Exportaciones: la “fábrica de dólares” que la Argentina no puede poner en marcha
La Argentina no consigue convertir las ventas al exterior en una política de Estado que permita generar las divisas que la economía necesita para funcionar; en 1945 el país representaba el 2,7% de los envíos mundiales y hoy es apenas el 0,28%
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Hay algunas conversaciones que el mundo ya ha superado, que ya no encienden fragores en las mesas de café o en las tertulias de bares. Son temas que han quedado por ahí, sin relevancia estratégica. Uno de esos debates agotados, donde hay coincidencias generales establece que los países deben comerciar unos con otros. También hay consenso que las exportaciones son una parte determinante para mantener el pulso alto en las economías.
Esas convenciones que mayoritariamente el planeta acepta, hay que admitirlo, no se aplican en el país. La Argentina no logra convertir las ventas de sus productos al exterior en una política de Estado que permita generar los dólares que la economía necesita para funcionar.
El párrafo anterior inició con una frase: “La Argentina no logra convertir las ventas de sus productos al exterior en una política de Estado...” Ahora bien, surge, irremediable, una pregunta: ¿No logra convertir o ni siquiera lo intenta? La respuesta no es fácil y, de acuerdo en qué punto de la historia el lector se detenga, encontrará una u otra mirada al interrogante. Pero claro, explicar la historia suele ser un trabajo impropio del periodismo, ya que a ese oficio se le reclama actualidad. Pues, si el mojón se coloca en la mirada corta, la Argentina actual ni siquiera lo intenta. Y lo que es peor, los cafés y las tertulias se colman de discusiones sobre si comerciar con el mundo o llenar las esquinas con pasacalles que sentencien un efectista slogan criollo: “Vivir con lo nuestro”. Una falacia en pleno siglo XXI.
"El Gobierno le toma al importador el dólar a 100 pesos y lo vende con dos impuestos. Es el principal beneficiado de ese rulo financiero"
Diana Mondino
Para poner números al fenómeno. En 1930, el país era el responsable de 1,9% de las exportaciones del planeta. Luego de varios años de ascenso llegó, en 1945, al punto más alto, con 2,7% del total global. Desde entonces, el deterioro de la performance de la Argentina es descomunal. Diez años después, en 1955, aquel número había caído a menos de la mitad: el país explicaba solo el 1%.
Corría 1690 y desde el país salían el 0,8% de todo lo que los países vendían al exterior. Desde entonces, todo fue pequeños decimales hasta llegar a 0,5% en 2000. Para 2015, ya había caído a 0,3%. Finalmente, el último número: en 2020, apenas el 0,28%. La cuenta es simple: la participación en el mercado global de exportaciones cayó 85% en 90 años.
Bien podría mirarse lo que sucedió en América Latina. En 1980, desde el país se explicaban el 7,99% de todas las ventas al exterior de la región. Actualmente, ese porcentaje es de apenas 5,29%. O, lo que es lo mismo, el valor se redujo un 34%. También frente a los vecinos se perdió preponderancia.
"Lo que Brasil y Uruguay reclaman ahora ya estaba en agenda en 2018. Desde entonces está todo parado. Y lo que quieren es avanzar en acuerdos con otros países"
Jorge Faurie
Pese al desarrollo tecnológico e intelectual, este último de varios siglos, ningún país ha logrado hacerse de dólares si no es mediante la toma de deuda, la inversión extranjera, las exportaciones y, en menor medida, el turismo y las remesas. Esto excluye, obviamente, a los Estados Unidos, que los emite. ¿Qué sucede en el país, que necesita de dólares como pocos, con cada uno de estos ítems? Por estos días, la Argentina prácticamente no tiene posibilidades de tomar deuda en moneda dura. De hecho, el Gobierno emite deuda en pesos, que coloca a los bancos locales, y gana oxígeno con eso.
Sin dólares
La inversión extranjera también se desplomó en toda la región por la pandemia. Pero, mientras en 2015 a estas tierras llegaban 9,55 dólares de cada 100 que venían a América Latina, en 2020 fueron apenas 5,94. Para comparar. En esos mismos años, se lee en un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), Chile pasó de 16,96 a 12,6, y Brasil, el ganador, de 52,61 a 66,10. No salvarán a la Argentina los dólares de la inversión extranjera directa.
Marcelo Elizondo, consultor y especialista en comercio exterior, explica: “Cuando se deciden las inversiones en el mundo se miran los países desde los que se puede exportar. Prácticamente no hay empresas que se establezcan en un lugar solo para abastecer un mercado solo. En la Argentina no hay certezas de poder hacerlo, de cuál será el tipo de cambio, de los impuestos que se pagarán o de cómo serán los cepos. Es muy difícil decidir una inversión así”.
Sin estos dos salvavidas de dólares disponibles, quedan el turismo y las remesas. El primero, tiene números marginales frente a la necesidad; el otro está afectado por el cepo y la brecha cambiaria (quien envía dólares cobra el precio del oficial) y no representa ningún importe relevante. Quedan apenas las exportaciones como programa para traer dólares al país. Pero, más allá de subir los volúmenes, que tienen que ver con buenas cosechas del campo, y los precios, que dependen de las cotizaciones de las commodities en el mundo, la Argentina no mejora cuantitativamente en la materia. De hecho, perdió casi un 1% por año en los últimos 90 de su participación en el mercado global.
