La gestión del dinero es un tema tan controvertido en algunas parejas, que puede incluso convertirse en el detonante del fin de la relación.
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Si bien hay leyes que regulan la repartición de los recursos cuando las parejas se separan o divorcian, no existen normas sobre cómo organizar los recursos familiares cuando dos personas deciden vivir en pareja o casarse.
Lo primero que recomiendan los expertos, es hablar directamente del tema. Eso implica no solo preguntar por los ingresos del otro, sino también por sus deudas.
A fin de cuentas la carga de deuda de la otra persona terminará influyendo en la economía familiar.
Hablar de finanzas es una conversación que no puede quedar en el aire, considerando que muchos de los gastos serán compartidos.
¿Cuánto debería aportar cada uno?
Decidir cuánto aportará cada uno para financiar la vida en común es un reto.
Muchos abogan por la idea del “50/50” o “mitad y mitad”, pero el problema se presenta cuando los ingresos son muy dispares.
Según la asesora financiera estadounidense Maggie Germano, fundadora y directora ejecutiva de la empresa consultora que lleva su nombre, lo más lógico es que el aporte individual tenga relación con el nivel de recursos que cada uno aporta.
“A cada pareja le funciona una fórmula distinta, pero es recomendable que el aporte a los gastos comunes sea proporcional a los ingresos que cada uno tiene”, comenta en diálogo con BBC Mundo.
Desde esa perspectiva, dividir todo por la mitad podría perjudicar al que tiene unos ingresos menores.
Llevar a la práctica la fórmula del aporte proporcional no es tan complejo, pero hay que organizar las cuentas para calcular el porcentaje que cada uno debería aportar al fondo común.
Ese porcentaje puede ser calculado para cada gasto, o aún más fácil, repartir qué cuentas pagará cada uno, siguiendo el principio de la proporcionalidad.
Por ejemplo, uno se hace cargo del alquiler y el supermercado, mientras el otro se hace cargo de otros gastos que sean equivalentes a la proporción del aporte que le corresponde realizar.
El desafío de los excedentes
Pagados todos los compromisos financieros, algunas parejas tienen excedentes para ahorrar o invertir.
En esos casos, ¿debería ser un ahorro o inversión individual o compartida? Este es un terreno pedregoso.
El que tiene más ingresos y aporta más a la “sociedad comercial” de la pareja puede argumentar que el remanente es suyo.
Pero, desde otra perspectiva, una pareja puede decidir que “el contrato” de vivir juntos implica compartirlo todo.
El desafío es ponerse de acuerdo. Y conviene hacerlo antes de concretar la vida en pareja. Los expertos recomiendan decir claramente lo que piensas y no ocultar información financiera relevante.
Las cuentas bancarias
Uno de los grandes temas que cruza la decisión sobre qué hacer con las cuentas bancarias es el concepto de autonomía.
Cuánto nivel de independencia quiero mantener y cuánto estoy dispuesto a perder en una relación de pareja son algunas de las preguntas más básicas, cuya respuesta no es nada fácil.
“Si las parejas deben mantener el dinero separado o no depende de las circunstancias”, dice Joanna Pepin, profesora del departamento de sociología de la Universidad de Buffalo, en Estados Unidos, en diálogo con BBC Mundo.
“Si se comparten las finanzas, el que tiene ingresos más bajos puede tener acceso a mayores recursos financieros, pero la persona con ingresos más altos puede tener un mayor control sobre el dinero”.
Ventajas de tener una misma cuenta
- Simplifica el pago de todas las cuentas, sin el fastidio de tener que calcular cuánto le corresponde a cada uno.
- Promueve la transparencia.
- Hay menos probabilidades de encontrarse con “sorpresas desagradables” en relación a los gastos hechos por el otro.
- Los excedentes pueden guardarse automáticamente en un fondo de emergencia, destinarse al ahorro o a la inversión en activos.
- Es visto por algunas parejas como una muestra de confianza.
- Si uno muere, la pareja seguirá teniendo acceso a los fondos de manera inmediata.
Desventajas de tener una misma cuenta bancaria
- Las personas pierden su independencia en términos del control de sus ingresos y gastos.
- Uno de los miembros puede vaciar la cuenta bancaria o tomar una decisión unilateral sin consulta previa, afectando las finanzas de ambos.
- Si uno de los miembros de la relación tiene un perfil “gastador” y el otro tiene un perfil de “ahorrador”, compartir la misma cuenta bancaria puede transformarse en una constante pesadilla.
- “Tener que pedir permiso o dar explicaciones” cada vez que haces un gasto importante puede llevarte a sentir que estás dentro de una jaula.
- Cuando la relación va mal, hay personas que utilizan los recursos financieros de la pareja para extorsionar al otro.
- Si uno de los dos hace mal uso de los fondos, el otro queda expuesto a consecuencias legales.
- Si uno de los miembros de la pareja tiene un perfil “controlador” puede seguir todos los movimientos de la otra persona como, por ejemplo, qué compró, dónde compró o a qué hora compró.
La fórmula mixta
La fórmula que recomiendan muchos asesores financieros es tener una cuenta bancaria conjunta donde cada uno aporte el dinero suficiente para pagar todo los gastos comunes.
Y en paralelo, cada uno mantiene su propia cuenta bancaria, protegiendo su independencia financiera.
En caso de que exista una pelea o que la separación sea inminente, las personas no quedan expuestas a reacciones vengativas de la contraparte.
Esta fórmula funciona para resolver los temas financieros prácticos como el pago de las cuentas de la casa, pero al mismo tiempo le da a cada uno un grado de independencia económica.
“Es más común hoy que hace un par de décadas que las parejas mantengan el dinero en distintas cuentas bancarias”, argumenta Pepin.
“Cuando las finanzas se mantienen separadas, o en parte separadas, las personas pueden ser más capaces de dejar las malas relaciones porque tienen control sobre al menos una parte del dinero para gastos personales”.
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