Gabriel Presciuttini: "Si no se logra una renegociación de la deuda creíble, en 5 años se puede estar en una situación similar"
Estudió Economía en la UBA y cursó la maestría en Finanzas en la Universidad Di Tella. Trabajó en el Ministerio de Economía durante 10 años, primero en la oficina de presupuesto y luego en el área de deuda. En 2006 emigró a Estados Unidos para trabajar en el BID. En 2009 ingresó al FMI, donde estuvo 10 años. Ahora se desempeña como consultor del Banco Mundial
Gabriel Presciuttini trabajó durante 10 años en el Ministerio de Economía de nuestro país. Entre 1996 y 2000 se desempeñó en la oficina de presupuesto, y hasta 2006 estuvo en el área de la deuda, donde trabajó en el canje de 2005 con el exsecretario de Finanzas Guillermo Nielsen.
Pasado ese tiempo le llegó la posibilidad de ingresar al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y no lo dudó. Estuvo tres años en el organismo, hasta que comenzó a trabajar en el Fondo Monetario Internacional. Allí se desempeñó durante casi 10 años en tres departamentos: el de estrategia, política e investigación, que es el que hace cumplir las políticas del Fondo; el de mercados de capitales, que se dedica al manejo de la deuda, y el de Oriente Medio. A mediados de 2018 dejó el Fondo, pero continúa vinculado, como consultor independiente del Banco Mundial.
-Trabajó para el FMI en la misión en Sudán. ¿Cómo es la situación financiera en uno de los países más pobres del mundo?
-El sistema financiero de ellos se rige bajo los principios islámicos, con lo cual es totalmente diferente a lo que nosotros conocemos: no existe el concepto de interés por el hecho de que está prohibido por su libro sagrado. Los depositantes no pueden colocar dinero en el banco y pedir un interés a cambio.
-¿Y cómo ganan dinero los depositantes comunes?
-La única forma de tener un retorno es participando como accionista de un proyecto de inversión que el banco quiere financiar: ser un cuotapartista. Eso hace que la entidad no esté descalzada. Los bancos, justamente, hacen plata de esa manera: toman pasivos de corto plazo y prestan a largo. Tienen un descalce de madurez, pero hacen una ganancia con la diferencia de tasas. Hay un riesgo claro, que es el de que alguien no pague y no se pueda devolver lo tomado; por eso está el sistema de seguros de depósitos y el apoyo del Banco Central para casos en los que haya problemas. En Sudán, el mismo depositante toma el riesgo, porque está invirtiendo directamente en un proyecto. Este sistema es difícil de analizar, porque el mecanismo de transmisión de la política monetaria es distinto, y lo mismo pasa con el análisis del crédito. Todo funciona diferente. Además, no es una economía que funciona de forma normal, porque está bajo bloqueo financiero.
-¿Cómo consigue liquidez el banco? Porque no debe haber mucha gente que quiera depositar su dinero en inversiones tan riesgosas.
-Hay un grupo de personas que, como en todos los países por más pobre que sea, tiene parte de su dinero depositado, porque tiene actividades. Hay empresas relativamente grandes. Además el gobierno, sabiendo de este sistema, tiene una política activa de transferir fondos a los bancos para incentivar la actividad económica.
-¿Cuál es la principal actividad económica en Sudán?
-Básicamente, la agricultura. Antes de que se dividiera en Sudán del Sur [en 2011] y Sudán, el lugar era muy importante en petróleo. Con la separación, casi todo el petróleo quedó en Sudán del Sur. Entonces, tienen un problema grave, porque, a diferencia de Irán que también tiene un bloqueo, ellos no tienen petróleo para administrar. Sin el petróleo, perdieron tres cuartas partes de los recursos fiscales, lo que impactó en la balanza de pagos y en la economía real. Fui a Sudán en 2015, cuando ya se habían separado. Era muy difícil hablar con ellos porque tenían una situación muy complicada, de pobreza extrema muy alta en muchos sectores y sin recursos. El tema de ajustar en ese contexto era muy complicado. Además, están en default hace 30 años y entonces no reciben financiamiento de nadie, excepto de China, a cuenta gotas, y de algún fondo árabe.
-Estuvo como asesor en Arabia Saudita también. ¿Tienen el mismo sistema financiero bajo principios islámicos?
-Hay países que, aunque son islámicos, tiene un sistema financiero mixto: hay una combinación entre bancos tradicionales y los que se rigen bajo estos principios. Coexisten y funcionan normalmente.
-¿Cómo son las cuentas fiscales de un país que depende del petróleo?
-Todas sus cuentas públicas dependen de la producción del petróleo y de los precios internacionales. Hasta que fue la caída abrupta de del valor del barril vivieron en un estado de bienestar sustancial, en el cual no había impuestos, y prácticamente vivían de las transferencias de las empresas públicas al gobierno. En términos de gastos eran muy generosos en transferencias para educación y salud y todos los servicios públicos eran gratis.
-¿Cómo cambió eso cuando cayeron los precios internacionales?