"Se hace muy difícil exportar. En todos los ámbitos, financiero, laboral o administrativo, todo está prohibido, es un entorno regulatorio que otros no tienen"
Marcelo Elizondo
Llegado a este punto de la teorización, el lector empezará a convivir con otros vocablos, como cepo, dólar oficial, brecha cambiaria, restricciones, retenciones, regulaciones, permisos, cupos, impuestos, inflación, permisos especiales o administración del comercio. Solamente listar estas palabras, cuya nómina es caprichosa y seguramente omite decenas, un extranjero accede a un pantallazo feroz de lo que significa vender desde la Argentina al mundo.
Jorge Faurie fue el último ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Mauricio Macri. Le tocó vender la Argentina en el mundo. ¿Con qué se encontró cuando salía a promocionar las virtudes del país? “La Argentina, vista desde afuera, es un enorme potencial de recursos naturales que tiene una población que aún mantiene cierta formación y con habilidades. Es un país que tiene potencia. Cuando llegamos en 2015 y prometimos que íbamos a seguir las reglas que cumplen el resto de los países del mundo, en seguida se genera una primera predisposición positiva. Nos vinculados con los países, comprometimos metas y eso generó una inducción o predisposición favorable. Pero claro, eso tiene que ser ratificado. Desde 2019, ese rumbo cambió totalmente”, responde.
A poco de hablar aparece la palabra Mercosur. Resuenan, aún tibias, las palabras del ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes: “Un día, la Argentina nos dijo esto: el Mercosur es como es, el que quiera que se retire. Nosotros devolveremos eso a la Argentina: el Mercosur se va a modernizar y quien esté incómodo, que se retire”, citó Reuters a Guedes, cuando el funcionario habló en un seminario organizado por la Cámara de Comercio Internacional durante la semana que termina. Luego agregó: “La Argentina está en un momento muy delicado. No exigimos a la Argentina, entendemos que usted no pueda venir ahora, entonces nosotros te damos un waiver [permiso] para venir en un año, dos años, tres años. Venga cuando quiera, pero no nos impida avanzar. Nosotros quedamos firmes en esta posición, y la Argentina parece estar muy firme en una posición antagónica a la nuestra”.
Los cepos, además de ser un disparate, cuotifican las exportaciones. Es una falacia pensar que con un cepo para un producto se va a poder controlar el precio
Faurie lo resume: “Ustedes tienen problemas psicológicos complejos. Resuélvanlos y veremos qué hacemos. Nuestra reacción con los uruguayos fue inversa. Cuando ellos plantean resolver los problemas del bloque, la Argentina los niega, dice que no tiene problemas. Lo que Brasil y Uruguay reclaman ahora es lo que estaba en agenda en 2018, cuando se avanzaba con un plan que incluía acuerdos comerciales con Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Canadá, por citar a algunos”.
El bloque de comercio con Uruguay, Brasil y Paraguay no escapa al análisis de nadie a la hora de mirar el comercio global. “Defendemos un Mercosur de hace 30 años. El mundo cambió y las reglas de comercio internacional son otras. Nuestras posturas en el mercado atrasan décadas”, dice Elizondo.
Según sus cifras, los llamados Acuerdos de Complementación Económica que se firman entre países son la base del comercio del planeta. De hecho, actualmente, el 60% del intercambio de bienes y servicios que hay en el mundo se canaliza dentro de países que han rubricado tratados arancelarios con otros estados. Maravilla argentina: el país tiene un par de acuerdos, pocos y sin uso, como uno con Israel, por fuera del Mercosur. Hay sí varios que desde el bloque se hicieron con otros, como por ejemplo con México o Chile. Pero la Argentina, por su cuenta, muy poco.
El 60% del comercio internacional se canaliza entre países que tienen algún tipo de acuerdo arancelario. Esa es la tendencia global
Los números hablan por sí mismo: el país tiene vigentes 20 acuerdos comerciales internacionales que se suscribieron desde 1990. De esos, 13 fueron a través del Mercosur, mientras que seis son bilaterales. El restante es el que se firmó sobre la incorporación a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Para comparar: Chile tiene 26 acuerdos, con una economía mucho más chica, y Perú, 21. Vale detenerse en este último. El país andino firmó en 2018 un tratado de libre comercio con Australia y, unos meses después, otro con el Reino Unido. Ambos ya están vigentes desde 2020. “Los países de América Latina que están sobre el Pacífico se han internacionalizado mucho”, dice Elizondo.
América Latina explica el 3% de las importaciones del planeta. Los socios de la Argentina no son los grandes compradores del mundo
De regreso a la región y al Mercosur, América Latina explica apenas el 3% de todas las importaciones mundiales, mientras que Asia, el 32%; Europa, el 36%, y América del Norte, el 20%. Esto implica que los actuales socios compran poco. Ahí pesca la Argentina.
