Gabriel Caamaño: “El dólar soja se irá generalizando y terminará en una devaluación en cuotas”
El economista advirtió, en un diálogo con LA NACION, que en la medida en que siga la dinámica actual de devaluación y tasas de interés, la inflación no bajará; cuál es su análisis sobre lo que puede venir en el mediano plazo
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Economista con títulos de la Universidad Católica Argentina (doctorado) y de la Universidad Torcuato Di Tella (maestría). Fue profesor de Economía Argentina, Introducción a la Macroeconomía y Comercio Internacional, y es coautor del libro El desconcierto argentino – Hiperinflación. Es socio gerente de la Consultora Ledesma
Con más de 15 años dedicados al análisis económico, Gabriel Caamaño es hoy una referencia para las empresas y los medios de comunicación, por su mirada clara e integral de la economía. En una entrevista con LA NACION, el director de la Consultora Ledesma explicó por qué bajar la inflación hoy no es una prioridad para el Gobierno.
–¿Qué se espera de inflación para los próximos meses?
–Seguramente septiembre empiece con 6% y se va a mantener alta. En realidad, el propio Banco Central le está poniendo un piso alto, con la tasa de devaluación de alrededor de 6,5% que le está imprimiendo al tipo de cambio oficial. Con lo cual, en la medida en que el Banco Central quiera seguir corriendo esta carrera nominal, que significa que la inflación se acelera y entonces la entidad acelera la tasa de devaluación del oficial y luego pone la tasa de interés detrás, la inflación seguirá alta y no va a bajar. El propio Banco Central la está estabilizando en un nivel mayor. Es una carrera nominal que juega el Central, que es bastante contraproducente.
–Pero si el Banco Central no sube el tipo de cambio, se le critica que lo está atrasando con respecto a la inflación y que pierde competitividad.
–A mí nunca me escuchaste hablar de atraso cambiario, porque odio el término. El Gobierno no está ajustando, está haciendo parches para llevarla. Cuando uno se mete en esos esquemas tiene que elegir de qué morir, qué riesgo correr, porque no se puede tener un chancho gordo que pese poco. O se lidia con el atraso del tipo de cambio real o con una nominalidad ascendente, donde cada vez hay mayor tasa de interés, más devaluación del tipo de cambio y más inflación. Algo de todo eso hay que aceptar. El Gobierno a veces lo entiende, como ocurrió en agosto, cuando el Banco Central se puso más prolijo y estableció tasas de interés positivas, por arriba de la tasa de devaluación. Pero, de repente, empieza septiembre y aceleran la tasa de devaluación, y la de interés queda de nuevo retrasada.
–Al momento hay una tasa de interés mensual de alrededor del 6,2% y una tasa de devaluación que va al 6,5%.
–Correcto. Y eso nos vuelve a meter en los problemas que había antes, porque la tasa de interés negativa está apalancando a todos los demandantes y oferentes de transables para que no vendan. Ahora no se ve porque está el dólar soja y los productores están vendiendo y las cerealeras están liquidando, pero hay otras producciones que están desacelerando su ritmo de ventas. En parte, porque ven el esquema del dólar soja y también van a pedir su dólar y, en parte, porque la tasa de interés de nuevo vuelve a quedar detrás de la tasa de devaluación. Esa carrera nominal para mí no tiene sentido, es peligrosa, es contraproducente, porque en la medida en que la sigan corriendo, le va a poner un piso alto a la inflación durante todo el segundo semestre, con lo cual nadie espera inflación inferior al 5% mensual de acá a fin de año. Esto significa que estamos a las puertas de los tres dígitos de inflación anual. Por eso, nadie espera que la inflación baje, porque el Gobierno está jugando a “llevarla”.
–¿Cuál es la prioridad del Gobierno hoy, si no es bajar la tasa de inflación?
–No tener un salto discreto del tipo de cambio. El plan de [el ministro de Economía, Sergio] Massa se define en llegar a las elecciones sin que el Banco Central se quede sin reservas. Por eso la suba de la tasa de interés tiene una explicación más cambiaria que inflacionaria, y por eso vimos que les subieron más la tasa de interés a los sojeros que no vendían la cosecha. La gestión del Gobierno está enfocada en el mercado de cambios y en evitar un salto del tipo de cambio, porque entiendo que el diagnóstico del Gobierno es que un salto discreto del tipo de cambio oficial podría ser un evento disruptivo desde lo nominal. Pero con este diagnóstico no deberían estar corriendo esta carrera nominal entre tasa de inflación, tasa de devaluación y tasa de interés (siempre de atrás), porque se asustan del fuego, pero están jugando un poco con fuego. Eso es lo que veo a veces en el Gobierno: cuando se asustan, enfocan un poco mejor la gestión, pero a medida que se alejan del abismo, vuelven a coquetear de nuevo con el fuego.
–¿Cómo se hace para evitar una devaluación brusca, cuando la mayoría de los agentes económicos están esperando eso? ¿Cómo se cambian esas expectativas?
–No creo que puedan cambiarlas. Lo que hace el Gobierno es ir convalidando [la devaluación] en etapas. Por ejemplo, con el dólar soja. No es lo que creo que haya que hacer, es lo que creo que están intentando hacer. Para mí, el dólar soja en algún momento se va a ir generalizando y termina siendo una devaluación en cuotas, porque también hay otros sectores con reclamos similares y, además, el Gobierno ya convalidó esas expectativas. La soja se va a terminar y el trigo viene mal; por lo tanto, van a necesitar que otros productores vendan también. Se va a complicar el “plan llegar”. Porque aun con el dólar soja y charlando con el FMI, la brecha cambiaria llegó a un piso [100%] e incluso rebotó, ya no descomprime más. Lo externo también empieza a colaborar en el sentido negativo, porque creemos que la Reserva Federal [el banco central de Estados Unidos] ajustará la tasa de interés más rápido. Entonces, el año que viene se necesitará el dólar soja de nuevo para que liquiden antes de las elecciones y no retengan ante la expectativa de ajuste con el nuevo gobierno. Me parece que no van a poder salir de este esquema de incentivos perversos en el que se metieron. Habrá que ver cómo cambia cuando aparezca un opositor racional que ancle expectativas desde lo político.
