Ganancias: un jeroglífico imposible de descifrar hasta que la plata se fuga de la cuenta
Con las modificaciones, existen ocho mínimos no imponibles que hacen muy compleja la tarea de saber cuánto se debe pagar
De todas las maneras que había de modificar el impuesto a la ganancias, se eligió la más compleja. Pareciera que mientras más difícil sea calcularlo, se podrán disimular más los beneficios de la medida.
¿Por qué no lo hacen más fácil? ¿Cómo puede ser que ningún trabajador pueda predecir cuánto pagará de impuesto a las ganancias? Todos los meses, nadie sabe cuánto gana hasta que entra al home banking y se enfrenta con su triste realidad.
El Gobierno genera un enfrentamiento directo y permanente entre el trabajador y empleador, gracias al establecimiento de mecanismos de cálculo poco claros y mayores inequidades entre los contribuyentes.
Con cada cambio de ganancias que se produce, se busca vender un beneficio que a muy pocos aplica. Esto recuerda a las empresas que ofrecen un sistema para adelgazar o mejorar el aspecto personal en donde te ponen una foto del antes y el después. Todos saben que son falsas. El Gobierno hace lo mismo con los cuadros que difunde en los que "si sos casado y tenes dos hijos" o "si tu sueldo es de tanto vas a ahorrar x %". En la realidad de los bolsillos de los trabajadores esto no aplica, porque en la Argentina no se paga por "cuánto ganas" sino por "cómo y cuándo ganaste ese dinero". Aquí unos ejemplos: una persona con un sueldo de $ 20.000 puede estar exento del impuesto, pagar poco o pagar mucho al margen de la condición particular de que fuera soltero, casado o tenga 15 hijos.
Para saber cuánto se debe pagar en 2015 de este impuesto, se toma en cuenta el ingreso entre enero y agosto de 2013. ¿Qué pasó en el medio? A nadie le importa. Además no es sólo lo que ganaste sino cómo lo cobraste, ya que hay algunos ítems que no se toman en cuenta para el cálculo.
Por ejemplo, hay dos trabajadores que durante enero y agosto de 2013 ganaron $ 25.000 brutos mensuales promedio. Uno puede estar pagando ganancias y el otro estar totalmente exento, ya que para el cálculo no se tienen en cuenta conceptos que no sean habituales, que no se repitan en al menos el 75% de los meses, por lo tanto algún bono, comisiones, horas extras o un valor alto y extraordinario recibido, puede quedar afuera del cálculo. Conclusión: dos trabajadores que ganan lo mismo, uno paga y otro puede quedar exento.
Otra gran mentira
En el impuesto pagan menos los casados con hijos que los solteros. Es conocido que las deducciones del impuesto, las que permiten pagar menos, están absolutamente desactualizadas desde hace más de una década. Para cumplir la condición de casado o tener otras cargas de familia como padres o abuelos deducibles en el impuesto, no alcanza con tener la libreta firmada, el video de la fiesta de casamiento o las cuentas que se abonan por ayudar a los seres queridos. Hace falta cumplir ciertas condiciones que quedaron en la historia: para considerar al cónyuge (conviviente no se puede) es preciso cumplir la condición fundamental de que esa persona no tenga un ingreso neto mensual superior a $ 1435. Si el cónyuge trabaja y gana por encima de este valor no se puede considerar como una deducción. El mismo caso se presenta con otras cargas de familia, como los padres o abuelos que están jubilados (si el monto de la jubilación mínima supera los 1435 pesos mensuales).
La probabilidad de considerar al cónyuge o a la cargas de familia es prácticamente imposible, salvo los hijos menores. Cada vez hay menos mecanismos para reducir lo que pagamos. Por lo tanto, el impuesto no refleja la capacidad contributiva real de las personas. ¿Por qué no se busca un mecanismo de cálculo más sencillo o predecible, para que cada trabajador (al día) pueda saber cuánto le descontarán el mes que viene? De esta forma, la experiencia del impuesto no sería tan negativa. Los ingresos de la base de la pirámide deberían pagar una suma fija mensual, acorde a su capacidad contributiva. Está claro. No hay que eliminar el impuesto. Lo importante es que se adapte a la realidad y a los bolsillos de cada uno.
El impuesto a las ganancias se convirtió en un callejón sin salida. Haga lo que se haga, hay pocas chances de aliviar su impacto y lo que se paga de impuesto está deteriorando el salario real de los sectores de mayores ingresos en forma desproporcionada.
En una investigación realizada el año pasado, se analizó no sólo cómo la presión impositiva creció por encima del aumento del salario, sino también muy por encima de otros bienes de la economía. En ese estudio, por ejemplo, un ejecutivo que tenía en 2014 un ingreso bruto mensual de $ 58.676 (un ingreso neto de $ 38.954), compraba 4.28 metros cuadrados de departamentos con lo que pagaba de ese impuesto en 2008. En 2014, en cambio, compró 13.68 metros cuadrados. En la equivalencia con los autos pasó de 0.29 en 2008 a casi dos autos en 2014. Esto demuestra claramente como el impuesto a las ganancias, medido según el incremento en los precios de algunos bienes, aumentó desproporcionadamente entre los trabajadores argentinos.
El impuesto necesita una reforma total, actualizando los topes y sus tramos y analizando la capacidad contributiva real de todos los sectores que se ven afectados. Pero lo más importante es que sea un cálculo sencillo, sin complicaciones y que tenga un ajuste sistemático que refleje la performance real de la economía; para que no suceda que el impuesto -como en estos momentos- crezca desproporcionado y no refleja el contexto económico recesivo.
Dinero que vuela
Peso impositivo
El viernes pasado, el ministro de Economía, Axel Kicillof, admitió que si este año se aumentan los salarios se incrementará el peso del impuesto a las ganancias sobre los trabajadores.
El autor es director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales
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