Fernando Marull: “No creo que estemos al borde del precipicio, pero hacia allá vamos”
Estudió Economía en la UCA y tiene un posgrado especializado en Macroeconomía y Mercados Financieros por la UBA. Se desempeñó como Portfolio Manager del Banco Itaú Argentina y Chile, trabajó en la consultora del economista Julio A. Piekarz y en el Ministerio de Hacienda, entre 2017 y 2019. Fundó y dirige la consultora FMyA.
Fernando Marull fundó y dirige la consultora FMyA Economía y Finanzas. Inició su carrera como analista junto al economista Julio A. Piekarz, quien falleció en la última semana. Luego adquirió experiencia al trabajar para el Banco Itaú y también en el Ministerio de Hacienda de la Nación.
–¿Cómo se imagina al Gobierno tras las elecciones, teniendo en cuenta lo que pasó tras las PASO? ¿Una administración más moderada o una más radicalizada en términos económicos?
–Después de las PASO se reforzaron las ideas que veníamos viendo, para mí no se radicalizó todavía. El Gobierno se gastó 1,5% del PBI en medidas fiscales, cambiarias y monetarias desde marzo hasta las PASO. Hubo anuncios de más subsidios, baja del impuesto a las ganancias, bonos a los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), a jubilados, a quienes cobran planes y muchas otras medidas. Se gastó también casi US$1500 millones para subsidiar al dólar. El problema es que no alcanzó y no se notó en los números fiscales, porque a la vez estuvo el precio de la soja [al alza] y lo recaudado por el impuesto a la riqueza. Después de las PASO desaparecen esos ingresos extraordinarios y, por el lado de los gastos, hay anuncios por 0,5% del PBI. Desde mi concepto, radicalizarse es aumentar los impuestos o realizar algún tipo de expropiación. Estas son medidas más heterodoxas, pero no es radicalización.
–¿Por qué no se notó el gasto de 1,5% del PBI?
–En la consultora lo modelamos econométricamente: [buscamos ver] cuánto iba a explicar la economía en el voto. Veníamos viendo lo reflejado por los índices de confianza del Gobierno que publica la Universidad Torcuato Di Tella. Veíamos que la economía no iba a ayudar por más que se haya gastado este punto y medio del PBI pre-elecciones, porque venimos de tres años de crisis en la Argentina. El Gobierno no pudo mostrar ninguna mejora. Después vino el efecto foto [de la fiesta en la quinta de Olivos] y la política, que explica otra parte del resultado. Lo que se proyecta del período de las PASO a noviembre es que el bolsillo estará un poco mejor, más allá de la inflación y del aumento de la brecha cambiaria, y no se llegará con una crisis como pasó el año pasado. Se llegará con una economía a la que no le sobra nada, pero en la que el empleo levanta un poco y la inflación empata con los salarios. Yo creo que no alcanza; tal vez le sume un puntito o dos al Gobierno, pero después está toda la parte no económica en los motivos del voto. Nuestro escenario es que esos nueve puntos que perdió el Gobierno en las PASO se achiquen, pero no más de siete puntos.
–Y después del 14 de noviembre, ¿qué podría ocurrir?
–El escenario general se divide en dos mundos, el escenario “aguantar” y el “no pueden más y el mercado ajusta”. Le asignamos 70% de probabilidad a un escenario relativamente optimista de que la economía aguanta. El escenario pesimista significa que terminan devaluando en el verano, se acelera la inflación y vuelve una recesión en el primer semestre de 2022. Hay otros colegas que están al revés y descuentan un escenario de salto cambiario en el verano. Decimos que pueden aguantar porque tienen herramientas; no por virtud, sino porque tienen márgenes todavía. Hay un dólar que, más allá del atraso cambiario, no está tan atrasado. El nivel de reservas es muy acotado, pero tienen margen todavía para aplicar más cepo a las importaciones. Posiblemente dejen de vender dólares subsidiados, que les come US$300 millones por mes. Tienen márgenes para vender futuros de casi US$7000 millones y para endeudarse apalancados con oro en US$3000 millones. No son respuestas promercado, ordenadas, de largo plazo, pero son muy parecidas a las aplicadas en octubre de 2020. Creo que les permite aguantar hasta llegar a un acuerdo con el FMI.
–Que se debería lograr antes de la llegada de los dólares de la cosecha gruesa.
–Esos dólares llegan en mayo, pero nuestro objetivo es alcanzar el 21 de marzo, cuando hay que pagarle al Fondo un monto de US$2877 millones y luego vencen los casi US$2000 millones con el Club de París.
–¿Cuánto anclaje de expectativas puede lograr el acuerdo con el FMI?
–Al Gobierno le gustaría firmar un acuerdo light y al FMI, algo más profundo, pero el punto medio es acordar algún parámetro fiscal, cambiario y monetario, que garantice la sostenibilidad de la deuda y que vaya reduciendo la brecha cambiaria con acumulación de reservas. Además habrá que hacer algo con la tasa de interés, que brilla por su ausencia. Todos los países están subiendo la tasa porque hay una expectativa de inflación mayor y nosotros seguimos con acuerdos de precios.
–¿Cómo ve a Guzmán negociando, cuando da la impresión de que no maneja todas las áreas de la economía?
