Gabriela Michetti: un largo camino de su infancia en Laprida a la vicepresidencia
La mujer con mayor cargo en el Ejecutivo repasó su trayectoria: la relación con sus padres, el grupo "Festilindo" en la Legislatura porteña y el avance en la política
De su infancia en Laprida, provincia de Buenos Aires, a la vicepresidencia del país. Gabriela Michetti narró, en una charla íntima con José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION, cómo su formación católica la moldeó para la vida política, recordó sus primeros pasos en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, rememoró su ingreso a la Legislatura porteña y repasó su relación con Mauricio Macri. En este mano a mano exclusivo no faltaron referencias personales: comenzó por un perfil de sus padres y se emocionó cuando narró el accidente automovilístico que la marcó para siempre.
Papá, médico; mamá, ama de casa, y una "especie de burbuja de felicidad" en la que no recuerda "más que algunas peleas menores por salir durante el secundario". Una escuela donde compartía clase con el hijo del intendente y la hija del zapatero. Una casa donde las puertas siempre estaban abiertas y una calle por donde los chicos transitaban y jugaban sin la supervisión de un adulto. Con estas vivas imágenes, Michetti recordó con nostalgia las postales de su infancia en Laprida, provincia de Buenos Aires.
Los años de estudiante de Relaciones Internacionales la llevaron a la ciudad de Buenos Aires, donde en la Universidad del Salvador conoció anarquistas, marxistas, radicales y peronistas. "Fue muy revolucionario para mí, porque yo creía que sabía mucho. Cuando entré en esa aula había gente que venía de colegios muy exigentes de la Capital Federal o personas mucho más grandes que yo", recordó sobre ese período.
En ese entonces no soñaba con una carrera política y la vicepresidencia no estaba ni en sus más remotos planes, sino que su perfil profesional estaba más orientado hacia la diplomacia o a trabajar en el Estado como técnica en algún área de especialización en política internacional. Apenas se recibió, a los 22 años, pudo desquitarse con el armado de una "cancillería" de la provincia de Buenos Aires, que en ese entonces gobernaba Antonio Cafiero. Michetti recordó que tenía una relación fluida con la figura del Partido Justicialista, quien le mandaba libros sobre teoría de las relaciones internacionales para que leyera y comentara con él.
Tras un breve paso por la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 2003 comenzó su carrera política junto a Mauricio Macri, quien decidió que ella fuera la líder de un bloque de 22 legisladores porteños. "Yo venía de dar bastante pelea con tipos muy sólidos de la Unión Europea y Estados Unidos en la OMC. Nosotros teníamos un palillo y dos tenedores, y les torcíamos el brazo porque dormíamos en nuestro escritorio, pero el paso a la Legislatura porteña fue como llegar a un lugar que es una selva", rememoró.
Peleas feroces, locura y el fin del idealismo sobre la política: así describió su paso por el cuerpo legislativo porteño. El bloque de 22 legisladores estaba formado por personas de distintos partidos. "Era una guerra -contó-. Los más tradicionales nos decían a los más nuevos «Festilindo» [en referencia al programa infantil de los 80]".
Las chicanas no dejaron de llegar desde que ingresó en la política. "Nos decían que íbamos a privatizar todo, que íbamos a comernos a los chicos crudos", ironizó. Explicó que sus detractores eran "puro prejuicio" y que la juzgaban porque no había hecho militancia. "Yo la hice en la Iglesia -les replicaba-, porque trabajé desde chiquita en la Pastoral Social y nunca dejé de trabajar en las villas, me metía mucho en temas de pobreza". A su juicio, lo que hizo en esos años tuvo "la misma fuerza que lo que hace cualquier partido político", porque las tareas "eran las mismas".
Lanzó una crítica más a sus detractores de aquel entonces: "Cuando yo lo conocí a Mauricio Macri, de entrada me dio una buena impresión. Aquellos que habían tenido la posibilidad de recibir una educación progresista al final terminaban siendo funcionarios que no se comprometían con nada. Yo veía a la ciudad deteriorada, con escuelas que no tenían gas o conexión a Internet y me preguntaba: «¿Dónde está el gran progresismo porteño o nacional?»".
"Todo estaba muy concentrado en demostrar que podíamos hacer algo distinto en la política", describió luego, y añadió: "La pregunta o la movilización que teníamos casi todos tenía que ver con si podíamos realmente cambiar algo del sistema tradicional".
La vicepresidenta no ahorró palabras sobre su historia personal. En 1992 se casó con el periodista Eduardo Cura, hoy su ex esposo, con quien tuvo a su hijo Lautaro en 1993. Un año después, cuando tenía 29 años, un accidente automovilístico cambió su vida para siempre. Fue una falla en el jeep que manejaban desde el campo hacia la ciudad de Laprida. "No teníamos el cinturón y salimos despedidos. Él se lastimó la cabeza y no tuvo consecuencias. Yo, cuando me desperté en la banquina, porque perdí el conocimiento, lo primero que le pregunté a Eduardo fue si teníamos un hijo. Él me respondió que me quedara tranquila, porque no estaba con nosotros", recordó.
Luego vinieron días de lucha por la vida y una cirugía de 16 horas en un sanatorio privado de la ciudad de Buenos Aires. El primer médico que la vio fue su propio padre: "Lo vi con la cara desencajada. Cuando yo estaba entrando en la sala de rayos le dije que no se preocupara, que yo iba a ser feliz igual en la silla de ruedas, porque yo ya sabía que era paraplejía. No sentía la mitad del cuerpo. A mí nadie me lo tuvo que decir", narró.
Durante cinco días no preguntó más por su hijo, porque sabía que tenía que concentrar toda su energía en recuperarse. "Los médicos me explicaron que lo hice porque una persona que podría haberse muerto debía concentrarse en salir adelante. Sabía que mi hijo estaba bien y conecté conmigo misma, puse toda mi libido en eso", explicó. Cuando recordó que al quinto día pudo ver a Lautaro, pero que no podía sostenerlo en sus brazos, se emocionó y las más de 450 mujeres que había en el auditorio del hotel Four Seasons la acompañaron con lágrimas en los ojos. "A él le daba cosa acercarse, pero quería estar con su mamá. Yo tenía que tratar de conectar con él mientras él estaba en brazos de otra persona. Hoy está divino y es un hijo maravilloso conmigo", expresó.
En 2005, tras 14 años de matrimonio, se separó de Cura, y durante el diálogo admitió que fue un hecho que le dolió "profundamente" y que todavía no le gusta, porque hubiera preferido tener su familia con quien había elegido como el padre de su hijo.
El momento más duro
- Pregunta clave: "Cuando me desperté en la banquina, le pregunté a Eduardo si teníamos un hijo. Me respondió que me quedara tranquila, que no estaba con nosotros"
- Salir adelante: "Cuando estaba entrando en la sala de rayos le dije a mi papá que no se preocupara, que yo iba a ser feliz en la silla de ruedas"
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