-Comenzó a cambiar cuando fue la baja del precio del petróleo en 2014; se pasó de un valor del barril superior a US$100 a uno de US$30 o US$40. Se les cayeron los recursos fiscales de manera tremenda. Hay pocos países en el mundo que sufrieron una pérdida de recursos tan grandes, además de Sudán que se quedó directamente sin producción. Pero dado que tenían fondos de reserva gigantescos, lograron financiar el déficit durante un tiempo. Igualmente no les quedó otra que comenzar un proceso de ajuste importante y ahí fue cuando comenzaron una serie de reformas estructurales, como comenzar a tener instituciones dedicadas al el planeamiento del presupuesto. También empezaron a emitir deuda y, como tenían espacio fiscal, tuvieron la posibilidad de ganar tiempo antes de crear impuestos. No existía el IVA, por ejemplo. Todavía no existe el impuesto a las ganancias, pero comenzaron a colocar algunos impuestos corporativos, a cobrar fees para temas administrativos y a gravar algunos servicios públicos. Uno de los impuestos más importantes que introdujeron es a los extranjeros y eso los ayudó a recuperar recursos fiscales. En Arabia hay mucha gente joven, preparada, con maestrías realizadas, pero son personas sin experiencia, porque es todo nuevo. El Banco Mundial les empezó a dar entrenamiento en muchas áreas, en la parte fiscal, en proyecciones macroeconómicas, en temas de planeamientos del presupuesto. Ahí fue cuando me llamaron para trabajar con ellos.
-¿Cómo fue la experiencia de trabajar en Arabia Saudita?
-Me llevé una grata sorpresa porque en el trato son muy dados, casi como un latinoamericano; son muy abiertos. Obviamente que la diferencia es con las mujeres. Por cuestiones religiosas es más limitada la relación profesional. Están sentados en oficinas distintas y se juntan para las reuniones. Como parte del estado de bienestar que tuvieron, la gran mayoría de la gente estudió en el exterior, entonces todos hablaban inglés.
-En relación a lo que está ocurriendo en la Argentina, ¿cómo ve la negociación de la deuda?
-El Gobierno entiende que de una manera u otra tiene que ajustar las cuentas fiscales, no porque el FMI se los pida, sino porque se lo pedirán los acreedores. No queda claro si el ajuste será duradero. No hay un programa de mediano plazo. Vamos a necesitar una prudencia fiscal por muchos años y sería bueno que cuanto antes el Gobierno anuncie una trayectoria de superávit primario que sea creíble. Por otro lado, creo que los acreedores descuentan algún tipo de quita. Si bien la situación de deuda de la Argentina no es tan grave comparada con la de 2001, creo que el Fondo Monetario, para estar seguro de que cualquier shock que haya no pondrá de nuevo al país en crisis, va a querer que haya una quita de capital que reduzca el stock de deuda. Están los incentivos alineados para que el país presente una propuesta sobre la mesa que sea aceptada y que deje a la Argentina en una buena situación. El Gobierno está enfocado en lo urgente, lo cual es razonable, pero no creo que haya un plan económico pensado en el mediano plazo. El tema de la deuda es crítico, porque el desempeño de la Argentina de los próximos años está relacionado al éxito de la situación de la deuda actual. Si no logra una renegociación creíble en el tiempo, lamentablemente en cuatro o cinco años se puede estar en una situación similar.
-¿Por qué cree que el FMI se arriesgó a prestarle tanto dinero a la Argentina?
-El gobierno anterior dio señales al mundo de que quería tener una economía de mercado, de que buscaba que la Argentina fuera un país con mejores relaciones internacionales. En su momento, el gobierno de Estados Unidos, dado el contexto regional, creyó que la Argentina merecía recibir el apoyo en una situación difícil. Ese fue el principal motivo del tamaño de la ayuda. En cualquier otro contexto, nadie hubiera creído que el país pudiera recibir un paquete tan grande. La única forma de explicar esa ayuda era por una cuestión de política internacional; no se puede explicar desde un punto de vista económico, porque el paquete fue gigantesco. Además, las condiciones no fueron tan duras como en otros países. Si no me equivoco, el ajuste fiscal que se le pidió a Grecia en su momento fue mucho más grande que el pedido a la Argentina y se le había prestado mucho menos.
-¿Hace bien el Gobierno en decir que no pedirá los US$13.000 millones que quedan pendientes del acuerdo?
-Estoy un poco sorprendido con eso. Entiendo las motivaciones políticas. Pareciera que la única explicación a eso es que el Gobierno no se quiere sentar a hablar con el Fondo. En primer lugar, la Argentina no está en condiciones de rechazar un monto similar. Estamos hablando de un monto que es similar a las reservas netas y, de hecho, uno de los puntos principales que tiene el gobierno es que está tratando de negociar y poner una propuesta de renegociación sobre la mesa casi a contrarreloj, en los próximos tres o cuatro meses. Eso es así porque no tiene recursos. Con lo cual, rechazar ese monto por una cuestión de política, realmente es algo que no lo entiendo, al menos que hayan tenido algún tipo de información de que el Fondo pondría alguna condición que no estén dispuestos a aceptar y que uno no conoce. Si, eventualmente, el Gobierno quiere pedir una reestructuración del actual programa y pasar de un stand by a un préstamo de facilidades extendidas [Extended Found Facility], posiblemente el Fondo pida reformas estructurales como condición, y eso es lo que están tratando de evitar. Pero me parece que tal vez se podría haber negociado. Rechazar semejante cantidad de dinero en un contexto en el cual el país no tiene financiamiento me parece difícil de entender.
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