–Uno ve un ministro de Economía debilitado porque estamos con un panorama político debilitado. Guzmán está debilitado porque el Presidente está debilitado. El equipo económico tampoco es muy formado, no tiene experiencia para pararse fuertemente. Su punto fuerte para negociar es que es un defaulteador crónico. Es la misma posición que tuvo la Argentina con los acreedores externos el año pasado. Los acreedores querían resolver el tema y al Fondo le ocurre lo mismo. No le conviene al FMI que lo defaulteen, pero puede pasar, porque la Argentina puede jugarla de kamikaze. Si bien está el escenario de romper con el FMI, de que [la vicepresidenta] Cristina tome la manija y empiecen a romper la relación como Néstor [Kirchner] en 2006, la economía no tiene nada que ver con ese año. En esa época se estaban comprando reservas y ahora están contando los porotos; no hay espacio para el default.
–Este acuerdo, a diferencia de los anteriores, tiene que pasar por el Congreso. ¿Eso lo ve como un plus o un ancla?
–Lo veo como un plus, porque del otro lado, a diferencia de los últimos años, la oposición tendrá un poco más de poder. Apoyará al Gobierno si hay un plan concreto de metas fiscal, cambiaria y monetaria. Siempre son los tres ejes básicos. No estamos hablando de algo muy profundo como una reforma previsional u otra para promover las exportaciones. Las reformas profundas no existen, no las vamos a tener en este acuerdo, pero es positivo que pase por el Congreso Nacional.
–¿Cuántos años de agonía económica cree que le quedan a la Argentina?
–Vamos a seguir así, lamentablemente. Noto el mismo humor que en los últimos años, no ha cambiado mucho; hay que esperar a 2023 y que no haya otra crisis. Uno lee las noticias económicas y parece que estamos al borde del precipicio siempre, esa es la sensación. Estamos mal, pero no creo que estemos al borde del precipicio, aunque vamos hacia allá. No vemos una recuperación y una baja de la inflación para el año próximo, porque no hay plan económico. Hay un plan aguantar hasta 2023, cuando venga otro gobierno. Este año nos salvó la soja; el año próximo el contexto internacional estará más duro y de nuevo se intentará evitar la crisis, que es una devaluación y una aceleración inflacionaria. Hoy no hay anclas. Son todas cosas agarradas con alfileres, pero no creo que esté prendida la bomba. El ancla es el acuerdo con el FMI. Con el Fondo es la mediocridad, pero sin el Fondo es la crisis.
–¿Qué es lo que imagina cuando dice crisis?
–Una primera etapa es una devaluación con aceleración cambiaria y recesión. Ese es el escenario que hoy se evalúa. Después viene el escenario de hiperinflación y plan Bonex, que es el peor de todos, pero viene después de varios pasos anteriores. Lo más probable es una devaluación tipo 2014.
–¿Alguna empresa invertirá en la Argentina en este contexto?
–La inversión se está recuperando. Después de la crisis de 2020, levantó bastante bien la inversión, pero focalizada en construcción, porque el costo es muy bajo por la devaluación en el tipo de cambio paralelo, y hay algo de inversión en términos de bienes de capital, por el atraso cambiario. En el horizonte se percibe algún tipo de devaluación y, entonces, se va aprovechando a comprar ahora. Hay inversión por los desequilibrios que tenemos, porque no queda otra. Pero no se está invirtiendo porque se proyectan cinco años de crecimiento del empleo, integración al mundo, aumento de salario o crecimiento virtuoso.
–¿De dónde se agarra para tener optimismo?
–La Argentina está muy vulnerable, pero menos de lo que se comenta, porque el campo está firme, más allá de las retenciones, y hay empresas que están creciendo. Hay un nicho de unicornios. Hay todavía unos precios de los commodities que están altos y un tipo de cambio que no está tan atrasado. Uno es más optimista por historias sectoriales, por estar viendo algo positivo en el petróleo, en el turismo y en el software. La historia positiva la está dando la micro, porque hay empresarios que se corren de la macro e invierten, pese a que la Argentina es volátil, está vulnerable y hay que cuidarse de la piña. En el mercado las acciones suben, pero los bonos no. En teoría deberían subir los dos a la par, pero hay una historia en la micro que es tapada por la macro, por la historia del FMI, con probabilidad de default alta porque faltan señales fiscales, cambiarias y monetarias. La macro dice eso, pero la micro es más optimista, a pesar de todo. Invierten a pesar de saber que hoy no están al borde del precipicio, pero que hay nubes por delante.
–¿Cree que el Gobierno, pese a todos los problemas que hay, está haciendo pequeñas mejoras en la micro?
–No. Es un trabajo que empezó hace tiempo, pero no es el Gobierno, son los empresarios, es la Argentina, que tiene mucha capacidad. Solo que la seguimos rompiendo. No es que hay inversión micro porque Cabrera o Kulfas estén en el Ministerio de Producción. Son funcionarios que van a sacarse la foto y aprenden un poco del sector, pero acá son los empresarios los que tratan de vender la Argentina. Hay pesimismo por la macro y la política, pero la micro cuenta otra cosa. Crece a pesar de los políticos y de la política económica.
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