Fabricante de aviones civiles y de combate, se asoció con un miembro del imperio Rothschild para hacer "un vino que sea la eternidad"
PARIS.- En el mundo entero, cuando se menciona el apellido Dassault se piensa inmediatamente en aviones, ya sean Mirage, Falcon, Super Etendard, misiles Exocet. En Francia, la familia Dassault no sólo significa aviones sino también uno de los grupos de prensa más importantes (que incluye publicaciones como Le Figaro o L´Express, L´Expansion, etc.) y también vinos (Château Dassault)?, en otras palabras, Dassault es sinónimo de poder económico.
La familia está de acuerdo en atribuir al abuelo Marcel el origen del éxito ,al transmitirle a cada uno de ellos una visión de pioneros y una pasión para enamorarse de un proyecto y poder llevarlo al éxito.
Con ese entusiasmo, y según ese principio, Laurent Dassault se asoció con Benjamin de Rothschild para invertir en la Argentina y crear una nueva bodega : Flechas de los Andes.
Los Rothschild son desde hace más de dos siglos una familia de banqueros y siguen siendo uno de los pocos grupos familiares independientes que aún quedan en Europa. Están instalados en Francia, Inglaterra y Suiza.
La rama "Benjamin" desciende de su padre, Edmond de Rothschild, y se especializa en la gestión de patrimonio.
El viernes se inauguró en Vista Flores (Mendoza) la bodega Flechas de los Andes. Antes de viajar, Laurent Dassault dio en París una entrevista exclusiva a LA NACION.
-¿Por qué invierte en la Argentina?
-Cuando uno invierte en un país, es porque a uno le gusta ese país. También porque uno tiene una historia con ese país, algo en común con esa cultura. Puede ser por lazos industriales o amistosos, pero en general los tres van juntos.
La Argentina es un país que quiero. Compartimos la misma pasión por el polo, los caballos y el vino.
Ante todo, me llamo Dassault y la Argentina fue uno de nuestros primeros clientes aeronáuticos, de los Mirage I, Mirage V, y Super Etendard. Esos aviones siguen estando en actividad en la aviación argentina, a un nivel digamos que "un poco abandonado".
Los aviones de la Fuerza Aérea Argentina vuelan poco o nada y con pilotos que seguramente querrían volar más, pero no pueden. Para su información, sobre el conjunto de aviones que entregamos en la Argentina deben quedar 22 o 23 Mirage V y sobre los once Super Etandard entregados en el 81 quizás haya dos que todavía vuelan. Ya ve que el nivel es bastante bajo.
Nuestra esperanza son los aviones civiles. Hay tres Falcon en operación en la Argentina, dos 900 y un Falcon 5 y tenemos ahora siete clientes interesados en Falcon y sobre los siete necesariamente algunos comprarán los aviones, quizás el nuevo, el Falcon 7X. De modo que las alas Dassault volarán todavía más en su país que ahora.
-¿Avión y vinos son compatibles?
-Sí, son compatibles porque prueban que en un grupo familiar somos capaces de hacer un gran producto industrial y técnico y somos también capaces de hacer un gran producto natural. ¿Qué hay más lindo que poner vino en un avión cuando los dos llevan el mismo nombre?
-Cuéntenos sobre la alianza Dassault-Rothschild.
-La alianza Dassault-Rothschild es la realización de un sueño. Pienso que hay que lograr realizar los sueños para triunfar en la vida.
Hace unos diez años, mi amigo Benjamin de Rothschild me invitó a la inauguración de su bodega en Sudáfrica, donde crearon el vino Rupert Rothschild, un vino muy conocido hoy en día.
Me parece que cuando uno comparte con alguien una amistad y una pasión, es ideal para emprender algo juntos. Cuando decidí invertir en la Argentina, pensé enseguida en Benjamín y le propuse que viniera conmigo para que hiciéramos vino juntos, un equivalente de Rupert Rosthchild pero en la Argentina. Un vino "Dassault-Rothschild".
