Fiat quiere hacer más con menos
POMIGLIANO D’ARCO, Italia—Roberta Ruocco pensó que había conseguido un empleo de por vida cuando su padre le en-contró un puesto en la misma planta donde él había trabajado durante décadas, fabricando parachoques y tableros de instru-mentos para Fiat SpA. Siete años después, se prepara para lo peor. "Estoy pendiendo de un hilo", dijo la operaria de 28 años que lleva tres años con licencia de maternidad y permiso sin goce de sueldo. Durante este tiempo, Roucco ha recibido dos tercios de su salario.
Fiat, al igual que Italia, se ha puesto a dieta. Durante muchos años, la automotriz fue el motor de la economía del país empleando a más de 63.000 personas, más que cualquier otra empresa del sector privado. Pero su presidente ejecutivo, Sergio Marchionne, cerró una planta de ensamblaje en Sicilia el año pasado y esta semana planteó dudas sobre el futuro de otra fábrica en Italia. Fiat recortó drásticamente sus planes de inversión en Europa este año a 500 millones de euros, cerca del 7% del presupuesto mundial de inversión. Marchionne pretende remodelar otras fábricas para producir más autos con menos empleados, tal como lo hizo en Pomigliano.
El repliegue de Fiat es una de las primeras señales de cómo la crisis de la deuda soberana europea está reconfigurando a las empresas del continente. El proceso está resultando brutal para los fabricantes de autos, que se ven obligados a controlar un exceso de producción acumulado a lo largo de décadas.
En 2009, por ejemplo, las cinco mayores plantas de Fiat en Italia fabricaban 650.000 autos con 22.000 operarios. Ese mismo año, una sola fábrica en Tychy, Polonia, produjo 600.000 autos con apenas 6.100 trabajadores. Demasiadas plantas ineficien-tes sumadas al derrumbe de la demanda han dejado no sólo a Fiat, sino a otras automotrices europeas como la francesa PSA Peugeot Citroën y Opel, la filial de General Motors Co., con pérdidas cuantiosas.
Al mismo tiempo, la mayor red de seguridad de los fabricantes de autos europeos, sus respectivos gobiernos nacionales, tiene grandes agujeros. Los líderes políticos tradicionalmente han hecho todo lo posible para impedir el cierre de plantas au-tomotrices. El gobierno francés distribuyó 6.000 millones de euros en préstamos en 2009 para que las automotrices mantuvieran abiertas sus plantas. Italia también ha ofrecido miles de millones en incentivos tributarios para los compradores de autos. Pero al igual que otros países del continente, Italia ahora se concentra en recortar el gasto.
La reestructuración de Fiat podría presagiar otros ajustes de cinturón a lo largo del continente. El mes pasado, Opel anunció planes de cerrar una planta después de 2015, la primera clausura de una fábrica importante en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial.
El rescate de los bancos españoles y la inestabilidad de Grecia han arrastrado a Italia al epicentro de la crisis fiscal. Los inversionistas han reanudado la fuga de los bonos italianos, encareciendo los costos de endeudamiento del gobierno y poniendo a las mayores empresas del país bajo presión. En junio, Marchionne dijo que anticipa que las ventas anuales de autos en Europa caigan por debajo de los 10 millones de unidades, en comparación con 13,1 millones en 2011, "si el euro se desintegra".
"Tarde o temprano el colapso (de esta estrategia de negocios) será inevitable", predice Luciano Massone, un ingeniero que ha rediseñado las líneas de ensamblaje de Fiat en un esfuerzo por reducir costos.
Marchionne recibe ayuda del gobierno, pero no como antes. Se espera que las nuevas leyes faciliten el proceso de contratación y despido de trabajadores durante baches económicos. La ley permite que grandes grupos como Fiat hagan recortes de plantilla en vez de colocar a los trabajadores en un programa de despido temporal respaldado por el gobierno, un sistema por el cual los empleados reciben dos tercios de su salario sin trabajar.
Fiat insiste que no contempla despidos. De todos modos, tampoco ha especificado qué piensa hacer con la cuarta parte de su plantilla que, según los sindicatos, está con licencia. Los operarios en plantas que están siendo reorganizadas volverán a ser convocados cuando las remodelaciones hayan sido completadas y la demanda de autos repunte, según representantes de la automotriz.
Otras fábricas de Fiat, como la que emplea a Ruocco, se encuentran en un limbo ya que la compañía se resiste a decir si la planta será reabierta y, en caso de ser así, cuándo.
Eso pone nerviosos a los sindicatos y los gobiernos. Los sindicatos dicen que la posible ola de despidos en las regiones más pobres del sur de Italia, como Campania donde está la fábrica de Pomigliano, podría llevar a sus habitantes a recurrir a la economía "clandestina" del país, donde los salarios son negros y el crimen organizado ejerce una influencia poderosa.
"Seamos francos. Las decisiones de Marchionne podrían reducir el potencial del extraordinario sector de componentes en Campania", señala Fabrizio Barca, ministro de Desarrollo Regional del país.
Marchionne se ha mantenido inquebrantable en su convicción de que es necesario un ajuste de cinturón. "Ya no podemos seguir haciendo excepciones para el sistema italiano", aseveró el ejecutivo en diciembre.
Los trabajadores siguen esperando y Fiat apenas les da información sobre lo que planea hacer. Durante más de una década, Pamela Polcaro, de 34 años, y su marido, Marco Petruzziello, de 37, fabricaron motores para la marca Alfa Romeo en una planta de Fiat en Pratola Serra, a unos 50 kilómetros de Pomigliano D’Arco.
Ahora, la fábrica de motores ya no es proveedora de la planta de ensamblaje porque Fiat utiliza los motores para su Panda que provienen de su planta en Polonia.
La automotriz planea construir un nuevo motor en Pratola Serra en 2013, pero no garantiza que eso sea suficiente para revivir la plantilla de la fábrica. Por ahora, Fiat les ha dicho a los 1.800 operarios de la planta, incluyendo a Polcaro y Petruzziello, que se queden en casa la mayoría de los días del mes.
"Somos como hijos adoptados, pero hoy en día el futuro se ve incierto", señala Polcaro.