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Finalmente Latam se fue de la Argentina. Ni la primera, ni mucho menos la última gran empresa internacional que se dispone a abandonar el país. Es cierto que la pandemia y las cuarentenas generaron un terremoto internacional para las empresas en todo el mundo, sobre todo las compañías aéreas y todo el sector turismo.
El caso Latam adquiere en estos momentos particular relevancia cuando se busca estatizar compañías privadas como el caso Vicentin con el argumento de promover una empresa nacional "testigo" en sectores estratégicos, siempre en contra de las inversiones privadas, si son extranjeras mucho peor. Un retroceso en el túnel del tiempo a la Argentina de los años 50s.
La salida de Latam del país muestra las consecuencias de promover empresas estatales testigo, en este caso Aerolíneas Argentinas, que siempre juegan en contra de la competencia para mantener los privilegios de las cúpulas que las manejan. Quién puede competir contra una empresa testigo a la que el Estado le facilita entre 2 y 5 millones de dólares por día para que pierda plata alegremente.
Que una compañía internacional como Latam, con una apuesta regional tan fuerte en todo Sudamérica, haya decidió finalmente plantar bandera y mandarse a mudar después de 15 años de haberse instalado revela también el oscurantismo económico y político que perciben los inversores extranjeros sobre el futuro del país y la administración de Alberto Fernández a 6 meses de haber asumido como presidente.
La despedida de Latam es claramente la crónica de una salida anunciada. El epílogo de 15 años de acoso sindical, regulaciones leoninas que siempre la discriminaban contra el monopolio de Aerolíneas, costos de operación en tierra que en la Argentina cuestan el triple que en todo el mundo, y un modelo económico y de extorsión sindical que espanta inversiones.
En los 15 años que batalló Latam por mantenerse a flote en la Argentina, se calcula que habrá perdido unos 300 o 400 millones de dólares (reconocen menos). Sólo en la Argentina la operación era una catástrofe. En esos años su competidora estatal recibía miles de millones de dólares de subsidios: más de U$S 5000 millones, 10 veces o más que las pérdidas de Latam. Cosas que pasan cuando aparece la "empresa testigo" de la que tanto se habla ahora para estatizar Vicentin.
Pésima noticia para los viajeros que ahora tendrán solamente la posibilidad de comprarle pasajes a una sola empresa, a la empresa testigo, que como será la única disponible atenderá como quiera, con los precios que quiera y en las condiciones que quiera. Habrá menos oportunidades de trabajo, de contratos y de desarrollo para todo el sector aerocomercial. Desde luego, mucho menos inversión en el sector.
En cambio, tendrán motivos para celebrar los que manejan la empresa testigo. Serán los únicos dueños del gran kiosco aeronáutico. Podrán cobrar lo que quieran, aumentarse sin límite los salarios y los privilegios o pagar cualquier precio a los proveedores. Ya no estará Latam para comparar. Solo una empresa testigo, el cuento de la aerolínea de bandera para poder seguir fundiendo a la empresa. Total, como es una empresa estatal y testigo finalmente el Estado, que son todos y especialmente los más humildes que no viajan en avión, terminan pagando la cuenta.
Todas consecuencias de la gran desilusión que ha generado el Presidente en el mundo económico, básicamente por los malos resultados económicos en sus primeros 180 días de gestión, más allá del desastre de la pandemia y cómo se administraron las cuarentenas en la Argentina. A las puertas de un default crónico, sin poder bajar el riesgo país, con la brecha cambiaria rozando 100% y con las empresas espantadas o alarmadas ante el riesgo de que las expropien, cerrando anticipadamente las persianas.
Se presumía que el jefe de Estado iba a dejar que su mentora política tuviera influencia en la agenda política, judicial e institucional de su gobierno. También que se ocuparía de cuidar el proyecto futuro para lo que representara su hijo Máximo, Axel Kicillof y los cada vez más encumbrados dirigentes de La Cámpora con amplio manejo en las principales cajas del Estado.
Nadie hubiera esperado, sin embargo, tanta dominancia de la vicepresidenta en la agenda económica: sin embargo, el cepo cambiario aún más extremo que en la gestión radicalizada de Cristina en su segundo mandato, la perspectiva de un default crónico ante el probable fracaso de Martín Guzmán para darle una solución definitiva al problema de la deuda y del default, y finalmente el proyecto estatizador de Vicentin auspiciado por el Instituto Patria en contra incluso del peronismo aliado de Santa Fe revelan una subordinación sorpresiva del Presidente a ideas muy anacrónicas contra las que él mismo se había enfrentado. Las únicas iniciativas económicas relevantes del Gobierno en estas horas provienen del ideario de Carlos Heller y Claudio Lozano, que toda la vida y con gran honestidad y coherencia propusieron estatizar prácticamente todo.
Mientras tanto, el ministro Martín Guzmán parece plantado en no pagar más de 50 dólares como valor de recupero para lograr salir del default, contra los acreedores que ahora piden 55 o 57 para cerrar. La negociación empezó mal para la Argentina, con una oferta oficial de 40 dólares sin acuerdo previo que recibió 83% de rechazo y volteó cualquier perspectiva de un acuerdo definitivo.
Ahora, en el mejor de los casos y pagando bastante más que lo que le prometió Guzmán al Presidente, se lograría un acuerdo con 60% o 70% de los acreedores, quedando hold outs que reclamarán en la justicia de EE.UU. e impedirán nuevas colocaciones. Por eso, aún cerca del acuerdo, el riesgo país de la Argentina sigue arriba de los 2500 puntos.
Los resultados para Alberto Fernández por haber elegido el ministro de Economía que le recomendó Cristina: default crónico, cepo extremo, controles de precios, desequilibrios macro insostenibles y un modelo político y económico que espanta inversiones privadas y, en cambio, se entusiasma promoviendo empresas estatales testigo y cada vez más quebradas.
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