Expectativas, ansiedad y suerte: muchas veces lo que no funciona nos hace aprender
Varios factores entran en juego para determinar el resultado de nuestras acciones y decisiones; cómo influyen tres cuestiones fundamentales
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Es un placer de recibirlos nuevamente en este espacio. Esta semana dividiremos el texto en tres variables: expectativas, ansiedad y suerte.
Expectativas
Recuerdo a un profesor de apellido Artigas, de mi hermosa Universidad de Mar del Plata, que decía que en la facultad nos enseñan primero a planificar lo que queremos hacer y que luego lo comparamos con lo que realmente hicimos. La diferencia es lo que no pudimos conseguir, y, por lo tanto, debería ser nuestro “problema a resolver”. El desafío era, por lo tanto, esforzarse para conseguirlo.
Entonces, mi profesor decía que el verdadero problema no es lo que hicimos, puesto que es lo que pudimos hacer. El problema es lo que planificamos. Quizás nos imaginamos más de lo que somos.
Muchas veces nos fijamos metas que luego se transforman en frustraciones, porque no llegamos a alcanzarlas.
Cuando transmitimos un reporte financiero o una experiencia vivida con el dinero, notamos que el 10% del resultado depende de lo que terminó sucediendo en el mundo y un 90% fue el resultado de lo que nosotros esperábamos que sucediera.
Una de las teorías económicas que más sorprendieron al mundo financiero fue la aplicada por el Banco de Inglaterra, llamada la “Teoría Maradona”.
El expresidente del Banco Central de Inglaterra, Mervyn King, admitió que la “teoría Maradona” guió las decisiones de política monetaria de la entidad. Durante una conferencia dictada en Londres, King explicó la lógica que escondía el segundo gol convertido por “el 10″ a los ingleses en el Mundial de México de 1986.
Al gol de Maradona se lo usa como referencia porque, si uno lo revisa, observa que Maradona recibe la pelota en la mitad de la cancha, hace una pirueta y corre directo al arco. Los defensores, suponiendo, o ante la expectativa de que se la iba a pasar a Valdano o a Burruchaga, se desplazaban a la derecha o a la izquierda, dejando el espacio vacío para que él siguiera corriendo hacia el arco rival. Y terminó la jugada con el único amague que terminó en un tiro real de la pelota, ya al arco. Nunca importó lo que iba hacer Maradona, sino lo que los defensores pensaron sobre lo que iba hacer el “10″.
Así se mueven los mercados, no por las noticias ni por los sucesos, sino por la ilusión o desilusión que estos generan. La expectativa que hay sobre un suceso o noticia es más importante que la noticia o el suceso en sí. Es muy normal que los mercados o agentes económicos reaccionen ante las noticias en función de las expectativas que previamente tenían.
Por ejemplo, es muy común escuchar que las ventas en nuestro país cayeron un montón con respecto al año pasado, pero, ¿cuánto de las ventas del año anterior estaban infladas, porque la mayoría de nosotros comprábamos bienes para protegernos de la inflación?
La pregunta sería, ¿qué es más normal?, ¿que todos los ciudadanos de los países vecinos vengan de compras al supermercado o a las farmacias los fines de semana, o los precios relativos de hoy?
La verdad es que el 85% de los argentinos nos equivocamos pensando que había un 70% de chances de hiperinflación, y nos stockeamos en función de ese escenario posible. Ahora estamos viviendo el cambio de contexto y se habla de recesión y no de hiperinflación.
¿Será por esto por lo que los grandes millonarios o ganadores en el mundo económico no tienen tantos bienes por su sabiduría, por el conocimiento o por las ciencias exactas o duras, sino porque son los que mejor entienden el comportamiento de una sociedad?
Ansiedad
¿Cuándo empieza el segundo semestre? ¿Cómo bajará la inflación a partir de ahora? ¿Está el dólar otra vez atrasado? Nos parece que bajar el gasto es inhumano y neoliberal, pero a la vez no queremos déficit y queremos que todos ganen más dinero, ¿cómo financiamos eso?
No queremos más impuestos ni bajar el gasto, ni más deuda ni emisión. ¿Entonces?
La solución aparecerá si los argentinos empezamos a no querer ponerle letras a la recuperación económica. Ni V, ni L, ni U, ni pipa de Nike. Entendamos que es mejor crecer 10 años seguidos al 2% anual, que 2 años al 7% para luego perder 3 años el 4%. Que cada año podamos decir que estamos un poco mejor que el anterior.
Yo sé que es mejor ser rico y sano que pobre y enfermo, pero muchas veces esa elección no depende de nosotros. Sé que es mucho mejor invertir para que la economía crezca y llegar al superávit fiscal sin necesidad de ajustar el gasto. Pero, ¿quién va a invertir si no se corrigen las distorsiones previas y si no se estabilizan las variables macroeconómicas?
Cuando los incentivos son disparatados, el comportamiento también lo es.
Suerte
Por último, el factor suerte también siempre influye. Y quiero compartir con ustedes una historia contada por Morgan Housel (tomada del libro La psicología del dinero). La suerte y el riesgo son hermanos. Ambos reflejan la realidad de que cada resultado en la vida está guiado por fuerzas distintas del esfuerzo individual.
Bill Gates fue a una de las únicas escuelas secundarias del mundo que tenía una computadora, Lakeside School, en las afueras de Seattle. Gates tenía 13 años en 1968 cuando conoció a su compañero Paul Allen, que también estaba obsesionado con la computadora de la escuela, y los dos pasaban horas interactuando con ella.
En 1968 había aproximadamente 303 millones de personas en edad de escuela secundaria en el mundo, según la ONU. Aproximadamente 18 millones de ellas vivían en los Estados Unidos. Aproximadamente 270.000 vivían en el estado de Washington. Un poco más de 100.000, en el área de Seattle. Y solo unos 300 de ellos asistieron a Lakeside School.
Empecé con 303 millones y terminé con 300. Uno de cada millón de estudiantes en edad de escuela secundaria asistió a la escuela secundaria que tenía la combinación de dinero en efectivo y previsión para comprar una computadora. “Si no hubiera habido Lakeside, no habría habido Microsoft”, le dijo Bill Gates a la clase que se graduó de la escuela en 2005.
Ahora déjenme contarles sobre Kent Evans. En Lakeside había un tercer miembro de esta pandilla de prodigios informáticos de escuela secundaria. Kent Evans y Bill Gates se hicieron mejores amigos en octavo grado. Evans fue, según el propio Gates, el mejor alumno de la clase. Los dos hablaban muchísimo tiempo por teléfono, recuerda Gates en el documental Inside Bill’s Brain. “Aún recuerdo el número de teléfono de Kent –dice–, era 525-7851″.
Kent murió en un accidente de montañismo antes de graduarse de la escuela secundaria.
Cada año hay alrededor de tres docenas de muertes por montañismo en los Estados Unidos. Las probabilidades de morir en una montaña durante la escuela secundaria son aproximadamente de una en un millón. Bill Gates experimentó una suerte entre un millón al terminar en Lakeside. Kent Evans experimentó un riesgo entre un millón al no llegar nunca a terminar lo que él y Gates se propusieron lograr. La misma fuerza, la misma magnitud, actuando en direcciones opuestas.
Un día le hicieron una pregunta al economista Robert Shiller, Premio Nobel de Economía: ¿Qué quieres saber sobre la inversión que no podamos saber? “El papel exacto de la suerte en los resultados exitosos”, respondió.
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