¿Existe relación entre escuelas económicas y política económica?
Las medidas que se espera que tomen los funcionarios tienen vinculación con los autores a los que adhieren, pero eso no implica que haya una distancia entre los principios planteados en la teoría y las decisiones adoptadas en contextos y lugares determinados
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Nadie espera que un devoto seguidor de Carlos Heinrich Marx disponga la privatización masiva de los medios de producción de un país, como nadie espera que un devoto seguidor de Friedrich August von Hayek implemente una masiva intervención estatal de la actividad económica. Lo cual no quiere decir que en la práctica no exista una enorme distancia entre los principios planteados por los referidos autores y las medidas que se adoptan en cierto país a partir de determinada fecha.
¿Cuál es, entonces, la relación que existe entre las escuelas económicas y la política económica?
Al respecto conversé con el inglés Alfred William Coats (1924-2007), quien estudió en las universidades de Londres y Johns Hopkins, enseñando en las de Nottingham y Duke. Se describía a sí mismo como un “observador de los economistas”. Explicaba su enfoque no convencional y su falta de respeto por las fronteras entre las disciplinas, por el hecho de haber leído de manera masiva. Cualquiera que le enviara una monografía, al tiempo recibía varias páginas de comentarios manuscritos, dado que nunca utilizó el procesador de palabras ni el e-mail.
–Según Massimo Mario Augello y Marco E. L. Guidi, usted creó una disciplina.
–Que podríamos denominar la sociología del análisis económico, que todavía se asocia con mi nombre. Mi trabajo fue interdisciplinario, mi carrera osciló entre los departamentos de economía e historia de las universidades, mis escritos también utilizaron la sociología y la filosofía de la ciencia. Me concentré en tres áreas: la historia del análisis económico de Estados Unidos, la profesionalización del análisis económico y la relación entre las ideas y las políticas públicas. Fui particularmente severo con quienes leían textos históricos como si estuvieran leyendo análisis económico contemporáneo.
–Neil De Marchi analizó un par de ejemplos para entender su enfoque.
–Así es. En el caso del mercantilismo, le presté particular atención a la controversia referida a la Compañía de las Indias Orientales, focalizando el análisis en quién detentaba el poder para proteger la producción local, si el Rey o el Parlamento; mientras que, en el caso de la reforma arancelaria inglesa de comienzos del siglo XX, no identifiqué una sola cuestión, sino varias.
–Me interesa abordar la cuestión de la relación, o falta de relación, entre las escuelas económicas y las políticas económicas prácticas.
–Déjeme exagerar. Un ministro de economía que, siguiendo a Hayek, basara su política económica en que los mercados nunca fallan, como también otro que, sobre la base de Marx, la basara en que todo es una lucha de clases, difícilmente estaría en condiciones de mejorar el bienestar de la población del país en el cual ejerce su función.
–¿Hay que quemar los libros entonces?
–De ninguna manera. Por el contrario, los estudiantes de economía, además de leer los manuales, que facilitan la primera aproximación a las distintas porciones del análisis económico, deben leer los originales, para captar el talento y el estilo de personas que siguen siendo citadas siglos después de haber publicado sus obras. Es lamentable que, cuando usted estudió, De Pablo, en la década de 1960, el único original que le hicieron leer fue La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, de John Maynard Keynes, un libro escrito en circunstancias dramáticas que, por razones de salud de su autor, nunca pudo ser revisado.
–¿Qué me perdí?
–Las primeras páginas de La riqueza de las naciones, de Adam Smith; los Principios de economía y tributación, de David Ricardo; el Ensayo sobre la población, de Robert Thomas Maltus, y las porciones históricas de El capital, de Marx.
–Volvamos a la cuestión que me interesa.
–De cada autor, recomiendo tomar su aporte. Conociendo no solo lo que dijo sino cuándo lo dijo, es decir, las circunstancias en las cuales escribió. Flaco favor le hace uno a Keynes si piensa que en todo momento y en todo lugar los problemas económicos se deben a un déficit de la demanda agregada. Tomemos de Hayek cómo toma sus decisiones cualquier empresario; de Joseph Alois Schumpeter, la idea de destrucción creativa, etcétera.
–Los austríacos y los marxistas se resisten a esto.
–Efectivamente. Porque tanto unos como otros pretenden tener una visión totalizadora, no solo de la economía, sino también de la naturaleza humana. Ninguno de ellos comprende cómo es que, en las facultades de economía, se “pierde el tiempo” estudiando lo que dicen las otras escuelas.
–En el diseño, la implementación y la gestión de las políticas económicas prácticas, además de las escuelas, ¿qué se tiene en cuenta?
–Las limitaciones no económicas, como las políticas, las institucionales, la credibilidad que la población tiene en sus gobernantes, etcétera. Por eso es tan importante la lectura de la historia: el presidente del Fed se puede permitir algunos “lujos” que el del Banco Central de la Argentina no; esto no es ideología, y mucho menos una explicación conspirativa, sino que es un hecho. Cualquier política económica “correcta” es más difícil de implementar en la Argentina que en otro país, donde la población cree en los anuncios de sus autoridades.
–Otra cuestión crucial es la de la incertidumbre.
–Claro. Schumpeter, hablando de su admirado Ricardo, hablaba del “pecado o vicio ricardiano”, para alertar por los daños que pueden causar las implicancias de política económica práctica derivadas de modelos simplificados, cuando se aplican a realidades complejas. Por razones didácticas, muchos modelos económicos suponen certeza. Pregúntele a cualquier ministro de economía o presidente del Banco Central si opera en condiciones de certeza, y se echará a reír.
–¿Por qué?
–Porque tienen que adoptar decisiones en condiciones de fuerte incertidumbre, razón por la cual resulta tan útil conjeturar las decisiones de los funcionarios sobre la base del esquema de análisis denominado error tipo I, error tipo II.
–¿Por qué no se modela la incertidumbre?
–Porque dejaría de ser incertidumbre. Si se conociera el futuro, nadie abordaría un avión que se estrellará; ni siquiera el piloto subiría. Hizo bien Frank Hyneman Knight en distinguir entre riesgo e incertidumbre; para el primero existen los seguros, mientras que –en un contexto competitivo– el beneficio empresario resulta de haber resuelto de manera satisfactoria los desafíos que plantea la incertidumbre.
–La incertidumbre juega un rol en la toma de decisiones.
–Efectivamente, porque, como la enorme mayoría de los seres humanos es aversa al riesgo, el aumento de la incertidumbre contrae algunos gastos, mientras que su reducción los eleva. Este efecto ayuda a entender lo que en la Argentina ocurrió desde comienzos del año en curso.
–Don Alfred, muchas gracias.
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