En 1998, Benjamin de Rothschild y yo nos encontramos con cinco otros empresarios y viticultores apasionados, para la elaboración de un gran vino en la Argentina: el "Clos de los Siete". Los siete socios nos reunimos alrededor del enólogo Michel Rolland, iniciador del proyecto, para crear un vino de asssemblage malbec franc, malbec américain, cabernet sauvignon, merlot y syrah en el respeto de la tradición bordolesa. Compramos un terreno de 847 hectáreas, que hemos dividido en siete partes iguales. Cada propietario contribuye al Clos de los Siete dando una parte de su producción, la otra parte está destinada a la elaboración de su propio vino, en su propia bodega, con su organización propia. Hay que especificar que en la Argentina hay dos historias paralelas: "El Clos de los Siete", que existe desde hace cuatro años, que va a sacar su cuarto millesime este año, y una historia que empieza, la primera botella de Flechas de los Andes.
Es esa bodega, Flechas de los Andes, que inauguramos el viernes. Ese es el nacimiento de Flechas de los Andes, una linda historia porque no somos sólo dos grupos, sino dos hombres, dos pasiones, dos culturas, que no son las mismas, pero que van en el mismo sentido.
-¿Fue una buena idea invertir en medio del default?
-Cuando uno invierte, si piensa demasiado en la rentabilidad de la inversión con los imponderables de las políticas financieras y económicas de ciertos países, no se invierte.
De modo que cuando tomamos la decisión en el 98 de invertir en la Argentina, asumimos nuestros riesgos y hoy, en 2006, la inversión empieza a ser rentable. Generalmente cuando uno hace este tipo de inversión hay que esperar diez años y estamos dentro del período de los diez años.
-¿Usted cree que va a recuperar su inversión?
-En el futuro, lo creo, estoy seguro. Si yo no lo creyera hoy, en estas condiciones, me habría equivocado.
-¿Piensa que las cargas tributarias son pesadas en la Argentina en comparación con Francia?
-No, no. Las cargas administrativas y las cargas que llamaría de personal son mucho más bajas en la Argentina que en Francia. En Francia tenemos cargas sociales considerables. De ahí la deslocalización actual de un gran número de empresas francesas en el mundo entero. Se empiezan a fabricar coches, productos manufacturados, en el extranjero.
-¿Cómo calificaría la mano de obra argentina?
-Creo que en la historia de Argentina está la historia del vino. Encontramos rápidamente un "Maître de culture", un "Maître de Chai", gente que trabaja en la viña y que lo hace bien. Nos toca a nosotros formarlos en la cultura francesa del vino.
Pero es precisamente por eso que cierto número de inversores franceses fueron a hacer vino a la Argentina, porque allá se puede hacer vino y nosotros sabemos hacerlo.
-¿Qué le interesa de un obrero argentino?
-Que trabaje bien, que haga lo que se le pide y que respete los plazos que se le imponen.
-¿Usted se considera un hombre de negocios con responsabilidades sociales ? ¿Cómo se puede expresar eso en el Tercer Mundo?
-Si yo no me considerara un hombre de negocios con responsabilidades sociales, pienso que no estaría acá hoy. En el grupo trabajan quince mil personas en todos los niveles. Somos responsables, yo me considero responsable de esas quince mil personas a través del grupo, ya que yo llevo el nombre del grupo.
-¿Qué piensa de los sindicatos en la Argentina?
-No los conozco.
-¿Acepta que sus obreros estén afiliados a un sindicato?
-Es una cuestión que se debe tratar en un contexto particular. Un sindicato, sí, pero ¿para quién y por qué ? Si hace progresar algo positivo, constructivo, por qué no. Si es destructivo, tal como lo vemos en Francia en ciertas actividades, estoy en contra. Si se tiene sindicatos que son progresistas, en ese caso, sí.
-¿Usted cree en la flexibilidad del trabajo?
-Si, yo creo en la flexibilidad del trabajo cuando es provechosa para todos.
-A usted como hombre rico, ¿le parece que pese a esa precariedad del trabajo que se vio favorecida por la globalización, hay alguna forma de lealtad de los obreros hacia el patrón?
-Creo que cuando la empresa marcha bien, cuando da ganancias, todo el mundo está contento porque todo el mundo aprovecha.
Es toda la filosofía de la participación en los beneficios a la cual usted hace alusión. Esa filosofía mi padre la construyó a través de las empresas que dirigió y yo no hago más que seguir sus huellas.
-¿Le parece que se puede vivir, tal como se hace hoy en día con el miedo permanente de perder el trabajo?
-Ese es uno de los problemas del siglo XXI. El del trabajo precario, es el gran problema que viven los jóvenes. Tengo dos hijos en edad de trabajar que tienen una cantidad de amigos y que me hablan de esa dificultad, no sólo para encontrar un trabajo hoy en día sino para conservarlo, incluso con una buena formación.
