Este trabajo nuevo ya no me gusta
En busca de nuevos horizontes laborales, un trabajador decide cambiar de empleo. Pero a los pocos días se da cuenta, por diversas razones, de que no se encuentra a gusto con su nueva realidad. ¿Qué opciones tiene?
Nadie cambia para estar peor. Pero no todas las decisiones en la vida pueden ser las correctas.
¿Qué sucede entonces cuando se abandona el actual confort laboral con el objetivo declarado de un –supuesto– crecimiento y al poco tiempo ese nuevo futuro es más gris que el anterior?
Consumada la equivocación, un primer ejercicio es repensar el verdadero nivel de análisis que la decisión de cambio conllevó. Un mínimo checklist no debería soslayar un profundo espacio de intercambio de expectativas con el futuro jefe, una cabal comprensión de la situación de negocio y económica-financiera (tanto local como global) de la nueva compañía a la que se está incorporando, además de referencias de actuales empleados.
Con la inesperada suerte ya echada, los motivos del desencanto pueden dividirse en dos planos, que conviene diferenciar.
En una dimensión más externa o inmediata, algunas dudas del cambio pueden originarse en desafectación de proyectos ya establecidos, alteraciones de equipos de trabajo, cambio de superiores o relocalizaciones geográficas. Si bien incómodas e imprevistas, estas causas suelen no ser definitivas.
En consecuencia, darse un plazo mínimo (de entre nueve a doce meses) que permita adaptarse para después recién retomar el cuestionamiento y decidir, puede resultar una medida más prudente y reflexiva.
En un plano más profundo, si la insatisfacción por el reciente cambio se apoya en incongruencias de valores, las diferencias probablemente sean insalvables. Marcadas incompatibilidades en estilos de liderazgo, comunicación o toma de decisiones se apoyan en raíces culturales que pueden mutar, pero en el largo plazo. Si ese es el escenario de nada valdrá esperar, y una salida rápida y maduramente argumentada resultará en el mejor epílogo para ambas partes.
Más allá del disgusto por la opción laboral fallida, vale recordar que el futuro siempre es incierto. Y mientras que para algunos eso se traduce en temor, para otros más osados puede ser sinónimo de oportunidad. Y las oportunidades, en la vida hay que aprovecharlas.
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