Pero ahora, el Mercosur está en pleno debate. Uruguay y Brasil quieren cambiarlo. Ambos confluyen en la voluntad de derribar los aranceles que aplica y que lo convierte en el bloque más cerrado del mundo. Dentro de ese bloque pétreo, la Argentina es quien defiende el blindaje. “Brasil quiere avanzar con acuerdos comerciales en bloque; Uruguay pretende ir solo. Esa es la diferencia entre ellos, pero los dos quieren abrirlo. Acá defienden los lineamientos de un sistema que tiene décadas”, dice Faurie. Una vez más, vivir con lo nuestro o con lo que hay en el Mercosur, nada más.
Diana Mondino, economista y profesora de Finanzas de la Universidad del CEMA (Ucema), aporta un dato interesante como para entender la dinámica de las exportaciones. Cuenta el caso del gas argentino, el que está quieto y sin extraer en Vaca Muerta. “La argentina tiene un yacimiento en condiciones de generar gas para exportar. Pero, aunque parezca increíble, importa gas. Lo que pasa es que no está hecho el gasoducto para transportarlo y llevarlo a los centros de demanda. Ahora el Estado dice que lo va a construir. Justamente en ese sector, que había posibilidades de conseguir inversión extranjera, pues entra el Estado, que debiera estar para generar las condiciones y lograr que el privado financie”, dice.
En 1945, el país era responsable por el 2,7% de las ventas externas del planeta; 10 años después, bajó al 1% y, desde entonces, jamás lo superó; la caída se mantuvo durante 65 años y actualmente es apenas el 0,28% del total; por qué la Argentina fue perdiendo peso en el mundo y en la región
En teoría, apunta, lo razonable sería que el productor venda al mayor margen posible a quien le pague más. De esa manera, compite con otros y perfecciona su actividad. Si el que más paga está en el exterior, el productor gana más, pero el Estado también se beneficia, ya que los dólares los aporta, por caso, un alemán, que produce su dinero en Alemania, y lo envía a la Argentina a cambio de un producto. Reniega de quienes dicen que no es posible exportar lo que se consume. “Eso no es verdad. Si nosotros exportáramos zapatos, pues no significa que debamos andar descalzos. La Argentina no puede seguir en el camino de exportar los excedentes”, añade.
Cuenta el caso de Bolivia y lo que sucedió con la quinoa cuando llegó a las ensaladas de la 5ta Avenida de Nueva York: “El productor que antes vendía al mercado local empezó a exportar. Le subió el precio de la quinoa, pero se compró una 4x4 y generó riqueza y empleo en su país”.
Ahora bien, ¿cuáles son las causas? Bienvenido el lector a un compendio de trabas e imposiciones. Elizondo las estructura en varios ítems. “El primero es la macro. Es difícil comerciar a largo plazo si no hay previsibilidad cambiaria, si hay inflación y sin tasas de interés de referencia. Se compite con otras economías que no tienen inestabilidad. No se puede trabajar con socios”, dice. Algo de eso apunta Faurie: “No somos un socio confiable”.
Luis Palma Cané, economista y especialista en comercio exterior, coincide: “Ningún país que necesite dólares pone retenciones. La Argentina tiene una estructura impositiva imposible. Esto vale para todos los sectores, pero los exportadores compiten contra otros que están en países que no tienen estos regímenes”.
Podría, haber sido el único tema y ocupado todo el texto, pero el autor tomó decisiones de edición. Al capítulo de los cepos, las trabas y los permisos Elizondo lo llama “entorno regulatorio” y dice que esto impide innovar y desarrollar nuevos proyectos. “En todos los ámbitos –laboral, financiero, administrativo– todo está prohibido”, apunta.
Palma Cané complementa: “Los cepos, además de ser un disparate, cuotifican las exportaciones. El anterior cepo a la carne nos costó medio rodeo. El Gobierno cree que con un cupo de exportaciones se baja el precio. Mire los exportadores. ¿Uruguay tiene cepo? No. ¿Le subieron los alimentos? No. Armar un cepo para un producto pensando que se va a controlar el precio es un disparate”.
“Hay una debilidad política, institucional. Nadie puede dar certezas de que un contrato se podrá cumplir o que si hay un problema se va a poder resolver. El mundo de los negocios se rige por socios que tienen acciones constantes y repetitivas. Pero el otro puede proyectar, nosotros no”, completa Elizondo.
Sin acuerdos de libre comercio, el país mira cómo miles de productos entran a las góndolas del mundo con arancel cero mientras que los hechos en el país pagan tasas, en muchos casos, de dos dígitos.
Todo apunta, claro está, al tipo de cambio. Se exporta a un dólar de 100 menos las retenciones y se recibe en pesos. “Luego, si se quiere recomprar dólares hay una brecha del 80%. Hay que tener en cuenta que el Estado es el primer beneficiario de ese rulo financiero”, dice Mondino.
Un apunte: el encargado de vender la Argentina en el mundo es el canciller Santiago Cafiero.
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