los yacimientos de Bolivia.
En ese escenario, la suba en el precio internacional ya enciende luces amarillas entre los consumidores y el Gobierno, que enfrenta una amenaza para las cuentas públicas y la disponibilidad de divisas en el Banco Central, dos variables sobre las que el principio de acuerdo con el FMI estableció metas explícitas y que ahora podrían verse comprometidas.
Antes de que estallara el conflicto en Ucrania, en el Gobierno ya preveían un incremento significativo en el costo en dólares de la importación del gas. Según estimaciones de la Secretaría de Energía, el GNL se importó en 2021 a US$8,50 el millón de BTU (medida que utiliza el sector), mientras que para este año se proyectaba a un valor de US$23,72 (para tomar como referencia, el gas de Bolivia se pagará a un valor esperado US$7,46 el millón de BTU).
La cifra, que podría ser incluso mayor si escala la crisis en Ucrania, tiene un efecto directo en la Argentina. Además de la creciente necesidad de dólares para cubrir la importación, el dilema es asumir una mayor recomposición tarifaria o convalidar un mayor gasto en subsidios, con el consecuente impacto sobre las cuentas fiscales, la emisión monetaria y la inflación.
Según José Luis Sureda, exsecretario de Recursos Hidrocarburíferos de la Nación (2015-2017), el déficit energético de la Argentina podría ampliarse de los US$650 millones de 2021 a entre “US$1200 y US$1500 millones”. “Vamos a estar gastando entre US$3500 y US$4000 millones en importación de gas natural licuado, y eso va a ampliar el déficit, más allá de que los precios altos del petróleo mejoran en parte los ingresos por exportación”, dijo el consultor a LA NACION.
No obstante, sus proyecciones no contemplan mayores escaladas en el precio del gas. “La necesidad de importar es un problema que viene de años atrás, producto de la subinversión en combustibles fósiles, pero no creo que para nuestro invierno esté más arriba de US$23 (el millón de BTU)”, dijo Sureda.
“Hoy, en el peor momento del conflicto, Rusia está mandando a Europa más gas del que enviaba hace 15 días, y Estados Unidos anunció que las sanciones económicas a empresas rusas no alcanzaban a la industria del gas y el petróleo. Con ese simple anuncio, el crudo bajó de US$105 a US$98. No creo que haya restricciones, porque está en el mayor interés de Rusia y Europa que no los haya. Se necesitan mutuamente”, proyectó el exfuncionario.
Para Julián Rojo, economista del Instituto Mosconi, el conflicto sí podría suponer un incremento en los precios que deberá pagar la Argentina para cubrir su necesidad de gas importado, especialmente en el invierno, cuando se incrementa la demanda local. “Cuando hay una guerra nunca hay que descartar problemas de abastecimiento, y eso dependerá de cuánto escale el conflicto. Pero teniendo en cuenta que Rusia, Qatar, Nigeria y Estados Unidos son los principales productores, habría que ver hacia dónde destinan sus stocks. Algo importante es que en ese contexto posiblemente se tenga que incrementar el precio de compra”, dijo a LA NACION el analista, quien proyecta que el precio en dólares del millón de BTU estará “entre US$25 y US$30″.
“En los últimos cargamentos que licitó IEASA (la ex Enarsa) este año compró a US$27, y son cuatro dólares más que estimado de US$23. Es una suba considerable y para el invierno no hay perspectivas de que baje. Ese aumento impacta en la demanda de divisas y después en las cuentas públicas”, dijo a LA NACION el analista, sobre una dinámica que tiene impactos múltiples: además de los consumidores finales (hogares y empresas), el gas también se utiliza como combustible para la generación de electricidad en centrales termoeléctricas.
Otro factor a considerar tiene que ver con la pendiente negociación con Bolivia. El país exporta a la Argentina un gas a precio más bajo (se proyectaba un valor de US$7,46 el millón de BTU), aunque podría elevar el monto y reducir las cantidades, entre la declinante producción de sus yacimientos y sus crecientes envíos a Brasil. “Es la quinta adenda al contrato y no está cerrada. Estamos casi en marzo y no tenemos las cantidades y el precio. La lógica indica que tienen incentivos a cobrar más precios porque el gas en todo el mundo es más caro”, explicó Rojo.
En ese escenario, con el gas más caro y menor provisión por parte de Bolivia, el país podría verse forzado a mayores importaciones de combustibles líquidos (fueloil y gasoil), también para abastecer la demanda interna en la generación eléctrica. En esta área también se percibirá el impacto negativo del conflicto en Ucrania, con un barril de petróleo que llegó a los US$100.
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