Fernando Moya: cómo exportar el talento argentino al mundo
Podría decirse que Fernando Moya, dueño de Ozono, tuvo algo de suerte: supo bien temprano en su vida qué era lo que quería hacer. A los 20 años, volvió de un viaje a Europa convencido de que lo suyo era la producción de espectáculos. Juntó a algunos compañeros del secundario que habían formado la banda de rock Dulces 16 y empezó a producir sus shows en colegios. Por entonces, estudiaba Agronomía en la UBA.
Tiempo después, estaba claro que había acertado el camino. Para las décadas de los 80 y 90 ya producía a varios de los intérpretes clave en la escena local: Charly García, Mercedes Sosa y Fito Páez, entre muchos otros. También gestionó las carreras televisivas de Jorge Lanata y Natalia Oreiro. Hacia fines de 2001, a las puertas de la crisis, Moya se animó a dar un salto. Se salió del grupo CIE Rock&Pop, donde era director de Música y Teatro, y fundó Ozono, la productora de eventos que en la actualidad lleva espectáculos argentinos a los rincones más recónditos del mundo.
A contramano de muchas empresas, Ozono se vio favorecida por el panorama posdevaluación: desde los comienzos, Moya dotó a la empresa de un perfil netamente exportador y tomó ventaja de un tipo de cambio muy favorable. Desde entonces, lleva colocados múltiples shows en el extranjero y hoy cuenta en su portafolio con productos como Fuerza Bruta, Violetta y Topa. La compañía factura entre $ 12 y $ 15 millones anuales y, sólo en el caso de Fuerza Bruta, lleva vendidas más de tres millones de entradas en un total de 50 ciudades del mundo.
Como una suerte de localidad costera, el nivel de empleo de la compañía se expande y contrae significativamente de acuerdo a la temporada: tiene una plantilla permanente de 75 trabajadores, que salta a 400 cuando todas las compañías de shows operan a capacidad plena. Dentro del elenco estable, el personal se reparte entre la oficina local, el depósito de Fuerza Bruta y el staff del Centro Cultural Recoleta, al cual Moya se refiere como su laboratorio de pruebas.
“A la industria argentina la veo bien. Puede tener complicaciones típicas del país, pero el desarrollo es alto y hay espacio para generar”, comparte Moya. Y remata con una nota para emprendedores: “Hay donde tirarse, no es una pileta vacía, sino que está llena de consumidores a la espera de cosas nuevas”. Aquí, sus experiencias profesionales.
Tomar una decisión: se arriesga o no se arriesga
Con distintos matices, la gran mayoría de los emprendedores consultados coincide en una tarea ineludible al tope de la lista: lo primero y más importante es animarse. Después de dos décadas trabajando como productor y con una carrera consolidada, desvinculado ya de CIE Rock & Pop, Moya optó por abrir la compañía propia. “Tenía 40 años y estaba en una gran empresa. Y, de repente, otra vez debía empezar de cero…: «¿Qué hice mal para merecer esto? », pensaba yo. «¿Sabés qué?», me dije, me pongo una oficina y arranco de vuelta. Con Fito y con Lanata en la TV, comienzo otra vez…”, cuenta. Y añade: “Hay un momento en el que uno tiene que tomar la decisión de arriesgarse: te metés o no te metés en algo. Yo en ese entonces la pude tomar y salió bien. Lo importante, siempre, es ponerle la misma pasión a las cosas por más que ya hayan pasado eventos importantes antes”.
Pensar el alcance internacional del producto
Desde 2001 hasta 2005, Ozono se la pasó vendiendo artistas locales en el exterior. Identificaron fenómenos domésticos con proyección internacional y apostaron a su desarrollo. Natalia Oreiro, por ejemplo, tenía la plataforma de las novelas de televisión, lo que les permitió llegar a lugares impensados del mundo, como Filipinas o la Polinesia. “Pensar cómo tu obra puede llegar a realizarse o componerse en otros países es algo muy importante y significa el principal motivo de traspaso de un continente a otro”, asegura el productor. Para el caso de Fuerza Bruta, explica, un show con lenguaje musical y sin letra que traducir, es un producto inmejorable para conectar regiones culturalmente alejadas.
Alerta China: cómo poner un pie en el gran mercado
La anécdota de Moya puede ser muy útil para aquellos emprendedores que busquen probar suerte en China. “Veníamos embalados con un montón de espectadores en Corea y Japón. Llegamos a China y, sin embargo, nadie quería a Fuerza Bruta. Nos dimos cuenta de que allí no funcionaba ni Google ni YouTube ni Facebook. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cómo nos difundimos? Empezamos de cero. De todos los mercados asiáticos, China es el más distinto de todos. Y el más interesante”, cuenta. El consejo para aventureros asiáticos es simple: empeñarse en conseguir buenos socios, aquellos que tengan la capacidad de llevar adelante los proyectos que uno quiere introducir.
Trabajar el vínculo con los socios
En un momento de su vida empresarial, Ozono se topó con Disney. Entonces, supo privilegiar la relación por sobre el resultado comercial inmediato. Cuenta Moya que el show que produjeron, Radio Disney Live, le generó pérdidas durante dos años seguidos antes de arrancar. “Era un negocio chico. Pero era la relación con Disney, ¡la empresa más importante del mundo en espectáculos! Era generar un vínculo que, dicho y hecho, se justificó totalmente cuando apareció Violetta”, relata el emprendedor.
“En esos momentos, es importante tener la visión de cómo generar el pie de arranque, que luego se volcará a un objetivo, aunque a veces no sea claro cuál. Uno no es adivino, pero después la meta empieza a aparecer”, agrega.
La cabeza en el proyecto.
Finalmente, Moya comparte: “Podemos hacer un proyecto en el que no ganemos dinero y sentirnos bien igual por el simple hecho de hacerlo. No nos desesperamos, sino que nos concentramos en el proyecto, en lo nuevo que vamos a hacer. Sé que lo otro llega después. Tengo la edad suficiente para entender que si lo que uno hace es bueno, luego la gente entrará. No hay que estar apurado para que lo acepten. Al ser consistente, en algún momento el público lo adoptará”.