El progreso social va hacia la disminución de los efectivos y ése es un verdadero problema que tenemos que tratar en los próximos años.
Ud sabe que hoy en Francia la relación entre la gente activa y la inactiva se está contrabalanceando. Dentro de 20 o 30 años, cuando hayan más inactivos que activos, no sé cómo se podrá pagar las jubilaciones de los inactivos.
-El hecho de ser millonario...
-No es un buen término porque se puede ser millonario en euros, en francos, en pesos... Es cierto que formamos parte de las grandes familias francesas porque gracias a mi abuelo tenemos una verdadera historia, somos una verdadera dinastía.
Nos toca ahora a nosotros defender esa imagen y transmitir a nuestros hijos lo que algunos crearon en la familia.
-¿Eso falsea sus relaciones con la gente?
-Espero que no, porque me educaron, siempre en el respeto del trabajo y del dinero. Eso implica que yo, en todo caso, en el seno del grupo, tengo relaciones formidables con todas las empresas del grupo e incluso ocupo un puesto en cierto número de ellas y creo que se me aprecia como tal.
-¿No tiene miedo de que la gente se le acerque porque es un hombre rico?
-Eso forma parte de mi vida desde que nací. La solicitud de cierto número de gente y los pedidos que se me hacen forman parte del hecho de ser miembro de una gran familia.
-¿Cuál es su posición dentro de la familia?
-Creo que dentro de la familia soy el financiero. Es decir el que tiene una formación bancaria, estuve en el banco durante trece años.
De modo que soy el que tiene que aportar a la familia cierto número de ideas, de proyectos, de inversiones que permitan valorar el patrimonio general de la familia, esa es mi misión. Ahora, ¿lo logro bien? Eso habría que preguntárselo a los otros.
-¿Qué le transmitió su abuelo?
-Mi abuelo me transmitió muchas cosas: el trabajo, la humildad, el reconocimiento, el amor por lo que hacemos y por lo que está bien hecho, así como el respeto por los demás.
-¿A su abuelo le gustaba el vino?
-No diría eso. Creo que a mi abuelo le gustaba la idea de poder ofrecer a sus huéspedes un vino que llevara su nombre con ese espíritu del trabajo bien hecho.
Sabía exactamente cómo se hacía su vino, y como era perfeccionista y era visionario, quiso en algún momento de su vida comprar algún gran vino porque, al igual que yo, pensaba que un muy buen vino era la eternidad para las generaciones futuras.
De modo que se puede decir que sí, de cierta manera le gustaba el vino, pero era un asceta, no fumaba, casi no comía ni bebía, es por eso que vivió hasta los 96 años.
-¿Se puede decir lo mismo de usted?
-No, porque primero yo tengo la suerte hoy de ser todavía joven. Además soy un amante de la estética y un epicúreo. Me gusta todo lo que es rico y bonito en la vida. Cuando a usted le gusta todo lo que es rico y bonito, necesariamente de vez en cuando comete algunos excesos.
-¿Cuál es la diferencia entre los vinos franceses y los del Nuevo Mundo?
-Es la diferencia de dos países y la diferencia de dos culturas en torno del vino, no tienen nada que ver : son dos mercados y dos concepciones completamente diferentes. En Francia hay vinos complejos con características muy particulares.
Por ejemplo en Francia no tenemos derecho a regar las viñas y eso es algo que en la Argentina se puede hacer.
También en Francia todo está muy estructurado, por ejemplo alrededor de Chateau Dassault hay cierto número de hectáreas que forman parte de la propiedad Grand cru classé.
Yo compré cinco hectáreas del otro lado de la ruta, es decir a doscientos metros del Chateau y no tengo derecho a utilizar la viña de esa parcela para el Grand cru classé. Todo está muy, pero muy organizado, lo cual no es el caso en la Argentina donde hay otra flexibilidad.
Por otra parte, como se sabe, los vinos argentinos son más fáciles, más frutados.
Por ejemplo, existen esas cepas del malbec que tiene esa particularidad en la Argentina, que no se encuentra en los vinos franceses y que no se encontrará nunca, y además ese frutado, esa posibilidad de beber los millésimes jóvenes que nosotros no tenemos en Francia. Y es mejor que sea así porque si hiciéramos todos lo mismo, nosotros no hubiéramos ido a invertir a la Argentina.