–¿Pueden llegar al fin del mandato con este modelo económico?
–En 2014 y 2015 yo decía que la política económica no cerraba por ningún lado y llegaron. Le dejaron un lío al que vino después, pero llegaron. No tuvieron que hacer ellos el salto discreto en el tipo de cambio oficial, excepto el de principios de 2014, pero ahí estuvo controlado. Hay una frase del economista Rudi Dornsbuch que dice que las crisis en la realidad pasan al principio más lento de lo que dicen los modelos, y después se aceleran muy rápido. Uno viene mirando que las cuentas no cierran y que el Gobierno no ajusta, hasta que un día te levantás y te das cuenta que ajustaron de golpe.
–¿Se puede tener una inflación del 60% el año próximo, como dice el proyecto de presupuesto que diseñó Economía?
–El presupuesto siempre tiene el objetivo de subestimar los ingresos, para después disponer de ellos de manera discrecional. Esto sucede desde la ley de administración financiera de Néstor y Cristina Kirchner. De hecho, todos los presupuestos dicen que van a tener récord en el gasto de capital [la inversión] sobre el producto y eso después nunca pasa, porque en realidad lo que hacen es reasignar esas partidas. Hay obras que se presupuestan todos los años y todos sabemos que no se hacen nunca, porque son las obras que se presupuestan para reasignar las partidas. El presupuesto, lamentablemente, ha sido totalmente desfigurado y depredado en su valor como instrumento de política económica y ordenador de expectativas.
–El plan es llegar a las elecciones del año próximo, ¿y después? ¿Cómo se reduce la inflación?
–Si el Gobierno logra llegar, el próximo no puede tirar cuatro años más así. Esto es que como 2015, cuando si bien los candidatos eran [Daniel] Scioli y [Mauricio] Macri, los dos hablaban de salir del cepo, pero de forma distinta. El próximo gobierno, sea cual sea, tendrá que salir de este enfoque de política económica que no se sostiene más y que volvió a hacer agua. Esto se ve en que la economía se está estancando, todavía no terminó de recuperarse de la caída de la crisis de 2018, y hay niveles de inflación de tres dígitos. Para el año que viene, el escenario más optimista es que la inflación se quede igual que ahora, no que baje. El Gobierno no está haciendo nada para reducir la inflación.
–¿Qué condiciones mínimas y necesarias deberá imponer el próximo gobierno para empezar a salir de la crisis?
–Cuando hay regímenes de alta inflación, y sobre todo con gobiernos que aparecen con credibilidad porque son nuevos, lo que tienen de bueno los planes de estabilización es que en el trade off entre los costos y los beneficios de bajar la inflación, los beneficios se ven más rápido. Esto no quiere decir que el plan no tenga costos de corto plazo, pero los beneficios están más cerca que cuando la inflación es baja. En ese momento vemos que la gente no quiere vender sus tenencias, porque no tiene referencia de precios y eso es actividad que se pierde. Cuando se estabiliza, se empiezan a ordenar esas referencias de precios, lo cual es expansivo económicamente. Además, los salarios reales están muy bajos. Cuando ya cayeron tanto, si bien al principio hay una continuidad en la caída, en las estabilizaciones la recuperación del salario real se produce más rápido.
–¿Qué otros “beneficios” le puede dejar este gobierno al próximo?
–Juega a favor que este gobierno ya tuvo que empezar a ajustar, porque es muy insostenible la situación. Lo que haga el próximo seguramente termine afectando a los usuarios que supuestamente no podían pagar las tarifas, y tendrá que ver cómo se resuelve eso. A su vez, deja el reconocimiento de que hay que ajustar. De hecho, el acuerdo con el Fondo va a haber sido firmado por este gobierno y con el sendero de ajuste fiscal que deja este gobierno. Hay que ver si el próximo gobierno renegocia o no las metas con el Fondo. Si no las renegocia y cumple las metas que dejó este gobierno, dirá que está cumpliendo las metas que le dejaron los anteriores. Me parece que en algunos aspectos la herencia es peor que la que dejó Cristina a Macri, pero algunos otros aspectos de cómo aprovechar el desastre que vas a recibir juega a favor. Hay que ver qué tanto más rompen de acá al año próximo, porque es mucho más difícil desarmar un esquema de tipo de cambios múltiples.
–¿Puede Massa seguir ajustando en el primer semestre del año próximo y ser candidato a presidente al mismo tiempo?
–Ahí va a tener un problemón para mí. De hecho, ya empieza a mostrar que cuando se asustan a veces reaccionan racionalmente, pero cuando se alejan del abismo, les cuesta sostenerlo. La parada más complicada de Massa es de marzo hacia adelante, cuando el propio kirchnerismo le empiece a pedir que gaste y él, si es candidato, va a necesitar también mostrar algo. Ahí hay que ver quién es el candidato más fuerte del otro lado, porque si hay un opositor con un discurso racional y chances de ganar que ancle expectativas, al Gobierno le da más margen para ser menos prolijo y gastar más. Ahí se empiezan a encorajinar los incentivos.
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