Falleció Ricardo Esteves, empresario y referente cultural
Soñó hacer de la Argentina un faro civilizatorio latinoamericano, tuvo una gran amistad cuando el papa Francisco era aún el joven sacerdote Jorge Bergoglio y tuvo un rol destacado en la creación del Malba
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Con el fallecimiento de Ricardo Esteves, se ha ido un referente cultural que soñó hacer de la Argentina un faro civilizatorio latinoamericano.
Nació un 25 de mayo de 1949 en Salto, Uruguay y se educó en Concordia, Entre Ríos, su tierra materna. De joven se instaló en Buenos Aires, lejos de sus padres, construyendo, sin ninguna ayuda, su propio destino. Tuvo suerte de conocer personas de bien, con quienes emprendió negocios inmobiliarios (hoy sería llamado “desarrollador”) con mucha imaginación y poco capital.
Cuando el papa Francisco era aún el joven sacerdote Jorge Bergoglio, trabó con él una gran amistad y fue su guía espiritual cuando carecía de familia en su ciudad adoptiva. Fue un vínculo que se mantuvo durante muchos años. Hace pocos días, conociendo su estado de salud, “Jorge” lo llamó para saludarlo.
Ricardo soñaba que la Argentina recuperase, en materia cultural, el lugar destacado que había tenido en América Latina. Sin otro “sponsor” que su proverbial iniciativa, se vinculó al CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales) impulsando encuentros entre empresarios de la Argentina y Brasil. Esa exitosa idea se plasmó en 1990 con la creación del CEAL (Consejo Empresarial de América Latina), cuando entusiasmó a varios lideres de la región, como Carlos Slim, a quien visitó sin conocerlo.
Con igual empuje, también atrajo al escritor mexicano Carlos Fuentes, organizando el “Foro Iberoamérica” (2000) para fortalecer lazos culturales entre artistas, empresarios y pensadores de la región, incluyendo España. Así reunió a personalidades con trayectorias disímiles, como Felipe González, Gabriel García Márquez, Carlos Slim y Julio María Sanguinetti, entre otros.
Una de sus facetas más destacadas fue su rol en la creación del Malba (Museo de Arte Latinoamericano), fundado en 2001 por su amigo Eduardo Costantini, quien dice de él: “Sin Ricardo Esteves, la colección permanente del Malba no hubiera existido”. Como acto de reconocimiento en vida, hace pocos días, Costantini realizó un acto designando con el nombre de Ricardo a esa sala. “Todo lo hizo por amor al arte”, manifestó, sintetizando así el espíritu de su colaboración.
También recordó cómo, gracias al acertado ojo de Esteves, comenzó esa colección adquiriendo 13 obras de Xul Solar y otras que luego fueron famosas, como “Abaporu”, de Tarsila do Amaral; “Autorretrato de chango y loro”, de Frida Kahlo; “Baile de Tehualtepec” y “Retrato de Gomez de la Serna”, de Diego Rivera; y, más recientemente, “Las distracciones de Dagoberto”, de Leonora Carrington. La obra del boliviano Alejandro Illanes, otro elegido por Esteves, destacará la retrospectiva por los 25 años del Malba.
Carente de estudios formales en bellas artes, Ricardo desarrolló su talento natural recorriendo museos, galerías y talleres, leyendo libros, conversando con artistas, maestros y curadores, hasta convertirse él mismo en un coleccionista de nota. Pudo plasmar su vocación por difundir el arte latinoamericano con la preparación de los 57 famosos libros que editó el Banco Velox y la serie de láminas didácticas distribuidas en escuelas del país.
Sus intereses eran múltiples. Recuperó tangos de antiguos discos de pasta grabados por D’Arienzo, Troilo, Canaro, Pugliese, Fresedo, De Angelis y muchos otros, en una colección de casi 50 CD evitando que ese pasado se borrara. En la intimidad decía que “Chuzas”, de Alfredo Gobbi, era su favorito.
Con su estilo llano, publicó frecuentes notas sobre política y economía en LA NACIÓN, Clarín e Infobae, engarzadas en la historia nacional, proponiendo caminos para superar la decadencia, inspirado en su coterráneo y admirado general Justo J. de Urquiza, quien hizo posible la Organización Nacional.
A nivel empresario, integró el directorio de Bunge y Born, IRSA, Disco, Banco Velox y Banco Francés, cuando aún pertenecía a familias argentinas.
Según sus palabras, nada hubiera podido lograr sin el apoyo de Elena Blomberg Condomi Alcorta, su mujer, quien lo acompañó infatigablemente durante 50 años de feliz matrimonio, y de sus tres hijos Ricardo, Sol e Ignacio.